Según
casi todas las evaluaciones nacionales e internacionales, la enseñanza
española, en los niveles elemental y medio, deja mucho que desear. Los
estudiantes llegan a la universidad sabiendo menos que en planes anteriores, lo que obliga a rebajar también el nivel universitario o a utilizar remedios desesperados, como la implantación de cursos cero. En
cambio, las editoriales de libros de texto parecen haberse lanzado a
una carrera de contenidos. Se supone que el bachillerato debe proporcionar a
los alumnos una formación general, no especializada. Sin embargo, en algunas materias, como química y biología, se les obliga a aprender cuestiones o a resolver problemas que deberían encontrarse en la universidad, varios cursos más tarde. Parece un contrasentido que se fuerce a los alumnos a aprender cada vez más, pero
cada vez sepan menos.