![]() |
William Blake |
Todos sabemos que el tiempo
físico transcurre regularmente, pero que el tiempo interno (nuestra sensación del paso del tiempo) es muy variable. Los dos no
tienen por qué coincidir. A veces, para nuestro tiempo interno, parece que
pasan horas en un minuto, mientras que otras veces las horas se nos pasan en un
vuelo. Un poeta inglés, William Blake, lo expresó muy bien en un poema famoso:
Para ver un
Mundo en un Grano de Arena
Y un Cielo
en una Flor Silvestre,
Sostén el
Infinito en la palma de la mano,
Y la
Eternidad en una hora.
(Augurios de Inocencia, 1803?)
Hay una larga historia de obras literarias en las que un personaje
entra en éxtasis, estético o religioso, o simplemente se duerme, y al volver a
la realidad descubre que han pasado muchos años, a veces siglos. Este subgénero
(llamado por los eruditos leyendas de durmientes) tiene representantes en
muchas literaturas, como explica María Luisa Burguera Nadal en su libro De unitate
speculorum. Estudios de literatura comparada. En la literatura
española se plasma en la leyenda del monje y el pajarillo o leyenda de
San Virila, asociada al monasterio de Leire, que aparece también en
la cantiga CIII de las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio y en otras
fuentes, como una versión de Ramón María del
Valle-Inclán en Aromas de leyenda. En ella, un monje que entra
en éxtasis mientras oye cantar a un pajarillo, descubre al despertar que han
pasado tres siglos. Entre los lays franceses medievales hay una leyenda del caballero
Guingamor, que llegó a una ciudad maravillosa y permaneció en
ella tres días, y al salir comprobó que habían pasado tres siglos. Y en la
literatura de los Estados Unidos es famoso el cuento de Washington Irving
titulado Rip
van Winkle, cuyo protagonista se queda dormido una noche y se
despierta 20 años después.