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Peter Higgs |
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Con
el descubrimiento hace dos años del bosón de
Higgs, la prensa generalista y
algunos científicos han lanzado las campanas al vuelo. Tal como lo presentan,
este descubrimiento completa la teoría estándar de física de partículas, por lo
que ya lo sabemos todo y no necesitamos a Dios. De ahí el nombre impuesto al
bosón de Higgs, con el que Higgs, por cierto, no está de acuerdo.
Es
verdad que el descubrimiento de una partícula cuya existencia se predijo casi
medio siglo antes es un éxito espectacular de la teoría estándar, comparable al
éxito que alcanzó en 1846 la teoría de la gravitación universal de Newton con
el descubrimiento del planeta Neptuno, cuya existencia había sido predicha poco
antes por Le Verrier y Adams. También entonces se dijo que ya lo sabemos todo.
Quedaba, es verdad, un cabo suelto, una discrepancia de apenas
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Urbain Le Verrier |
segundos de arco por siglo en la precesión de la órbita de Mercurio. Le
Verrier intentó repetir su éxito y predijo que esa discrepancia se debía a un
planeta desconocido situado entre Mercurio y el Sol, al que incluso dio nombre:
Vulcano. Durante 60 años, los astrónomos buscaron el misterioso planeta sin
encontrarlo, porque el problema, en este caso, estaba en la propia teoría de
Newton, que acabó convirtiéndose en una primera aproximación y pasó el testigo
a una nueva teoría que sí explicaba la discrepancia: la relatividad general de Einstein.
¿Podría
pasarle algo parecido a la teoría estándar de física de partículas? ¿Vendrá
también su mayor éxito seguido por su primer fracaso? ¿Queda algún cabo suelto
en esta teoría, algo que aún no hemos sabido resolver?
La
respuesta a la última pregunta es afirmativa. La teoría estándar de física de
partículas tiene pendientes las siguientes cuestiones: