El caos de los derechos de autor


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Cuando las editoriales y las sociedades de autores se quejan del tremendo volumen que alcanza la transgresión de los derechos de autor (pirateo), especialmente en el caso de las publicaciones digitales (libros electrónicos), deberían empezar por hacer presión para que se ponga un poco de orden en el caos en que se ha convertido la legislación de los derechos de autor, desde que Internet ha hecho posible y facilitado hasta extremos inesperados el intercambio de archivos entre usuarios de todo el mundo. Veamos algunos ejemplos de ese caos:
·         En Estados Unidos, todos los libros publicados antes de 1923 han perdido los derechos de autor. Para los publicados entre 1923 y 1963, la duración por defecto fue de 28 años desde su publicación, que podía extenderse hasta 95 renovando los derechos. La renovación pasó a ser automática entre 1964 y 1977. A partir de 1978, los derechos duran hasta 70 años después de la muerte del autor.

Cómo clasificar los seres vivos: cladística o niveles de complejidad

El árbol de la vida
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Desde los tiempos de Aristóteles, los seres vivos se han clasificado en reinos. Al principio se distinguían dos: el vegetal, formado por seres poco capaces de cambiar activamente de posición, y el animal, que en su inmensa mayoría sí son capaces de ello.
Cuando Antony van Leeuwenhoek descubrió los microorganismos, se intentó mantener la dicotomía integrándolos, unos entre los animales (amebas y paramecios), otros entre las plantas (bacterias, algas y hongos microscópicos). Pero a ese nivel la separación entre animales y plantas se difuminaba hasta tal punto, que a mediados del siglo XX se decidió añadir un tercer reino a los dos existentes: el de los protistos, los seres vivos unicelulares.
Poco después, los biólogos llegaron a la conclusión de que el reino vegetal debía dividirse en dos: por un lado, los hongos; por otro, todas las demás plantas (los metafitos). Hacia 1975, por consiguiente, se hablaba de cuatro reinos.

¿Qué pasa con el colesterol?

El colesterol es un lípido esencial para la construcción de la membrana de muchas de nuestras células. Además, a partir de él se sintetizan dentro del cuerpo diversos esteroides, ácidos biliares y vitamina D. El colesterol alto aumenta las posibilidades de sufrir ataques al corazón y apoplejías. En cambio, el colesterol demasiado bajo va asociado a depresiones que incluso pueden llevar al suicidio.
Cuando alguien dice: me han hecho un análisis y sale que tengo colesterol, se le podría contestar: Si no tuvieses colesterol, estarías muerto. Lo que tienes es el colesterol alto.
El colesterol circula por la sangre ligado a varios tipos de lipoproteínas. Según cuál sea esta lipoproteína, el efecto del colesterol alto es diferente. Cuando se mide el colesterol en un análisis de sangre, se suele dividir en cuatro resultados distintos:

El problema del ajuste fino

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En dos artículos publicados previamente he hablado de la relación entre las teorías del multiverso y el problema del ajuste fino, señalando que dichas teorías no resuelven el problema. Este artículo describe brevemente en qué consiste ese problema.
Brandon Carter
En 1973, Brandon Carter formuló el principio antrópico, nombre que después ha sido deplorado por su autor, por prestarse a malos entendidos. Dicho principio no es más que la constatación de que el universo debe cumplir todas las condiciones necesarias para nuestra existencia, puesto que nosotros estamos aquí.
Algo más de una década más tarde, John Barrow y Frank Tipler publicaron un libro titulado El principio antrópico cosmológico,  en el que plantearon una versión más fuerte del principio antrópico, según la cual las constantes del universo tienen valores muy críticos, y variaciones mínimas en dichos valores harían imposible la vida. Esta constatación plantea el problema del ajuste fino, que se basa en el análisis del efecto que tendría un cambio en los valores de esas constantes. Con otras palabras: el universo parece diseñado para que sea posible la vida. Veamos algunos ejemplos: 

Consecuencias del fraude científico: una lección para los políticos

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En un artículo anterior sobre el fraude científico mencioné una de sus consecuencias morales: el problema de la presunción de inocencia, en relación con el caso que afectó al premio Nobel David Baltimore y a su colaboradora Thereza Imanishi-Kari, que durante diez años tuvo que luchar contra una acusación de fraude que finalmente resultó infundada.
También pueden presentarse problemas éticos cuando se descubre que el fraude científico sí ha tenido lugar. La novela policíaca Gaudy night (1936) de Dorothy L. Sayers, traducida al castellano como Los secretos de Oxford, plantea un ejemplo concreto. Cuando está a punto de presentar su tesis, un investigador descubre un documento poco conocido que la echa por tierra. La tentación es demasiado fuerte: el investigador hace desaparecer el documento y sigue adelante con su tesis. Desgraciadamente para él, uno de los miembros del tribunal conocía el documento, y al ir a consultarlo descubre que ha desaparecido y quién fue el último que lo consultó. El fraude queda, pues, al descubierto, la tesis es rechazada, el caso se hace público y el investigador es despedido con pronunciamientos desfavorables, lo que le obliga a abandonar la carrera investigadora. Como tiene que mantener una familia, tiene que aceptar un trabajo por debajo de su capacidad y termina suicidándose.

