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jueves, 2 de mayo de 2019

¿Se investiga bien?

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Gato atigrado
Oliver-Bonjoch, CC BY-SA 3.0
A veces, al leer las noticias científicas que divulgan revistas como Science News, parece como si algunas de las investigaciones que se están llevando a cabo fueran de perogrullo. O bien se descubren cosas que todo el mundo sabe, o se dedican tiempo y esfuerzos inauditos a investigar en campos que a nadie interesan. Ya se sabe que muchos investigadores están ansiosos por publicar, y que tienen que justificar de algún modo los fondos que reciben para investigar, pero ¿hasta ese punto?
Veamos una noticia muy reciente (abril 2019):
Los gatos reconocen su nombre. Un estudio sugiere que nuestros amigos felinos distinguen de otras palabras el sonido peculiar de su nombre. Y el final del texto de la noticia añade: Si un gato entiende o no lo que es un nombre, eso sólo el gato lo sabe. 
Cualquier persona que haya tenido un gato (yo tuve uno hace medio siglo) sabe que los gatos reconocen su nombre. ¿Hacía falta hacer una investigación al respecto, probablemente gastando dinero público, para descubrir algo que todo el mundo sabe?

jueves, 30 de octubre de 2014

Ciberacoso



En un artículo de Europa Press divulgado el 28 de junio de 2012, que hace referencia a un estudio realizado por Microsoft entre jóvenes de 8 a 17 años, se afirma que un 37% de los jóvenes españoles sufre ciberacoso, o sea, se sienten acosados por Internet. Parece una cifra muy alta, pero es posible que dependa de cómo se defina el acoso.
Leyendo el artículo se descubre que, de los jóvenes encuestados, un 17 por ciento dice haber recibido un trato poco amistoso, un 13 por ciento ser objeto de burlas y un 19 por ciento sentirse insultado. Además, un 24% de los jóvenes admite que acosa a los demás.
Ni en el artículo de Europa Press, ni en el resumen del estudio de Microsoft, se define el trato poco amistoso y las otras formas de ciberacoso. Lo único que se especifica es que los jóvenes encuestados lo consideraron así.

