La investigación científica se ha
convertido en una carrera contra el reloj. Los investigadores se ven obligados
a publicar cuanto más mejor en ciertas revistas, porque su sueldo depende de
ello. Otra de sus obligaciones es proponer proyectos de investigación que
reciban financiación oficial, de la que dependerá su capacidad de contratar
becarios y financiar doctorandos, y la posibilidad de realizar viajes y pagar
inscripciones a congresos donde presentarán el estado de sus investigaciones.
El problema es que algunos investigadores carecen de la imaginación suficiente para diseñar y proponer proyectos de investigación nuevos. ¿Cuál es la consecuencia? Que a menudo plantean problemas cuya solución todo el mundo conoce, y diseñan un plan de investigación para demostrarlo estadísticamente o de otra manera que parezca científica. Si el diseño es suficientemente astuto, las entidades oficiales que conceden proyectos se sentirán inclinadas a financiarlo. Por otra parte, al hacer esto, los investigadores apuestan sobre seguro, pues saben cuál va a ser el resultado de sus investigaciones antes de realizarlas.