El multiverso no resuelve el problema del ajuste fino

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Los ateos recurren a las teorías del multiverso para escapar de la necesidad de aceptar la existencia de Dios como causa de un universo que parece diseñado para que sea posible la vida (ajuste fino). Al hacerlo, entran en contradicción con uno de los argumentos más empleados desde el siglo XIX para negar la existencia de Dios. Dicho argumento decía lo siguiente:
La hipótesis teísta ofrece una explicación del origen del mundo basada en dos entidades: Dios y el universo.
La hipótesis atea sólo precisa de una única entidad: el universo.
Luego la navaja de Occam favorece la explicación atea.
Como se sabe, el principio de la parsimonia, también llamado navaja de Occam, una de las bases fundamentales del método científico, afirma que, cuando hay que elegir entre dos teorías, debe preferirse la que necesite recurrir al menor número de entidades.
Pero la situación actual es muy diferente. Ahora la alternativa a la hipótesis teísta no es una única entidad, el universo, sino muchas (entre 10500 e infinitos universos). Es preciso, pues, reescribir el argumento, que ahora queda así:

El multiverso y el problema del ajuste fino

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Las teorías del multiverso aparecieron en cosmología hace más de medio siglo, pero han proliferado y se han extendido mucho a partir de los años ochenta del siglo xx, justo a la vez que se descubría el fenómeno del ajuste fino, la constatación de que el universo parece diseñado para que sea posible la vida y nuestra existencia, pues muchos de los parámetros físicos que consideramos independientes parecen adoptar valores muy críticos, y si tuvieran otros valores un poco diferentes el universo habría sido completamente hostil a la vida, pues habría sido imposible su aparición.
El problema del ajuste fino tiene tres soluciones posibles:
·         Ha habido diseño cósmico: el universo tiene un creador.
·         Nos encontramos ante una enorme e increíble casualidad.
·         Existen muchos universos y nosotros estamos en el que hace posible nuestra existencia (hipótesis del multiverso).

La probabilidad de la existencia de inteligencia extraterrestre

Distribución estadística normal.
El texto se refiere a una distribución uniforme.



La probabilidad es un concepto matemático bien conocido que se definió inicialmente para cuantificar datos aleatorios en entornos matemáticamente conocidos. Después se ha ido extendiendo a otras situaciones.
Por ejemplo, la probabilidad de que el próximo coche que pase a mi lado tenga una matrícula con las cuatro cifras iguales se calcula dividiendo el número de casos favorables entre el número de casos posibles. El número de casos favorables es diez: 0000, 1111, 2222, ... , 9999. El número de casos posibles es diez mil: 0000, 0001, 0002, ... , 9998, 9999, con una distribución uniforme. Luego la probabilidad mencionada es igual a una milésima. No hemos tenido en cuenta la posible retirada de vehículos de la circulación, que constituye un proceso aleatorio independiente que no debería afectar significativamente el resultado del cálculo.
El problema es que, muchas veces, puede interesar cuantificar los datos en entornos matemáticamente desconocidos. Esto puede ocurrir, por ejemplo, cuando se desconoce el número de casos favorables, o el número de casos posibles, o ambos a la vez. En tales situaciones puede interesar realizar estimaciones de los datos desconocidos, con más o menos incertidumbre. Se habla entonces de probabilidad a priori.

Ciberacoso



En un artículo de Europa Press divulgado el 28 de junio de 2012, que hace referencia a un estudio realizado por Microsoft entre jóvenes de 8 a 17 años, se afirma que un 37% de los jóvenes españoles sufre ciberacoso, o sea, se sienten acosados por Internet. Parece una cifra muy alta, pero es posible que dependa de cómo se defina el acoso.
Leyendo el artículo se descubre que, de los jóvenes encuestados, un 17 por ciento dice haber recibido un trato poco amistoso, un 13 por ciento ser objeto de burlas y un 19 por ciento sentirse insultado. Además, un 24% de los jóvenes admite que acosa a los demás.
Ni en el artículo de Europa Press, ni en el resumen del estudio de Microsoft, se define el trato poco amistoso y las otras formas de ciberacoso. Lo único que se especifica es que los jóvenes encuestados lo consideraron así.

