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jueves, 23 de junio de 2016

La Tierra hueca en la religión y la literatura



La idea de que el interior de la Tierra es hueco y habitado es probablemente tan vieja como el hombre. En casi todas las religiones antiguas, los habitantes de la Tierra hueca son los muertos. El origen de esta creencia depende quizá de la costumbre de enterrar los cadáveres, que se remonta al menos hasta el hombre de Neanderthal. Los volcanes y movimientos sísmicos contribuyeron también a esta idea, y las cavernas que se hunden en las entrañas de la Tierra parecían ser las entradas del mundo subterráneo.
En el antiguo Egipto, la supervivencia después de la muerte se convirtió en obsesión. Al principio, el faraón, como representante de los dioses, era el único que podía alcanzar la inmortalidad, pero el privilegio se extendió a otras personas. Hacia el segundo milenio A.E.C., la democratización de la otra vida era completa. Para los egipcios, los muertos son juzgados por un tribunal de cuarenta y dos dioses, presididos por Osiris, señor del mundo subterráneo. La vida ultra-terrena se consideraba simple continuación de esta. Por eso llenaban las tumbas de objetos útiles, de figurillas de esclavos y trabajadores, para que desempeñen el papel de sirvientes y libren al difunto de los trabajos que tenga que hacer en la otra vida. Pero los muertos egipcios no se pasan todo el tiempo bajo tierra. De noche salen, con un farol, a pasearse por el cielo: son las estrellas.