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Jean-Henri Fabre |
En 1879, el entomólogo francés J. H. Fabre estudió muchas especies de himenópteros (avispas y abejas solitarias) que capturan otros insectos para que sirvan de alimento a sus larvas. Por eso se los conoce usualmente como himenópteros cazadores (mal llamados himenópteros parásitos). Antes de poner el huevo, el himenóptero paraliza a la presa, inyectando con su aguijón una gota de veneno en cada uno de los ganglios (centros de control descentralizados) de su sistema nervioso. En alguna especie, como Ammophila hirsuta, que captura orugas de lepidóptero, el número de ganglios es grande (hasta 12, uno por cada segmento de la oruga). A pesar de ello, el cazador parece conocer exactamente los puntos donde debe clavar el aguijón.
Una
vez paralizada la presa y puesto el huevo, la diminuta larva del himenóptero se
introduce en su interior y comienza a devorarla. Al hacerlo, exhibe un aparente
conocimiento
innato de la anatomía de la presa, pues va devorando primero las partes
menos necesarias para la vida, dejando para el final los órganos vitales. Así
evita que la oruga muera demasiado pronto y se pudra, con lo que no podría alimentar
al predador, que moriría inexorablemente.
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Ammophila sabulosa trasladando una oruga capturada |