El espejismo de Dawkins

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La traducción al español del título del libro The God Delusion de Richard Dawkins (2006) no es fácil. La palabra inglesa delusion significa un engaño en que alguien cae de forma involuntaria. El título utilizado usualmente en las traducciones castellanas (El espejismo de Dios) me parece acertado, aunque espejismo no sea el equivalente literal de delusion.
Empezaré señalando un par de inconsistencias. Hay muchas más, pero detallarlas todas exige el tamaño de un libro, y eso ya se ha hecho (A.J.Wilson, Deluded by Dawkins?, 2007).
·         En el capítulo 3, Dawkins desmonta el argumento teísta de los admirados científicos religiosos (¿cómo no creer en Dios, si tantos admirados científicos creyeron?). Estoy de acuerdo con él, este argumento no tiene peso. Pero entonces, ¿por qué se empeña en aducir tantas veces el argumento de los admirados científicos ateos? La mitad del capítulo 1 se dedica a contarnos que Einstein no creía en un Dios personal. En el capítulo 2 afirma, más de una vez, que la mayor parte de los políticos fundadores de los Estados Unidos eran ateos, aunque muy pocos se atrevieron a reconocerlo públicamente. (Supongo que por eso imprimieron In God we trust en sus billetes de banco). También sugiere que Thomas Huxley, que inventó la palabra agnóstico para aplicársela a sí mismo, en realidad debía de ser ateo, aunque no lo reconoció por plegarse a las exigencias de la época. Confiesa que Newton... afirmaba ser religioso. Lo mismo hizo casi todo el mundo [en su época]. Le ha faltado poco para afirmar que Newton también fue un ateo oculto.

Esperanza de vida y felicidad

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Primero, la noticia.
Titular: For sheep horns, biggest is not better (Para los carneros, no es mejor tener los cuernos más grandes).
Texto: A veces es mejor ser mediocre. Un nuevo estudio muestra que los carneros con las dos versiones del gen que dan lugar a cuernos más grandes o más pequeños, pasan más de sus genes a la siguiente generación que sus hermanos de cuernos grandes, que se emparejan más a menudo... Los resultados, publicados online en Nature, revelan que los carneros de cuernos grandes se emparejaron más en cada temporada, pero los de cuernos cortos viven más tiempo... y a la larga se emparejaron más que los de cuernos largos.
Mi comentario:

60 preguntas sobre ciencia y fe respondidas por 26 profesores de Universidad

Frente a la idea generalizada de que ciencia y fe son incompatibles, los 26 autores de este libro de la Editorial Stella Maris ofrecen una lectura diferente: despojan a los conocimientos científicos de la capa ideológica con que el materialismo los ha ido recubriendo desde el siglo XVIII, para dejar clara la necesidad de colaboración entre ciencia, razón y fe para ampliar el ámbito de nuestro conocimiento.
Más allá del significado que puedan poseer las convicciones particulares de cada especialista, hay un hecho significativo que podemos tomar como punto de partida: el siglo XX y lo que llevamos del XXI ha asistido al fracaso de las predicciones decimonónicas relativas a la muerte de Dios y el fin inminente de la religión, especialmente la predicción positivista de que el pensamiento religioso moriría a manos de la ciencia. Se puede afirmar que el escenario positivista de la muerte de la religión a manos de la ciencia, ni se ha cumplido, ni lleva visos de cumplirse. Y no se ha cumplido porque estaba equivocado.
El objetivo de este libro es contribuir a la limpieza y rehabilitación de la parte del pensamiento fronteriza entre ciencia y fe, que ha sido devastada por un cientificismo que no supo entender, ni la teología, ni la propia ciencia. Para ello, las sesenta preguntas que contiene el libro se agrupan temáticamente en diez subdivisiones:

El origen de la vida en otros mundos



En un artículo publicado recientemente en los Anales de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos de América, Christopher McKay analiza los requisitos y límites para la vida en otros mundos. Para ello, puesto que no tenemos datos respecto a ningún astro concreto fuera del sistema Solar, y muy pocos respecto a los planetas y satélites de nuestro sistema, aparte de la Tierra, el estudio enfoca los límites para la vida en nuestro mundo y trata de extrapolar los resultados a la posible existencia de vida extraterrestre.
Así, por ejemplo, constata que en la Tierra existen microorganismos extremófilos capaces de sobrevivir en ambientes aparentemente muy hostiles para la vida: entre -15 y 122ºC; en condiciones de sequedad extrema; en una ausencia casi total de luz (100.000 veces menor que el flujo solar que solemos recibir); en presencia de rayos ultravioleta y de radiación ionizante...

¿Para qué sirve un niño?

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La importancia de la investigación básica.

El secretario de la Real Sociedad Británica de Ciencias se levantó y dijo, dirigiéndose a la concurrencia:
Tiene la palabra el señor Faraday.
Señores miembros de la Real Sociedad de Ciencias, invitados y colaboradores: en la conferencia de hoy, en lugar de disertar sobre un tema científico, voy a realizar ante ustedes un experimento. Pero antes, permítanme una breve introducción histórica. Como saben, Oersted, Ampère y Arago han demostrado que la corriente eléctrica puede dar lugar a fenómenos magnéticos. Cuando se coloca una aguja magnética (una brújula) sobre un alambre de cobre inactivo, la aguja toma la dirección norte-sur. Al hacer pasar corriente por el cable, la aguja se desvía. Si el alambre se arrolla en forma de una bobina y se hace pasar corriente, la bobina se comporta como un imán, con dos polos norte y sur, exactamente iguales que los polos correspondientes de un imán ordinario.

