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Esta novela, una de mis favoritas
del género de ciencia-ficción, pertenece al subgénero catastrofista,
también llamado postapocalíptico.
Su argumento resumido es este:
Una guerra atómica ha destruido nuestra civilización. Después de la catástrofe, las masas supervivientes odian la ciencia y los libros, pues los consideran responsables de la tragedia. Igual que tras la caída del Imperio Romano, La Iglesia Católica se encarga de recoger los restos del conocimiento y conservarlos para la posteridad, por si algún día surge una nueva civilización capaz de entenderlos. Pero cuando esto ocurre, la historia se repite y el hombre vuelve a autodestruirse.