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jueves, 4 de junio de 2020

El misterio del Planeta X

Urbain Le Verrier
En 1845, unos 60 años después del descubrimiento del planeta Urano, el astrónomo francés Urbain Le Verrier trató de resolver el problema planteado por las discrepancias de algunos minutos de arco detectadas entre la órbita observada de este planeta y las predicciones realizadas aplicando la teoría de Newton. Le Verrier pensó que el problema se resolvería si existiese otro planeta desconocido más allá de Urano. El 23 de septiembre de 1846, el astrónomo alemán Galle descubrió ese nuevo planeta, que recibió el nombre de Neptuno. El éxito de la predicción se convirtió en una noticia científica de primer orden y dio un espaldarazo a la teoría de la gravitación de Newton.
Durante décadas, algunas irregularidades aún no explicadas en las órbitas de Urano y Neptuno se atribuyeron a la existencia de otro posible planeta, situado aun más lejos del sol. En 1906, Percival Lowell emprendió en su observatorio privado de Falstaff, Arizona, un programa para la búsqueda del planeta X, así llamado, no por su número de orden (que sería el 9), sino porque la letra X representa tradicionalmente la incógnita, lo desconocido, en una expresión matemática. En 1930, después de la muerte de Lowell, Clyde Tombaugh descubrió Plutón, que pasó a ser considerado el planeta número 9, pero como su pequeña masa era insuficiente para explicar las discrepancias, la X del nombre del planeta X pasó automáticamente a significar también el número 10, lo que estaba de acuerdo con el significado de esa letra en el sistema romano de numeración.
En 1987, la búsqueda del planeta X seguía siendo infructuosa. Del análisis de las órbitas de las cápsulas espaciales Pioneer X y XI se dedujo que ninguna de esas cápsulas se había visto sometida a la influencia del misterioso planeta X, por lo que, si dicho planeta existiera, debía encontrarse en una órbita muy elíptica, inclinada al menos 30º respecto al plano de la órbita de las dos cápsulas espaciales.
En 1992 se propuso que el planeta X podía no ser un planeta, sino un enjambre de astros del tamaño de Plutón (mil por lo menos). En 1999, tras el análisis de las órbitas de los cometas, se propuso la existencia de un planeta del tamaño de Júpiter (o incluso mayor), a 25.000 unidades astronómicas del sol. Una unidad astronómica (1 UA) es la distancia de la Tierra al sol. Esta posibilidad fue eliminada cuando las observaciones del satélite WISE de la NASA descartaron la posibilidad de que haya un astro desconocido del tamaño de Saturno a menos de medio año-luz del sol (unas 30.000 UA). Tampoco puede haber ningún astro del tamaño de Júpiter a menos de 1,5 años-luz (90.000 UA).
En 2001, analizando la órbita del cometa 2000 CR105, se propuso para explicarla la existencia de un planeta desconocido, de tamaño intermedio entre Marte y la Tierra, a la altura del cinturón de Kuiper, una acumulación de objetos situada más allá de Neptuno, entre 30 y 55 unidades astronómicas del sol.
Plutón
El 24 de agosto de 2006, la Unión Astronómica Internacional decidió despojar a Plutón del título de planeta, rebajándole a la categoría de planeta enano o plutoide, en la que se clasificaron también otros astros, como Ceres, el más grande de los asteroides, y Eris, más masivo que Plutón y situado más lejos que este. Con ello, automáticamente, el planeta X pasaba a ser de nuevo conocido con el nombre alternativo de planeta 9, y el doble sentido de la letra X dejaba de ser aplicable.
A partir de 2016, el análisis de las órbitas de varios astros recientemente descubiertos en el cinturón de Kuiper y la realización de simulaciones sugirieron la idea de que podía haber un planeta desconocido, hasta 10 veces mayor que Tierra, u otro astro de masa equivalente, a 500 o 600 UA del sol. En comparación, la distancia de Neptuno al sol es de menos de 30 unidades astronómicas y su masa unas 17 veces la de la Tierra.
De Investigación y Ciencia, Abril 2016
La última teoría sugiere que el planeta 9 podría no ser un planeta, sino un agujero negro primordial unas 10 veces más masivo que la Tierra, situado a unas 500 UA del sol, que se habría formado poco después del Big Bang, lo que lo haría mucho más difícil de detectar que si fuese un planeta. Sin embargo ya hay propuestas para su localización, como una, planteada en 2020, que consistiría en enviar a la zona prevista una flota de naves espaciales de unos 100 gramos cada una, aceleradas mediante rayos láser hasta una velocidad de 300 km/segundo, con la que podrían llegar a esa distancia en unos 10 años, y que enviarían pulsos de radio que permitirían detectar si las pequeñas sondas se habían visto sometidas, en alguna parte de su trayectoria, a la atracción de un astro desconocido. Edward Witten, uno de los autores de la propuesta, se muestra escéptico y dice que no está claro que esta propuesta sea práctica, mientras otros investigadores, como Mike Brown, sostienen que hay cero razones para sospechar que el planeta 9 es un agujero negro.
Entre tanto, ha habido otras opciones. Una teoría que se remonta a 1984 sostiene que el sol podría ser parte de un sistema binario de estrellas, y que su compañera (apodada Némesis, la diosa griega de la venganza) tendría que moverse por una órbita extremadamente alargada que la llevaría a una distancia máxima del sol de 88.000 unidades astronómicas (más de un año-luz). Cuando la estrella, que podría ser una enana marrón (lo que la haría muy difícil de localizar) se acercara al sol una vez cada 26 millones de años, su influencia sobre los cometas de la nube de Oort haría que muchos de ellos se precipitaran sobre el sistema solar interior. Sus impactos con la Tierra causarían extinciones masivas, como la del final del Cretácico que acabó con los dinosaurios. Esta teoría perdió peso cuando se comprobó que el periodo de 26 millones de años de las extinciones masivas podía, después de todo, ser un artefacto estadístico.
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Manuel Alfonseca