Los científicos y la religión

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En 1914, el psicólogo James Henry Leuba realizó una encuesta entre 1000 científicos de los Estados Unidos, seleccionados aleatoriamente, a los que preguntó si creían en un Dios personal, que definió así: un Dios en comunicación intelectual y afectiva con la humanidad, esto es, un Dios a quien se puede rezar, esperando recibir respuesta. Entre los que contestaron a la encuesta, el 41,8% respondió afirmativamente, otro 41,5% negativamente, el resto no supo o no quiso contestar. De ahí, Leuba sacó la conclusión de que, a medida que avanzara la ciencia, la fe en Dios disminuiría, y predijo que a finales del siglo XX prácticamente todos los científicos serían ateos.
En 1996, Larson y Witham repitieron la encuesta de Leuba utilizando exactamente la misma pregunta, para que los resultados fuesen comparables. Descubrieron que la proporción de los que contestaban afirmativamente se mantenía en 39,3%, mientras los que contestaban negativamente pasaban a ser 45,3%. Las cifras eran, por tanto, aproximadamente las mismas que ochenta años antes. Como dicen los autores en su artículo, si en 1914 lo sorprendente era el alto número de ateos, en 1996 lo sorprendente fue el alto número de creyentes.
Estas dos encuestas presentan un problema: Leuba y sus imitadores tienden a considerar ateos a todos los que contestaron negativamente a su pregunta. Pero tanto los ateos, como algunos agnósticos, como los indiferentes, además de los que creen en un Dios no personal, se sentirían obligados a contestar negativamente a una pregunta tan específica.

El quinto nivel de la evolución

La teoría de la evolución está muy bien establecida por la evidencia científica, pero dista mucho de explicarlo todo. Quedan pendientes algunos enigmas, cuya resolución no parece que vaya a ser inmediata. Por ejemplo:
·         El origen de la vida. No tenemos una idea clara de cómo, cuándo y dónde sucedió. Hay muchas teorías, pero ninguna se ha comprobado. Lo que es peor, es muy difícil que sea posible comprobarlas, porque el origen de la vida, más que un hecho científico, es un hecho histórico. Para verificarlo, no basta con reproducirlo en el laboratorio, es necesario encontrar pruebas documentales de que fue así como ocurrió, y no de otra manera. Es muy probable que dichas pruebas sean imposibles de encontrar, porque seguramente se han perdido todos los rastros paleontológicos del origen de la vida.
Los medios de comunicación saludan cada pequeño avance en este campo (como la reciente inserción de un cromosoma fabricado artificialmente en una célula de levadura) como si estuviésemos a punto de conseguir crear vida en el laboratorio. En realidad, estamos muy lejos de hacerlo. Para ello sería necesario mezclar un conjunto de moléculas artificiales (proteínas y ácidos nucleicos), introducirlas dentro de una membrana lípido-proteica, y conseguir que lo que salga de ahí esté vivo, que no sea un cadáver de célula. El último paso es el más difícil, porque en realidad aún no sabemos lo que es la vida.

Precariedad de las teorías científicas

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Respecto a las teorías científicas, es bueno mantener cierta dosis de escepticismo. No se trata sólo de que estas teorías sean siempre simples aproximaciones que se van afinando con avances sucesivos, como pasó con la gravitación de Newton y la relatividad general de Einstein, caso citado en un artículo anterior. También es posible que una teoría científica, después de décadas, siglos o incluso milenios de dominio total, resulte ser simplemente errónea. Esto ha ocurrido tantas veces en todas las ciencias, que no es malo recordarlo con una muestra de algunos de los casos más señeros.
·         En astronomía, la teoría de la quintaesencia de Aristóteles, que sostenía que los cuerpos celestes no están hechos de la misma materia que los de la Tierra, fue la teoría estándar durante casi dos mil años.
·         En matemáticas, el problema de la cuadratura del círculo con regla y compás acaparó esfuerzos durante siglos, hasta que se demostró que no tiene solución. A pesar de ello, los aficionados siguen intentándolo, pero al menos los profesionales ya no tienen que perder el tiempo con las supuestas demostraciones que les presentan regularmente.
Lavoisier
·         En química, la teoría del flogisto, que dominó durante casi un siglo, trataba de resolver el problema de la combustión suponiendo que un cuerpo que se quema pierde una parte de su sustancia (el misterioso flogisto). La realidad resultó ser precisamente la opuesta. En lugar de perder flogisto, los cuerpos que arden absorben oxígeno, como demostró Lavoisier a finales del siglo XVIII.
·         En física, durante casi medio siglo, a finales del siglo XIX, nadie dudó de la existencia del éter, una sustancia misteriosa, con propiedades extrañas, que debía servir de soporte para el desplazamiento de las ondas electromagnéticas. A principios del siglo XX se llegó a la conclusión de que tal éter no existe.

