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jueves, 20 de abril de 2017

Otra predicción fallida

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Como sabéis, me encanta señalar los errores que cometen quienes hacen predicciones de futuro. Desde que era poco más que un adolescente, he ido guardando recortes de prensa y de revistas científicas en los que se hacían pronósticos más o menos razonables sobre la evolución de la ciencia y la tecnología. En algún artículo anterior he señalado que dichas predicciones rara vez se cumplen, incluso cuando las hacen personas que son a la vez científicos expertos y visionarios, autores famosos de ciencia-ficción, como Arthur C. Clarke o Isaac Asimov.
Acabo de desenterrar un artículo publicado por Alexander Kusko en la revista IEEE Spectrum en abril de 1968, con el siguiente título:
Predicción del desarrollo de los sistemas de energía entre 1968 y 2030
Y el siguiente subtítulo:
Si predecimos las tendencias en el diseño de los sistemas de energía de los próximos 60 años, estaremos mejor equipados para resolver algunos de los problemas técnicos y sociológicos a los que esa industria debe enfrentarse hoy.
Las suposiciones en que se basaron las predicciones de Kusko fueron las siguientes:
  1. La población se triplicará. ¿Qué pasó en realidad? La población mundial en 1968, según datos de la ONU, era de unos 3.500 millones de personas. La población mundial en 2015 era de 7.350 millones. De acuerdo con las previsiones de la ONU, la población mundial en 2030 ascenderá a un número comprendido entre 8.200 y 8.800 millones de personas. Muy lejos de los 10.500 millones previstos por Kusko.

jueves, 26 de mayo de 2016

Decepción ante las previsiones excesivamente optimistas

Arthur C. Clarke
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El futuro es impredecible. La revolución informática que comenzó en los años 80 con el auge del ordenador personal, siguió en los 90 con la expansión mundial de Internet, y continuó en la primera década de este siglo con los teléfonos móviles inteligentes, cogió por sorpresa a casi todos los futurólogos. Hace medio siglo, todos predecían que en el futuro los ordenadores serían cada vez más grandes. En realidad, se hicieron cada vez más pequeños. En 1965, algo parecido a Internet parecía una predicción para finales del siglo XXI (véase el cuento de Arthur C. Clarke, Dial F for Frankenstein). Mirando hacia el pasado, muchos de los avances científicos del siglo XX fueron sorprendentes. ¿Por qué entonces nos empeñamos en hacer predicciones, si luego no se cumplen?
El número de marzo de 2016 de la revista Investigación y Ciencia contiene un artículo titulado Neurociencia: cómo evitar el desengaño, del catedrático de Valladolid Alfredo Marcos, en el que revisa algunas de las predicciones modernas de los investigadores sobre el cerebro humano, que considera demasiado optimistas. Si estas previsiones no se cumplen, como es de esperar, la decepción de la opinión pública y los gobiernos que patrocinan y financian estos esfuerzos científicos podría dar lugar a una ola de excesivo escepticismo. Veamos algunas de sus palabras:
Por mucho que aprendamos sobre el cerebro, no esperemos que nos brinde la curación inmediata de todos nuestros males médicos y sociales, desde el alzhéimer hasta la violencia, ni mucho menos las claves de la existencia humana.

jueves, 19 de marzo de 2015

¿Está a nuestro alcance la inmortalidad?

Arthur C. Clarke
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En 1965 Arthur C. Clarke publicó un cuento corto, titulado Dial F for Frankenstein, que después se publicó en la colección The wind from the sun: stories of the space age. En ese cuento Clarke proponía el siguiente escenario:
Cuando todos los sistemas telefónicos mundiales queden conectados a través de satélites geoestacionarios, el número de componentes de dicho sistema será superior a la del cerebro humano. Como el sistema tendrá acceso a la información contenida en todos los ordenadores del mundo, que estarán conectados a la red, tendremos un sistema muy complejo provisto de una cantidad de información elevadísima. Si la consciencia surge de modo automático de un sistema como ese, dicha red de ordenadores conectados telefónicamente debería ser consciente y, al ser muy superior a cualquier cerebro humano, tomará el control de la Tierra.