jueves, 29 de mayo de 2014

El riesgo nulo no existe

Acceso prohibido: riesgo de radiación
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Nos gustaría vivir en un mundo en el que no corriésemos ningún riesgo, pero eso es imposible. Cada vez que subimos a un coche, cruzamos la calle, encendemos el gas o hacemos deporte, corremos un riesgo. Las acciones más elementales e inconscientes de la vida tienen asociado un riesgo: respirar aire contaminado, exponerse a la radiactividad natural de los edificios, pasar debajo de una teja justo cuando se suelta... Siempre se ha sabido que la vida es sinónimo de peligro y nos hemos adaptado a ello. En nuestra época, sin embargo, parece que el umbral de riesgo que estamos dispuestos a tolerar ha descendido. Dicho de otro modo: nos hemos vuelto más cobardes.
Los medios de comunicación tienen gran parte de culpa, pues movidos por el interés de captar lectores y aumentar sus ganancias, suelen fomentar la aparición de estados de opinión próximos al pánico. Podemos verlo en la forma en que se presentan las noticias que afectan a la salud (el síndrome de las vacas locas, la gripe aviar, el SARS, la gripe A...); la viabilidad de la vida humana en la Tierra (calentamiento global, choque con un asteroide); o la economía (tiempos de crisis). Muchas de estas amenazas son reales, pero se exageran sistemáticamente y alguna vez terminan desinflándose.
Physalia physalis
El siguiente titular fue publicado en un periódico nacional el 30 de abril de 2009: “Peor que la medusa: El Instituto de Oceanografía alerta de la presencia en el Mediterráneo de la carabela portuguesa, cuya picadura puede ser mortal”. El texto del artículo aclara: “[Un] investigador del  Instituto de Oceanografía explicó que las picaduras pueden ser mortales en el caso de personas que tengan respuestas de tipo alérgico. No obstante, son casos extremos”. El titular, sin embargo, ya ha tocado la tecla sensacionalista del pánico. Se sabe que las muertes causadas por picaduras de avispas y abejas son más que las que causan todos los demás animales venenosos juntos, muchas más que las de las medusas y los sifonóforos. ¿Por qué no aparece nunca en los periódicos un titular como éste: Peligro en el campo. Hay abejas, que pueden provocar la muerte? Porque nadie lo tomaría en serio y no provocaría el pánico que se busca.
Lo malo es que estos estados de opinión próximos al pánico se traducen a menudo en actuaciones irracionales y despilfarradoras de los políticos. En un estudio simulado publicado en una revista internacional de impacto, se probó que, para detener una epidemia de hepatitis, basta con vacunar a un 10% de la población en peligro. Poco después, ante un amago de epidemia de hepatitis en España, los gobiernos autónomos se dejaron arrastrar por el efecto dominó, sufragando la vacunación masiva de todos los afectados y gastando diez veces más de lo necesario.
En otro estudio simulado, relacionado con la epidemia de SARS que tuvo lugar hace unos años en extremo oriente, se estudiaron cuatro medidas paliativas y se llegó a la conclusión de que el uso de mascarillas produce el efecto mínimo, siendo más efectiva la ruptura de las cadenas de contagio mediante la suspensión de las actividades sociales (poner en cuarentena a los enfermos y sus familiares). Pues bien: para luchar contra la pandemia de gripe A, algunos gobiernos encargaron millones de mascarillas, de utilidad dudosa, pero de mayor aceptación social que la cuarentena.
En 1995, la prensa generalista publicó con grandes titulares la noticia de que un estudio científico había demostrado que el uso de la píldora anticonceptiva aumenta un 100% el riesgo de trombo-embolia. Como resultado del pánico resultante, miles de mujeres dejaron de tomar la píldora. Se estima que, en consecuencia, hubo unos 10.000 abortos más, sólo en Gran Bretaña. Pero mirando el artículo original se ve que el riesgo de trombo-embolia en mujeres que no toman la píldora es de 1 en 14.000. En mujeres que toman la píldora, dicho riesgo sube a 2 en 14.000. Cierto, es un 100% de aumento, pero ¿estaba justificado el pánico?
Veamos algunos riesgos anuales en España (cifras de 2004 a 2008):
Riesgo de morir electrocutado con un aparato casero
1 en 4.000.000
Riesgo de morir de gripe
1 en 75.000
Riesgo de morir de SIDA
1 en 40.000
Riesgo de morir de una caída accidental
1 en 30.000
Riesgo de morir en un accidente de automóvil
1 en 16.000
Riesgo de hacerse daño cayéndose de la cama
1 en 650
Riesgo de morir de cáncer
1 en 433
Riesgo de morir de enfermedad cardíaca
1 en 365
Riesgo de morir este año por cualquier causa (no nacidos excluidos)
1 en 120
Riesgo de sufrir un accidente casero
1 en 36
Embarazos que acaban en aborto provocado
1 en 6,4


El riesgo más grande para la vida de los seres humanos en España es el de ser abortados durante las fases embrionaria y fetal. Este riesgo tan enorme (más de un 15%) no produce pánico, porque los adultos saben que a ellos no les afecta, y los afectados no pueden quejarse.

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Manuel Alfonseca

miércoles, 26 de marzo de 2014

La ignorancia estadística y sus consecuencias (II)