La predicción del futuro social y la corrección política

2001, una odisea del espacio
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Los científicos suelen equivocarse al predecir el futuro de la ciencia. Los escritores de ciencia-ficción también, especialmente cuando tratan de predecir avances técnicos. Considérese la película 2001, una odisea del espacio. Casi todos los avances que propone para ese año resultaron equivocados. Trece años después de la fecha del título, no tenemos una base en la luna, ni viajes tripulados a Júpiter, ni inteligencia artificial propiamente dicha, ni hibernación de seres humanos...

Viene a cuento recordar la tercera ley de la futúrica, formulada por Isaac Asimov, que dice que más importante que predecir acertadamente los avances científicos futuros es predecir sus consecuencias sociales. No habría sido una buena historia de ciencia-ficción la que se hubiese limitado a predecir el automóvil sin prever el problema del aparcamiento.

¿Tiene futuro la investigación científica?

Acelerador LHC del CERN

En las últimas décadas ha proliferado en los países de la Unión Europea y los Estados Unidos la tendencia a dar preferencia a la investigación aplicada sobre la investigación básica. Ya sé que existen convocatorias especiales de financiación para proyectos de investigación básica, pero habría que aclarar qué es lo que entienden por tal los organismos encargados de asignar los presupuestos de investigación.

Esta es la definición que da la Wikipedia de la investigación básica: ciencia o investigación científica que se lleva a cabo sin fines prácticos inmediatos, sino con el fin de incrementar el conocimiento de los principios fundamentales de la naturaleza o de la realidad por sí misma.

La investigación básica por excelencia es la Matemática pura. Otro ejemplo de investigación básica es el esfuerzo de los sistemáticos y taxonomistas por catalogar la biodiversidad. En un mundo amenazado, en el que muchas especies vivas están en peligro de extinción, apenas hemos catalogado la mitad de las existentes (algunos expertos piensan que muchas menos). Se trata de un trabajo con aplicaciones prácticas potencialmente enormes, pero no inmediatas, pues nos exponemos a perder muchas especies que podrían proporcionarnos sustancias útiles. 

Por otra parte, el trabajo de los investigadores (de todos, no sólo de los que se dedican a la investigación básica) se está convirtiendo en una carrera de obstáculos. 
  • Para ser bien evaluados, hay que publicar lo más posible. 
  • Para mantenerse al día, hay que leer cada vez más artículos, en Internet o en revistas especializadas, cuyo número también prolifera. 
  • Hay que dedicar un tiempo considerable (algunos lo evalúan en el 50%) a maquillar las propuestas de proyectos de investigación, de manera que se adapten a lo que los gestores de los fondos de investigación quieren encontrar en ellas. 
No parece muy lejano el momento en que los investigadores no podrán hacer otra cosa que leer y escribir artículos y realizar labores administrativas, sin que les quede tiempo para investigar. Cuando esto ocurra, la investigación científica se detendrá. La tecnología seguirá avanzando por inercia durante bastante tiempo: hubo avances tecnológicos importantes durante la edad Media europea.

Todo esto se complica, porque los criterios utilizados por los gestores de los fondos de investigación cambian con la misma frecuencia que las personas que ocupan dichos cargos. En las últimas décadas, hemos asistido al vaivén entre favorecer los grupos de investigación grandes (que se supone aprovechan mejor los recursos) y pequeños (que pueden estar menos esclerotizados). Por otra parte, la crisis económica ha afectado negativamente los presupuestos dedicados a la formación, con lo que cada vez se hace más difícil encontrar financiación para los doctorandos. La consecuencia es que los grupos de investigación no se remozan ni rejuvenecen, un fenómeno que tiene mayor impacto en los campos de investigación básica sin aplicación inmediata.

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Manuel Alfonseca

La partícula de Dios

Peter Higgs
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Con el descubrimiento hace dos años del bosón de Higgs, la prensa generalista y algunos científicos han lanzado las campanas al vuelo. Tal como lo presentan, este descubrimiento completa la teoría estándar de física de partículas, por lo que ya lo sabemos todo y no necesitamos a Dios. De ahí el nombre impuesto al bosón de Higgs, con el que Higgs, por cierto, no está de acuerdo.
Es verdad que el descubrimiento de una partícula cuya existencia se predijo casi medio siglo antes es un éxito espectacular de la teoría estándar, comparable al éxito que alcanzó en 1846 la teoría de la gravitación universal de Newton con el descubrimiento del planeta Neptuno, cuya existencia había sido predicha poco antes por Le Verrier y Adams. También entonces se dijo que ya lo sabemos todo

Quedaba, es verdad, un cabo suelto, una discrepancia de apenas 43
Urbain Le Verrier
segundos de arco por siglo en la precesión de la órbita de Mercurio. Le Verrier intentó repetir su éxito y predijo que esa discrepancia se debía a un planeta desconocido situado entre Mercurio y el Sol, al que incluso dio nombre: Vulcano. Durante 60 años, los astrónomos buscaron el misterioso planeta sin encontrarlo, porque el problema, en este caso, estaba en la propia teoría de Newton, que acabó convirtiéndose en una primera aproximación y pasó el testigo a una nueva teoría que sí explicaba la discrepancia:
la relatividad general de Einstein.

