¿Qué es cultura?

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Los políticos y los medios de comunicación no parecen tener muy claro lo que significa cultura. Cuando se habla del mundo de la cultura se engloban usualmente cuestiones tan dispares como las corridas de toros, las celebraciones multitudinarias de música pop, la ópera, el teatro, el cine, los museos, la universidad... etcétera. Esto es un abuso del lenguaje en el que se mezclan cosas que, aunque relacionadas, no son ni mucho menos lo mismo: cultura, espectáculos, entretenimiento y educación.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua define así estos términos (elijo en cada caso la acepción más próxima a lo que estoy diciendo aquí, porque hay otras):
·         Cultura: Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.
·         Educación: Instrucción por medio de la acción docente.
·         Espectáculo: Función o diversión pública celebrada en un teatro, en un circo o en cualquier otro edificio o lugar en que se congrega la gente para presenciarla.
·         Entretenimiento: Cosa que sirve para entretener o divertir.
Si llamamos a las cosas por su nombre, veremos que un acto cultural es una celebración pública en la que los asistentes tratan de aumentar su cultura, de obtener conocimientos que les permitan mejorar su juicio crítico. Un concierto de música clásica, la presentación de un libro, una visita a un museo, son actos culturales. Por el contrario:
1.      Excepto en casos minoritarios, uno no va al cine para aumentar su cultura, sino para divertirse (entretenimiento).
2.      Un festival multitudinario de música pop y una corrida de toros no son actos culturales, sino espectáculos.
3.      Ir a la ópera o al teatro puede mejorar la cultura de los asistentes, pero la representación en sí  no es un acto cultural, sino un espectáculo (especialmente cuando el director de escena aprovecha una obra clásica para expresar su originalidad o para escandalizar al público).

4.      Los profesores universitarios pertenecen al mundo de la  cultura si realizan labor divulgativa, pero esa no es su  actividad principal. La educación y la investigación sí lo son.


Cuando los medios hablan del mundo de la cultura y engloban en él a actores, músicos pop (algunos de los cuales no saben música y lo reconocen públicamente), e incluso a pinchadiscos, están hablando en realidad del mundo del espectáculo.

Llamemos a las cosas por su nombre.

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Manuel Alfonseca

Saber decir "NO SÉ"

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No sé. Parece muy sencillo. ¿Por qué casi nadie lo dice?

Hace algunos años, cuando se puso de moda en los periódicos de mayor difusión publicar miniencuestas en vivo, acompañadas por fotos, realizadas a cuatro o cinco personas de la calle sobre algún tema de actualidad, observé con sorpresa que, cualquiera que fuese la pregunta de la encuesta, ni uno solo de ellos contestaba nunca no sé. Todos tenían perfectamente claro lo que debían decir en cada caso.

Y eso que algunas de las preguntas tenían miga: 
  • ¿Qué haría usted para terminar con la guerra civil en Yugoslavia? 
  • ¿Cómo resolvería el problema del paro? 
  • ¿Cómo pondría usted coto al terrorismo? 
Siempre, siempre tenían respuesta. Cuando yo me hacía esas mismas preguntas, si trataba de ser sincero conmigo mismo, llegaba a la conclusión de que no tenía la menor idea. Es obvio que los gobernantes de los principales países del mundo tampoco la tenían, porque de lo contrario habrían hecho algo que sirviera para acabar con esos problemas. ¿Es que el hombre de la calle sabe más que ellos? ¿O quizá los periódicos filtran la información y no publican a quienes contesten no sé a sus preguntas? Ahora que lo pienso, tampoco los políticos dicen nunca no sé, aunque su modo de actuar demuestre a las claras su ignorancia.

Como profesor de la universidad, nunca he tenido empacho en contestar no sé a una pregunta de mis alumnos. ¿Por qué no voy a hacerlo? No tengo obligación de saberlo todo, ni siquiera sobre las asignaturas que imparto. A veces añado: lo miraré. Es decir, no lo sé, pero puedo investigarlo, tratar de descubrir la respuesta. Recordando, por otra parte, que no todas las preguntas la tienen.

Es curioso: usualmente, las únicas personas que contestan no sé en la prensa suelen ser científicos. Precisamente los que se supone que saben más. Y a veces esa respuesta levanta las iras de otros, que seguramente saben menos que ellos. El 14 de enero de 2010, LaVanguardia entrevistó a Michael Griffin, que fue director de la NASA de 2005 a 2009. La entrevistadora intentó hacerle dar su opinión sobre una serie de puntos:

  • ¿Hay vida en Marte? 
      Conozco personas que piensan que sí, pero no sé si es o no correcto.