La imagen representa un posible resultado
de las pruebas mencionadas en el texto.
Las figuras negras representan embarazadas
que dieron negativo.
Las rojas son falsos positivos.
Solo las blancas son verdaderos positivos.
Los resultados para el síndrome de Down
aparecen arriba a la izquierda.
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En estudios realizados hace unos años [1] se describe una situación delicada en relación con ciertas pruebas médicas muy utilizadas. Se trata de un test (la triple prueba) que se ha venido realizando a muchas mujeres embarazadas, con objeto de detectar si el feto va a padecer el síndrome de Down y otras deficiencias. Cuando el resultado de la prueba es positivo, los ginecólogos suelen recomendar que se realice una amniocentesis o una muestra de vellosidades coriales (biopsia), pero dado que estas pruebas suponen cierto riesgo, muchas embarazadas no quieren correrlo, y algunas podrían decidir practicar un aborto solo con los resultados de la triple prueba.
El síndrome de Down afecta aproximadamente al 0,13% de los fetos. El problema es que la prueba que se ha venido utilizando para detectarlo tiene una sensibilidad del 70% (o, lo que es lo mismo, la probabilidad de un falso negativo es del 30%) y una especificidad del 91%, lo que significa que la probabilidad de un falso positivo es del 9%.
¿Cómo hay que interpretar estas cifras?
Supongamos que se realiza la triple prueba a 1000 mujeres embarazadas. Aplicando los datos anteriores deducimos que:
·         El número previsible de fetos afectados por el síndrome de Down está entre 1 y 2.
·         La probabilidad de detectarlos con la prueba es del 70%.
·         90 de las mujeres analizadas (9% de 1000) darán positivo en la prueba, aunque su hijo no tendrá el síndrome de Down.
Cuando la prueba sale positiva, la probabilidad de que el feto esté afectado por el síndrome es de 1 o 2 en 90, del orden de un 2% (sí, así de baja). Si, como consecuencia de esa información se practica un aborto, en un 98% por ciento de los casos se está matando a un niño normal: si lo hubiesen dejado nacer, no habría padecido el síndrome.
Las cosas pueden mejorar gracias a una prueba nueva, basada en un análisis de sangre de la embarazada, que se ha puesto en práctica a partir de enero de 2013 y que permite detectar trisomías del feto, como la del cromosoma 21 (la que produce el síndrome de Down), con una sensibilidad del 99% y una especificidad del 99,9%. Al menos, gracias a esto, algunos fetos podrían escapar del aborto, aunque seguirá en pie una cuestión fundamental: ¿por qué los niños con síndrome de Down no tienen derecho a la vida?


[1] E.Kurz-Milcke, G.Gigerenzer, L.Martignon, Transparency in risk communication: graphical and analog tools, en Strategies for risk communication: evolution, evidence, experience, Annals of the New York Academy of Sciences, vol.1128, 2008.

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Manuel Alfonseca

miércoles, 19 de marzo de 2014

Consecuencias de la ignorancia estadística

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En un estudio realizado hace unos años [1], se propuso el siguiente problema a 18 expertos consultores para enfermos del SIDA:
Elena ha dado positivo en la prueba del SIDA. ¿Qué probabilidad piensa usted que hay de que tenga el SIDA? ¿Qué le aconsejaría?

Los datos de partida son los siguientes:
1.      La probabilidad de tener el SIDA, si se pertenece a una población sin riesgo especial, es de 1 en 10,000.
2.      La sensibilidad de la prueba del SIDA es del 99,9%. O, lo que es lo mismo, la probabilidad de un falso negativo es del 0,1%.
3.      La especificidad de la prueba del SIDA es del 99,99%. O, lo que es lo mismo, la probabilidad de un falso positivo es del 0,01%.

El resultado del estudio fue el siguiente:

·         Los 18 expertos coincidieron en que la probabilidad de que Elena tenga el SIDA es mayor del 90%. La mayoría pensaban que dicha probabilidad es mayor del 99%. Algunos llegaron a afirmar que es mayor que 99,9%.
·         Todos los expertos dijeron que aconsejarían a Elena que se lo comunicara a su familia, que se hicieran todos la prueba del SIDA, y que comenzara a medicarse.