¿Podría pasarle algo parecido a la teoría estándar de física de partículas? ¿Vendrá también su mayor éxito seguido por su primer fracaso? ¿Queda algún cabo suelto en esta teoría, algo que aún no hemos sabido resolver?

La respuesta a la última pregunta es afirmativa. La teoría estándar de física de partículas tiene pendientes las siguientes cuestiones:

La ciencia es una herramienta

Francis Bacon
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La utopía La nueva Atlántida, de Francis Bacon, contemporáneo de Galileo y pionero de la moderna filosofía de la ciencia, describe una sociedad perfecta que surge automáticamente de la práctica de la ciencia, a la que los habitantes de la isla de Bensalem han convertido en la base de su sociedad y de su gobierno. Como muchos de sus seguidores enciclopedistas, que un siglo después crearon el mito del progreso indefinido (véase mi artículo El mito del progreso en la evolución de la ciencia), Bacon creía que la ciencia del futuro llegará a salvar al hombre, que algún día conseguirá resolver todos los problemas humanos, abriendo paso al paraíso en la Tierra.

Este error es muy frecuente. A menudo se confunden las herramientas con el bien que se puede hacer con ellas, olvidando que las mismas herramientas también pueden emplearse mal. Veamos algunos ejemplos, entre otros miles que podrían aducirse:

·         Un martillo se puede utilizar para colocar una obra de arte donde todo el mundo pueda verla, pero también puede servir para destruirla, como intentó hacer un loco con la Piedad de Miguel Ángel.
·         Un escalpelo puede salvar una vida, ayudando a un cirujano a extirpar un tumor maligno, pero también puede servirle a un asesino para matar a su víctima.
·         Una bomba atómica podría desviar un asteroide que amenaza provocar una catástrofe al estrellarse contra la Tierra, pero también puede obliterar una ciudad, matando a cientos de miles de personas.
Isaac Asimov
·         En un artículo publicado en 1970 (The sin of the scientist, incluido en la colección The stars in their coursesIsaac Asimov se pregunta si la ciencia puede utilizarse para hacer el mal. Su respuesta es inequívoca: ¡Sí!. Y señala, como el peor pecado de los científicos en toda la historia, la invención de los gases venenosos durante la primera guerra mundial (hoy se llaman armas químicas).

La ciencia es una herramienta y las herramientas no son ni buenas, ni malas. Lo que es bueno o malo es el uso que se haga de ellas. La ciencia puede contribuir, y lo ha hecho, a la mejora del mundo y de la humanidad, pero no puede salvar al hombre de su propia maldad, porque también le proporciona mayores medios para ejercerla.

¿Hay, por tanto, algo por encima de la ciencia? ¡Por supuesto! La ciencia estudia los fenómenos y formula teorías para explicarlos. Funciona exclusivamente en el modo indicativo: esto es así (descripción); esto lo causa aquello (explicación). Desde que Aristóteles formalizó la lógica, se sabe que no se puede deducir, de dos premisas en indicativo, una premisa en imperativo. La ciencia no puede llevar a una conclusión del tipo: debes hacer esto y no lo otro.


Como cualquier otra herramienta, la ciencia debe estar bajo el control de la ética. No vale decir: puede hacerse, luego debe hacerse. Gracias a la ciencia, hoy podemos destruirnos a nosotros mismos. ¿Debemos hacerlo?

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Manuel Alfonseca

El tiempo, ¿una ilusión?

Albert Einstein, 1947
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Los físicos tienen tendencia a negar la existencia real del tiempo irreversible y a veces lo consideran una ilusión, un fenómeno psicológico, una apariencia. En una carta de pésame que escribió Einstein en 1955, dijo: ...la distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión, aunque persistente. Curiosa manera de consolar a quien ha perdido a un ser querido. Sus razones para decirlo fueron estas:

·         Si en las ecuaciones de la gravitación universal de Newton se cambia el signo de la variable que representa el tiempo, las ecuaciones no cambian. Si viésemos la película de un proceso gravitatorio, la teoría predice que no seríamos capaces de detectar si la proyección está al derecho o al revés.
·         Lo mismo ocurre con las ecuaciones de Maxwell, que describen el comportamiento de las ondas electromagnéticas.
·         Lo mismo ocurre con las ecuaciones de Einstein, que sustituyen a las de Newton para describir la gravedad.
·         Lo mismo ocurre con la ecuación de Schrödinger, base de la mecánica cuántica.

El problema es que las ecuaciones mencionadas no constituyen toda la física. El segundo principio de la termodinámica implica la existencia de una flecha del tiempo. Y como dijo en 1928 el inventor de este término (Eddington), si tu teoría se opone al segundo principio... le espera el colapso en la más profunda humillación.

