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jueves, 19 de enero de 2023

La abolición de la verdad

Aquilino Polaino-Lorente
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En su libro Antropología e investigación en las ciencias humanas (2010), Aquilino Polaino-Lorente escribe:

[L]a frase evangélica “la verdad os hará libres” [está siendo] sustituida por la contraria: “la libertad os hará verdaderos”. (Capítulo 6). A causa del relativismo científico eclosiona casi siempre el absolutismo político… sólo quedan ya las actitudes irracionales enseñoreándose de la persona, del mundo y de la política… La verdad es un mero rehén del mundo material, sin que admita discusión alguna fuera de él. La ausencia de verdad ha enloquecido a la ciencia. (Capítulo 10).

La ciencia tiene como objetivo la búsqueda de la verdad. Su fin es descubrir lo que ocurre en el mundo, fuera y dentro de nosotros. Y una vez descubierta, esa verdad también debería hacernos libres, porque hace posible la tecnología, que aumenta nuestra libertad (o debería aumentarla).

jueves, 16 de mayo de 2019

La ideología dominante se atreve a censurar la ciencia



En uno de los artículos más leídos y polémicos de este blog, Lo que dice la ciencia sobre la vida humana, que tuvo 92 comentarios (hasta ahora el récord del blog), expliqué cómo, por razones puramente ideológicas, los partidarios del aborto cierran los ojos a lo que dice la ciencia, que no duda en afirmar (y lo hace desde hace siglo y medio) que la vida de cada ser humano comienza en la fecundación del óvulo por el espermatozoide. Frente a esto, los abortistas se empeñan en hacer afirmaciones falsas como estas: un feto no es más que una parte del cuerpo de la madre; un feto no es un ser humano; un feto no es más que un conjunto de células (¿pues qué son los abortistas?)

jueves, 1 de diciembre de 2016

¿Una conspiración mundial?

Isaac Asimov
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En 1976, en pleno auge de las previsiones pesimistas sobre el aumento catastrófico de la población mundial, que surgieron a raíz del primer informe del Club de Roma (1972), Isaac Asimov publicó un cuento de ciencia-ficción (The winnowing, en español La criba), en el que sugería una forma (altamente inmoral) de detener ese aumento catastrófico de población. Este es el resumen del cuento:
En el año 2005, el aumento imparable de población provoca hambrunas en los países del tercer mundo. Para contenerlo, las autoridades mundiales (la ONU), dominadas por el primer mundo, deciden aplicar un triaje (una criba) a la población mundial. Para ello, ordenan a un científico (que no quiere hacerlo, pero le amenazan con represalias contra su familia) que desarrolle una proteína que sea venenosa para un 70% de la población, pero inocua para el resto, en función del ADN de cada individuo, con lo que sus efectos serán drásticos, pero aleatorios. La proteína será introducida en los alimentos enviados para paliar las hambrunas, con lo que la población mundial descenderá a niveles más manejables. El plan no sale exactamente como estaba previsto, porque el biólogo encargado de desarrollar la proteína se la hace comer (sin que ellos lo sepan) a los líderes mundiales, un 70% de los cuales morirá en consecuencia. Como la proteína ha sido adaptada al ADN del científico para que sea venenosa para él, al comerla se suicida, escapando así de las consecuencias de lo que ha hecho.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Ideología y desprecio a la ciencia