Para ver cuál es la realidad, partamos de una población de 10.000 personas sin riesgo especial de SIDA y les hacemos la prueba a todos ellos. ¿Cuáles serían los resultados?
1.      Como la probabilidad de tener el SIDA en esa población es de 1 en 10,000, habrá una persona con SIDA y 9,999 sin SIDA:
2.      Como la probabilidad de un falso negativo es del 0,1%, es casi seguro que la persona que tiene el SIDA dará positivo.
3.      Como la probabilidad de un falso positivo es del 0,01%, al hacer la prueba a los 9.999 individuos que no tienen el SIDA, uno de ellos dará positivo sin tener el SIDA (la probabilidad de que eso ocurra es 0,9999).
4.      Resumiendo: al hacer la prueba del SIDA a esas 10.000 personas, dos darán positivo. Uno de ellos tiene el SIDA, el otro no.
5.      Luego la probabilidad de que Elena tenga el SIDA es del 50% (la misma que la de que salga cara al arrojar una moneda al aire).
6.      Luego el consejo que los expertos deberían haberle dado a Elena es el siguiente: repita la prueba en otro laboratorio.

¿Son expertos los expertos? ¿En manos de quiénes estamos?

[1] E.Kurz-Milcke, G.Gigerenzer, L.Martignon, Transparency in risk communication: graphical and analog tools, en Strategies for risk communication: evolution, evidence, experience, Annals of the New York Academy of Sciences, vol.1128, 2008.

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Manuel Alfonseca

miércoles, 5 de marzo de 2014

¿Qué es hacer ciencia?

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En marzo de 2009, la dirección general de tráfico proclamó la siguiente noticia en los medios de
comunicación: El 22% de los fallecidos en accidente de tráfico no llevaban el cinturón de seguridad. Para salvar vidas, se recomienda a todo el mundo que se lo ponga. Expresado así, este dato es ambiguo. Alguien podría pensar que, si el 22% de los muertos no lo llevaba, el 78% (más del triple) sí lo llevaba, por lo que es mejor no ponerse el cinturón de seguridad. Para poder sacar conclusiones correctas, falta un dato: con o sin accidentes, ¿qué proporción de los conductores no lleva puesto el cinturón de seguridad? Este dato existe, aunque me costó algún trabajo encontrarlo: es el 5%. Combinado con el anterior, permite deducir que la probabilidad de morir en un accidente es más de 4 veces mayor entre los que no llevan el cinturón que entre los que sí lo llevan. Si todos lo llevaran, el número de muertes disminuiría en un 18%. Ante la forma en que se publicó esta noticia, me pregunto: si se denuncia que los políticos y los medios de comunicación utilizan la estadística y divulgan datos científicos de forma incorrecta, ¿se hace política? ¿O se divulga la ciencia?
En 1897, la cámara de representantes de Indiana (Estados Unidos de América) aprobó por 67 votos a favor y ninguno en contra el proyecto de ley #246, en el que se establecía que el valor del número pi pasaría a ser igual a 3,2 en ese estado. Literalmente decía que la relación del diámetro a la circunferencia (1 dividido por pi) es de 5/4 a 4 (1 dividido por 3,2). El proyecto pasó entonces al senado, donde no llegó a presentarse gracias a la oposición activa de Clarence Abiathar Waldo, profesor de matemáticas de Purdue. ¿Hizo política el profesor Waldo al oponerse a un proyecto de ley aprobado por unanimidad? ¿O hizo ciencia?
Cuando un grupo de presión creacionista norteamericano intenta conseguir que no se enseñe la teoría de la
evolución en las escuelas, o que se ofrezca como alternativa científica la creación del mundo en seis días, si un científico se opone a ello ¿hace política? ¿O divulga la ciencia?
Quien defiende el derecho a la objeción de conciencia por los científicos que no quieren trabajar en la producción de gases venenosos, de minas antipersonas o de bombas atómicas, o realizar experimentos con seres humanos sin su consentimiento, ¿hace política? ¿Tiene que ver con la ciencia la dimensión ética de la ciencia?
Cuando se ataca o se defiende una ley del aborto acudiendo a afirmaciones tales como el embrión no es un ser humano, o el embrión es parte del cuerpo de la madre, o el embrión no es más que un conjunto de células (¿qué somos, pues, los adultos?), si uno o mil científicos denuncian que dichas afirmaciones son incorrectas, si se defiende el derecho a la objeción de conciencia de los médicos, ¿se hace política? ¿O se hace ciencia?

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Manuel Alfonseca