  • ¿Hay vida fuera de la Tierra?
No sé, yo no tengo respuesta. Prefiero esperar.

  • ¿Cuál es el futuro de la exploración espacial?
No sé, aunque espero que se construya una base en la luna y se envíe una misión tripulada a Marte.

  • ¿Qué piensa del programa SETI, la búsqueda de vida extraterrestre inteligente?
      No sé qué decir.


  • ¿Y el calentamiento climático?
No sabemos lo suficiente para que yo me posicione.

Al día siguiente el mismo periódico publicó una carta de un lector que tildaba a Griffin de escurridizo porque no quería dar su opinión. Ni por un momento se le ocurrió al lector que es posible no tener opinión sobre una cuestión concreta. Que es posible no saber.

Pero claro, la corrección política dominante, ese nuevo dogmatismo y forma de censura, no nos permite mantener la mente abierta, no nos deja decir no sé. Es obligatorio repetir los mantras del pensamiento único, so pena de ser considerados antisociales y criticados sin misericordia.

También en esto los políticos deberían aprender de los científicos.

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Manuel Alfonseca

Solución al problema de la máquina del tiempo

En el segundo escenario, lo que pasó fue esto: 
A las 16:01, el Max original viajó al futuro en la segunda máquina del tiempo. Cuando llegó, encontró allí esperándole al segundo Max y la primera máquina del tiempo. Cambió de máquina y volvió al pasado, llegando a las 15:59. Después de cambiar de máquina otra vez, viajó al futuro en la máquina del tiempo original. Jamás regresó.

Solo son posibles estos dos escenarios. Cualquier otro que se intente construir sería inconsistente (podéis intentarlo y lo veréis).

Consecuencias: 

Observad que la línea del tiempo para la máquina es la misma en los dos escenarios. Lo único que varía es la línea del tiempo del viajero.

  1. En el escenario 1, el viajero no cambia de máquina, ni en el presente, ni en el futuro.
  2. En el escenario 2, el viajero cambia de máquina en el presente y en el futuro.
Luego, si el viaje en el tiempo fuese posible, el viajero no sería libre. Lo que hace en el presente determina forzosamente lo que tendrá que hacer en el futuro. Si se cambia de máquina ahora, tiene que cambiarse en el futuro; si no se cambia ahora, no puede cambiarse en el futuro.

Conclusión: 

Nadie pone en duda que un ser humano es libre de tomar una decisión tan elemental como cambiar o no cambiar de silla. 

Luego hay que deducir que los viajes en el tiempo (hacia el pasado) son imposibles.

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Manuel Alfonseca

El problema de la máquina del tiempo

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Voy a proponeros un problema que puede tener consecuencias interesantes sobre la (im)posibilidad de realizar viajes en el tiempo. Plantearé el problema por medio de dos viñetas de ciencia-ficción. Podéis intentar resolverlo. Si lo conseguís, poned comentarios a esta entrada del blog. La semana que viene explicaré la solución y sus consecuencias.

Primera viñeta

A las 15:55, Max me dijo:
—Acabo de inventar una máquina del tiempo. ¿Quieres verla?
Naturalmente, acepté. 
  • A las 15:58, Max y yo llegábamos a la habitación donde estaba la máquina, cuyo aspecto era el de
    una simple silla metálica. La maquinaria parecía estar debajo del asiento.
  • A las 15:59, mientras Max y yo contemplábamos la máquina desde la puerta de la habitación, apareció súbitamente una segunda máquina, copia exacta de la primera, al lado de esta. En la segunda máquina estaba sentada una copia exacta de Max. Max y yo nos quedamos asombrados mirándolo.
  • A las 16:00, el Max original atravesó la habitación, se sentó en la máquina original, pulsó un control y desapareció hacia el futuro. La copia de Max, sentada en la copia de la máquina, observó atentamente lo que hacía.
  • A las 16:01, la copia de Max pulsó un control en la copia de la máquina y desapareció hacia el futuro. Ni Max ni la máquina volvieron jamás.








Después de pensar un rato, imaginé lo que había sucedido: a las 16:00, Max viajó en su máquina del tiempo hacia el futuro, pero al llegar invirtió el sentido del viaje y volvió hacia el pasado, hasta el punto de partida, pero se pasó ligeramente de la fecha prevista y llegó a las 15:59. Después de observar cómo el Max original partía en la máquina del tiempo original a las 16:00, volvió de nuevo al futuro a las 16:01. Jamás regresó.





En la figura, la línea azul representa a Max, mientras la línea de trazos roja representa a la máquina del tiempo.