La condena de Sócrates

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En varios artículos anteriores he avisado de algunos de los peligros que amenazan al avance de la ciencia, que durante más de dos siglos y medio parecía casi imparable. Uno de los más importantes es el predominio que están consiguiendo sobre lo que dice la ciencia ciertas ideologías con mucha influencia política, que cuando ven atacadas sus ideas, o bien pasan olímpicamente de lo que dice la ciencia, o bien lo califican directamente de seudociencia.
  • Es un hecho científicamente indiscutible que la vida de un ser humano comienza en el momento de la fecundación de un óvulo por un espermatozoide. A pesar de lo que digan ciertos políticos y periodistas, no existen discrepancias en el mundo científico respecto a esta cuestión. En un artículo anterior he resumido el consenso científico al respecto, un consenso que se mantiene desde hace más de un siglo y medio. A pesar de ello, los defensores de cierta ideología feminista radical se empeñan en proclamar un supuesto derecho al aborto que en realidad sería el derecho a matar a los hijos, y eso a sabiendas de que es claramente inconstitucional, como han señalado numerosas instancias jurídicas, aunque no hace falta ser experto en leyes para comprobarlo.  Si estas leyes aberrantes se mantienen, se debe a la cobardía de los gobernantes, que no se atreven a derogarlas, y del tribunal constitucional, que no se atreve a enfrentarse abiertamente a la ideología dominante. El resultado es un paso atrás en la defensa de los derechos humanos. Volvemos a la Edad Media, cuando los padres tenían derecho de vida y muerte sobre sus hijos (ahora se les concede ese derecho a las madres). Volvemos a las épocas esclavistas, cuando unos seres humanos (los amos) tenían derecho de vida y muerte sobre otros (sus esclavos). Volvemos a la época del Imperio Romano, cuando eran legales el aborto y el infanticidio hasta 24 horas después del nacimiento. ¿Es esto lo que llaman progreso? Yo lo llamaría más bien retroceso

jueves, 3 de diciembre de 2015

El error de Malthus

Thomas Robert Malthus
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Desde los albores del siglo XIX, los anuncios apocalípticos sobre el aumento imparable de la población mundial se han sucedido sin tregua. En 1798, Thomas Robert Malthus publicó Ensayo sobre el principio de la población, en cuanto afecta a la mejora futura de la sociedad. Este ensayo contiene la famosa cita:
Si aceptamos mis postulados, afirmo que el poder de la población es infinitamente mayor que el poder de la Tierra para producir subsistencia para el hombre.
La población, si no se controla, aumenta como una progresión geométrica. La subsistencia aumenta sólo en progresión aritmética. Un ligero conocimiento de los números mostrará la inmensidad de la primera potencia en relación con la segunda.
Curva logística
En 1838, como reacción contra el catastrofismo de Malthus, Pierre François Verhoult propuso en su Nota sobre la ley de crecimiento de la población que esta no aumenta en progresión geométrica, sino siguiendo una curva logística (véase la figura). En otros artículos de este blog he hablado ya de esa curva, que suele describir bien los procesos de crecimiento que se dan en la naturaleza.
A pesar de ello, en el primer informe del Club de Roma (Los límites del crecimiento, 1975) se volvió a tocar la nota del catastrofismo al mantenerse las previsiones de Malthus de crecimiento exponencial (en progresión geométrica), sin tener en cuenta los estudios de Verhoult.
En ese contexto, algunos políticos y movimientos sociales presentaron los medios anticonceptivos y el aborto provocado como medidas inevitables para salvar a la humanidad de la catástrofe de la superpoblación.
Sin embargo, las previsiones actuales son muy diferentes. En 2012 la ONU publicó los datos del crecimiento de la población mundial desde 1950 hasta 2010, en los que se constataba que últimamente la tasa de crecimiento ha venido disminuyendo, y que el punto de inflexión del crecimiento, que cada vez se parece más a la curva logística, se atravesó hacia 1985. Partiendo de esos datos, la ONU ha realizado varias estimaciones del aumento futuro de la población mundial, de las que la más optimista (la que corresponde a un valor menor) predice que hacia el año 2050 se alcanzaría un máximo de unos 8300 millones de personas y a partir de ahí empezaría a disminuir.
A partir de esos datos, y de otros previos menos detallados que cubren el lapso entre 1900 y 1950, los autores de este artículo hemos aproximado el crecimiento real de la población mundial y su extrapolación hasta 2050 mediante la siguiente expresión matemática:

