Como vimos en el artículo
anterior de estos hilos, el calendario Gregoriano es prácticamente perfecto en
cuanto a la duración del año, pues su error es de unos tres días cada diez
mil años, por lo que no tendremos que preocuparnos de introducir nuevas
correcciones hasta después del año 3500, aproximadamente.
Sin embargo, el calendario afecta también la distribución del año en
meses, semanas y días. Y ahí, nuestro calendario tiene algunos
inconvenientes: por un lado, los meses tienen duraciones variables; por otro,
la semana y el año son inconmensurables: un año ordinario de 365 días contiene
52 semanas y un día; un año bisiesto, 52 semanas y dos días. Por ello, la
posición de cada día del mes dentro de la semana va variando al pasar de un año
al siguiente. Por ejemplo: el 1 de julio del año 2020 fue miércoles; la misma
fecha del año 2021 será jueves; en el 2022 será viernes; en el 2023, sábado; y
en el 2024, lunes. El salto es de un día en los años normales y de dos días en
los bisiestos para los días posteriores al 29 de febrero, y en el año siguiente
para los anteriores. Por eso el nombre inglés de los años bisiestos es leap
year (el año del salto), pues la sucesión de los días
de la semana que ocupa una fecha dada a lo largo de los años sufre una
discontinuidad.