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La maldición de Chalion, escrita por Lois McMaster Bujold, es una de las mejores novelas de fantasía de los últimos años. Pertenece a esa categoría rara, a la que también pertenecen El Señor de los Anillos de Tolkien, Perelandra de C.S. Lewis, Cántico a San Leibowitz de Walter M. Miller Jr. u Órbita ilimitada de Poul Anderson, que combinan una interesante trama de aventuras con importantes dilemas éticos y preguntas profundas sobre la naturaleza del hombre y de Dios.
La maldición de Chalion, escrita por Lois McMaster Bujold, es una de las mejores novelas de fantasía de los últimos años. Pertenece a esa categoría rara, a la que también pertenecen El Señor de los Anillos de Tolkien, Perelandra de C.S. Lewis, Cántico a San Leibowitz de Walter M. Miller Jr. u Órbita ilimitada de Poul Anderson, que combinan una interesante trama de aventuras con importantes dilemas éticos y preguntas profundas sobre la naturaleza del hombre y de Dios.
En esta novela, tan hábilmente diseñada como su saga de Vorkosigan, Lois
McMaster Bujold ha llevado más lejos los límites de la sub-creación, tal como la
define Tolkien en su artículo On fairie stories. Nos presenta, no sólo un
universo imaginario coherente, sino también un Dios extraño, que en lugar de
tres personas tiene cinco, junto con importantes diferencias respecto al Dios del
que normalmente hemos oído hablar.
Cazaril, el héroe, es claramente una figura de Cristo. Su muerte se
convierte en la puerta entre los mundos, a través de la cual una de las
personas divinas entra en el mundo de la materia para levantar la maldición de
Chalion, una especie de pecado original. En cierto sentido, incluso, resucita.
Este paralelo, sin embargo, no fuerza la lógica de la novela, sino que se
incrusta en ella de forma natural. Se podría decir que ocurre al revés: la trama
define el mensaje y hace que tome la forma apropiada para el mundo que
describe, demostrando la maestría literaria de la autora.