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jueves, 11 de junio de 2020

El calendario de Roma

Moneda conmemorativa de Numa Pompilio
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De acuerdo con Plutarco, el calendario romano fue instaurado por el segundo rey de Roma, Numa Pompilio (753-674 a.C.), quien al principio habría dividido el año en diez meses que empezaban en marzo, dando nombres numéricos a los meses quinto a décimo, pero posteriormente añadió dos meses más (enero y febrero), trasladando el principio del año al 1 de enero. Los meses del calendario romano primitivo, por tanto, eran estos: Ianuarius, Februarius, Martius, Aprilis, Maius, Junius, Quintilis, Sextilis, September, October, November, December. Se observará que, al añadir dos meses por delante, los números de orden de los meses quinto a décimo pasaron a ser séptimo a duodécimo, pero los nombres ya estaban establecidos y nadie se molestó en adaptarlos a la nueva situación. Plutarco comenta así el origen de los nombres de los meses:
El primer mes, consagrado por Rómulo a Marte, se llamó Martius, y el segundo Aprilis, denominado así por Afrodita, que es Venus, porque en él se hacen sacrificios a esta Diosa... Al que sigue por orden, le dicen Maius por Maia, porque está consagrado a Mercurio [hijo de Maia]; y a Iunius lo denominan así por la diosa Juno. Mas hay algunos que sostienen que estos toman su denominación de la edad más anciana y más joven; porque a los más ancianos se les llama maiores, y a los más jóvenes iuniores... El primero, Ianuarius, viene de Jano [el dios de las puertas].
Los meses romanos eran lunares, de 28 y 29 días alternados. Como doce meses lunares se quedan cortos en algo más de 11 días en el cómputo del año, cada cierto tiempo se añadía un mes adicional (el mes número trece), pero no se estableció un sistema regular para añadirlo, como sí hicieron en Babilonia y Grecia. La decisión de añadir ese mes adicional la tomaba el pontífice máximo, principal autoridad religiosa. Pero este cargo era político y entraba en el juego de partidos, que cobró especial virulencia en los últimos años de la república. Como las magistraturas políticas duraban un año, los pontífices insertaban el mes adicional cuando deseaban prolongar el gobierno del partido que ostentaba el poder, y lo omitían cuando los magistrados eran del partido contrario. El resultado fue caótico. A mediados del siglo I a.C., el error acumulado ascendía a ochenta días: casi una estación.