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jueves, 2 de julio de 2020

Propuestas de reforma de calendario

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Como vimos en el artículo anterior de estos hilos, el calendario Gregoriano es prácticamente perfecto en cuanto a la duración del año, pues su error es de unos tres días cada diez mil años, por lo que no tendremos que preocuparnos de introducir nuevas correcciones hasta después del año 3500, aproximadamente.
Sin embargo, el calendario afecta también la distribución del año en meses, semanas y días. Y ahí, nuestro calendario tiene algunos inconvenientes: por un lado, los meses tienen duraciones variables; por otro, la semana y el año son inconmensurables: un año ordinario de 365 días contiene 52 semanas y un día; un año bisiesto, 52 semanas y dos días. Por ello, la posición de cada día del mes dentro de la semana va variando al pasar de un año al siguiente. Por ejemplo: el 1 de julio del año 2020 fue miércoles; la misma fecha del año 2021 será jueves; en el 2022 será viernes; en el 2023, sábado; y en el 2024, lunes. El salto es de un día en los años normales y de dos días en los bisiestos para los días posteriores al 29 de febrero, y en el año siguiente para los anteriores. Por eso el nombre inglés de los años bisiestos es leap year (el año del salto), pues la sucesión de los días de la semana que ocupa una fecha dada a lo largo de los años sufre una discontinuidad.

jueves, 18 de junio de 2020

El calendario gregoriano

Roger Bacon
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Después de la caída del imperio romano de occidente, el calendario juliano mantuvo su vigencia durante más de un milenio. Aunque muy aproximado, no era perfecto. La duración que asignaba al año era de 365,25 días, mientras su duración real es de 365,2421988… días. Por consiguiente, el error cometido es de 0,0078011... días por año, unos 11 minutos y 14 segundos, lo que puede parecer poco, pero a lo largo de mil años se acumulan varios días. El error asciende aproximadamente a un día cada 128 años, o unos tres días cada 400 años.
En el siglo XIII, desde el concilio de Nicea, se habían acumulado ocho días de diferencia, por lo que el equinoccio de primavera ya no caía en el 21 de marzo, sino que se había adelantado al 13 del mismo mes. El filósofo y científico inglés Roger Bacon se dio cuenta. En 1263, escribió al papa Urbano VII explicándolo. Sin embargo, aunque el proyecto de Bacon contó con el apoyo de su sucesor, el papa Clemente IV, la época no era propicia para reformas: el Sacro Imperio Romano-Germánico de los Hohenstaufen se había venido abajo. La segunda mitad del siglo XIII se caracteriza, en Europa central, por la lucha de facciones: güelfos y gibelinos en Italia. En esas condiciones, no se emprendió ninguna reforma del calendario. Tampoco tuvieron éxito, dos siglos más tarde, los intentos del erudito alemán Nicolás de Cusa y del astrónomo alemán Regiomontano.