Toda teoría física es una abstracción en la que siempre se simplifica, se eliminan partes de la realidad. Si la irreversibilidad del tiempo es una de esas simplificaciones, no es de extrañar que el resultado final sea reversible. En los hechos reales, en cambio, no hay abstracción que valga. Hay que aplicarles a la vez todas las teorías de la física. También el segundo principio de la termodinámica. Si lo hacemos, la supuesta simetría temporal desaparece.

  • Una de las primeras aplicaciones de la teoría de Newton describe la caída de una manzana. Si se
    Newton y su manzana
    proyecta una película que muestra en el suelo varios pedazos de manzana, que de pronto se ponen en movimiento y se reúnen en una sola pieza de fruta, que después sube hacia arriba hasta quedar sujeta a un árbol, ¿tendríamos dificultad para saber si está proyectada al derecho o al revés? El hecho de que no la tengamos es consecuencia del segundo principio de la termodinámica.
  • Esto se aplica también a los movimientos de los cuerpos celestes. Imaginemos una grabación de la órbita de Mercurio en la que se pueda ver el sol. Estudiando el movimiento de las manchas solares podríamos deducir si la película está proyectada al derecho o al revés. Las manchas solares son consecuencia de fenómenos termodinámicos.
  • La desintegración radiactiva es otro ejemplo de un proceso reversible en teoría, pero irreversible en la práctica, hasta el punto de que la proporción de uranio-238 y plomo-206 en una roca nos proporciona un método fiable para calcular su edad. La cadena de desintegraciones del uranio al plomo es muchísimo más probable que la cadena inversa, aunque las teorías físicas digan que podría ser reversible.
  • Diga lo que diga la ecuación de Schrödinger, la mecánica cuántica, en la interpretación de Copenhague, exige la irreversibilidad del tiempo. Si un fotón impacta contra un electrón con cierta energía, el electrón queda en dos estados de espín superpuestos. Si se mide el espín, la superposición cuántica colapsa en un valor positivo o negativo. Este proceso implica una dirección del tiempo: primero viene el impacto del fotón, luego el electrón en dos estados superpuestos, finalmente una medida y un colapso cuántico. El proceso inverso no puede darse.

En todos estos ejemplos, en cuanto se hace intervenir toda la física sin excluir la termodinámica, la supuesta reversibilidad del tiempo desaparece.

Parece que los físicos tienen tendencia a poner sus teorías por encima de la realidad, haciendo lo contrario de lo que exige el método científico. Ni siquiera grandes hombres como Einstein estuvieron exentos de ello.

Otro día hablaremos de la causalidad.

Hilo El Tiempo: Siguiente
Manuel Alfonseca

¿Diseño inteligente o evolución al azar?

Charles Darwin
Como toda teoría científica, la de la evolución será siempre provisional, pero en siglo y medio ha quedado muy bien contrastada. No es probable que venga una revolución que la declare obsoleta o equivocada, quizá tan sólo algún ajuste fino, como le pasó a la física de Newton con la teoria de la relatividad general de Einstein. Cualquier ataque contra la teoría de la evolución debería basarse en la constatación de hechos discrepantes, que hasta ahora no se han presentado.
El problema es que algunos de los que defienden la teoría de la evolución dan un paso más y caen en el mismo pecado del que acusan a sus oponentes, presentando elucubraciones filosóficas y afirmaciones dogmáticas como si fuesen teorías científicas contrastables.
Como cualquier teoría científica, la teoría de la evolución es un conjunto de hipótesis para explicar hechos conocidos, susceptibles de que se pueda demostrar que no son correctas. Se basa en la constatación comprobada de que las especies cambian, y estudia los mecanismos que pueden llevar a ello: mutaciones, ADN, selección natural... Cualquier connotación filosófica que se añada no tiene carácter científico, tanto si se afirma, con los creyentes, que detrás de todo hay un diseño inteligente, como si se dice, con los ateos, que todo es únicamente consecuencia de la casualidad.
Los partidarios de la teoría científica del diseño inteligente aducen supuestas pruebas, como la existencia de órganos y procesos muy complejos (los flagelos rotatorios de las bacterias, ciertos ciclos químicos delos seres vivos) o conductas complicadas (como las avispas que paralizan arañas inyectando veneno en cada ganglio nervioso). Estos argumentos se presentan hoy a veces como si fuesen nuevos e incontestables, cuando muchos tienen más de un siglo de antigüedad y hace tiempo fueron refutados por los biólogos evolucionistas, empezando por el propio Darwin.
Es imposible que las dos partes lleguen a un acuerdo. Si se descubriera algo en los seres vivos que fuese imposible de explicar con nuestros conocimientos actuales, un científico ateo dirá que alguna causa aún desconocida explicará, cuando se descubra, la cuestión pendiente. Por otra parte, aunque todo lo que se sabe sobre los seres vivos fuese compatible con la acción de fuerzas aparentemente casuales, no por ello queda excluida la hipótesis del diseño inteligente, pues Dios puede haber incluido un azar aparente entre las herramientas asociadas a la creación del universo. No se puede negar a Dios la posibilidad de usar mecanismos que nosotros sí podemos utilizar.
Experimento de vida artificial
Existe una rama de la informática (la programación evolutiva) que construye programas de ordenador inspirados en la evolución biológica. Se habla de vida artificial cuando estas técnicas se emplean para construir sistemas de agentes que remedan el comportamiento de los seres vivos. Simulando colonias de hormigas, por ejemplo, se arroja luz sobre el comportamiento de enjambres de seres que actúan juntos, lo que permite formular hipótesis sobre la aparición de entidades de nivel superior, como los organismos pluricelulares o las sociedades humanas.
Un experimento de vida artificial es un ejemplo de diseño inteligente por parte del programador, pero los agentes interaccionan bajo el control de algoritmos seudo-aleatorios, es decir, de algo parecido al azar. Ahora bien, Gregory Chaitin demostró que azar y seudo-azar son matemáticamente indistinguibles. Si alguna vez aparecieran agentes inteligentes en estas simulaciones, no podrían deducir la existencia del programador por experimentación, pues está fuera de su mundo, y podrían llegar a la conclusión falsa de que su existencia es consecuencia del azar. De igual manera, nosotros tampoco podemos demostrar la verdad ni la falsedad de la hipótesis que afirma que el universo no ha sido diseñado por nadie. Por lo tanto, dicha hipótesis debe considerarse extra-científica.
Ni el diseño inteligente ni la evolución puramente casual son teorías científicas, pues es imposible demostrar que sean falsas. Las dos son teorías metafísicas y deben presentarse como tales. Los libros de texto de ciencias naturales no tienen por qué presentar el diseño inteligente como alternativa a la teoría científica de la evolución, pero tampoco deben sugerir que la ciencia ha demostrado que Dios no existe o que el universo y la evolución biológica son consecuencia únicamente del azar, porque estas afirmaciones son falsas. La ciencia no puede demostrar ninguna de esas cosas.

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Manuel Alfonseca
Publicado también en Tecno y Ciencia, 6/3/2012

Confusiones egregias en los medios de comunicación

Las noticias científicas que aparecen en los medios de comunicación suelen contener muchos errores. Lo mismo ocurre con el uso (y abuso) que se hace de las matemáticas y de la estadística. Veamos una muestra:

Yacimiento de icnitas de Aren 
    ·  Noticia publicada el 12 de enero de 2010 en CORDIS, de la que se hizo eco Madri+d: Titular: Un descubrimiento de icnitas provoca la reevaluación de la prehistoria. Texto: ...icnitas de los primeros animales terrestres vertebrados... Crítica: Según el diccionario, prehistoria es el periodo humano  anterior a la invención de la escritura. Llamar prehistoria al tiempo de la aparición de los primeros vertebrados terrestres (que es a lo que se refiere la noticia), es, pues, un abuso del lenguaje.


·         Noticia publicada el 24 de mayo de 2010 en ABC Periódico Electrónico, de la que se hizo eco Madri+d. El titular era: Teletransportan información entre dos átomos separados por 16 kilómetros. Crítica: Aunque el cuerpo de la noticia es correcto, el titular es falso. En primer lugar, no hubo transporte de información. En segundo lugar, los fotones no son átomos.

Claudio Ptolomeo
·         Artículo de Juan Cruz publicado en El País el 28 de abril de 2013, titulado La noche enorme. El texto dice: Dice Savater en su libro Las ciudades y los escritores, que publica Debate, que ese texto escrito “casi como una especie de epitafio póstumo, para Ptolomeo, el famoso astrónomo renacentista”. Crítica: De los muchos Ptolomeos de la historia, el astrónomo famoso es Claudio Ptolomeo, que vivió unos catorce siglos antes del Renacimiento.

·         Noticia publicada en La Vanguardia el 16 de abril de 2013. Titular: El largo adiós. Texto que aparece en la imagen de la página 27A la velocidad actual, el Voyager 1 tardaría unos 4,37 años-luz en llegar [a Alfa Centauri]
Voyager 1
      Crítica: el año-luz no es una unidad de tiempo, sino de distancia. Avisada La Vanguardia, al día siguiente publicó la siguiente corrección: FE DE ERRORES. La nave Voyager 1 tardaría 4,37 años en llegar a la estrella Alfa Centauri, y no 4,37 años luz como se indicaba ayer en la página 27, ya que el año luz es una unidad de distancia y no de tiempo O sea, que la nave Voyager 1 viaja a la velocidad de la luz ¡Errores en la fe de errores...!

·         Noticia publicada en ABC Periódico Electrónico el 4 de septiembre de 2013, de la que se hizo eco Madri+d. El titular es: La civilización egipcia se formó mucho antes de lo que se pensaba. El texto dice: el primer faraón de la dinastía egipcia, el rey Aha, accedió al trono entre el 3111 y el 3045 a.C, hasta 500 años más tarde de lo que se había estimado. Crítica: el titular y el texto se contradicen. En este caso, el texto es correcto, el titular está mal: la civilización egipcia se formó mucho después de lo que se pensaba.

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Manuel Alfonseca