La figura adjunta compara los datos de la ONU (reales y previstos, en rojo) con los que se obtienen de la ecuación anterior (en azul). Después hemos estimado cuál hubiera sido el desarrollo de la población mundial si no se hubiesen aplicado políticas antinatalistas desde los años setenta. Hemos obtenido los siguientes resultados: el punto de inflexión habría tenido lugar unos cinco años más tarde, en 1990. Y hacia 2075 la población habría alcanzado un máximo de unos 9000 millones: 700 millones de personas más, unos veinticinco años después.
La conclusión inevitable es que las políticas antinatalistas no dan los resultados previstos. Esto se ha hecho tan evidente en China, que les ha llevado a acabar con la política del hijo único. Los cientos de millones de niños sacrificados en el altar de Moloch no lo han sido para salvar a la humanidad, sino para que nos toque un poco más, durante un poco más de tiempo. No nos extrañemos si la posteridad nos acusa de barbarie por permitir el aborto provocado en contra de toda la evidencia científica, del mismo modo que nosotros acusamos de barbarie a nuestros antepasados por haber permitido la esclavitud.

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Manuel Alfonseca
Julio A. Gonzalo


jueves, 23 de octubre de 2014

El espejismo de Dawkins

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La traducción al español del título del libro The God Delusion de Richard Dawkins (2006) no es fácil. La palabra inglesa delusion significa un engaño en que alguien cae de forma involuntaria. El título utilizado usualmente en las traducciones castellanas (El espejismo de Dios) me parece acertado, aunque espejismo no sea el equivalente literal de delusion.
Empezaré señalando un par de inconsistencias. Hay muchas más, pero detallarlas todas exige el tamaño de un libro, y eso ya se ha hecho (A.J.Wilson, Deluded by Dawkins?, 2007).
·         En el capítulo 3, Dawkins desmonta el argumento teísta de los admirados científicos religiosos (¿cómo no creer en Dios, si tantos admirados científicos creyeron?). Estoy de acuerdo con él, este argumento no tiene peso. Pero entonces, ¿por qué se empeña en aducir tantas veces el argumento de los admirados científicos ateos? La mitad del capítulo 1 se dedica a contarnos que Einstein no creía en un Dios personal. En el capítulo 2 afirma, más de una vez, que la mayor parte de los políticos fundadores de los Estados Unidos eran ateos, aunque muy pocos se atrevieron a reconocerlo públicamente. (Supongo que por eso imprimieron In God we trust en sus billetes de banco). También sugiere que Thomas Huxley, que inventó la palabra agnóstico para aplicársela a sí mismo, en realidad debía de ser ateo, aunque no lo reconoció por plegarse a las exigencias de la época. Confiesa que Newton... afirmaba ser religioso. Lo mismo hizo casi todo el mundo [en su época]. Le ha faltado poco para afirmar que Newton también fue un ateo oculto.

jueves, 29 de mayo de 2014

El riesgo nulo no existe

Acceso prohibido: riesgo de radiación
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Nos gustaría vivir en un mundo en el que no corriésemos ningún riesgo, pero eso es imposible. Cada vez que subimos a un coche, cruzamos la calle, encendemos el gas o hacemos deporte, corremos un riesgo. Las acciones más elementales e inconscientes de la vida tienen asociado un riesgo: respirar aire contaminado, exponerse a la radiactividad natural de los edificios, pasar debajo de una teja justo cuando se suelta... Siempre se ha sabido que la vida es sinónimo de peligro y nos hemos adaptado a ello. En nuestra época, sin embargo, parece que el umbral de riesgo que estamos dispuestos a tolerar ha descendido. Dicho de otro modo: nos hemos vuelto más cobardes.
Los medios de comunicación tienen gran parte de culpa, pues movidos por el interés de captar lectores y aumentar sus ganancias, suelen fomentar la aparición de estados de opinión próximos al pánico. Podemos verlo en la forma en que se presentan las noticias que afectan a la salud (el síndrome de las vacas locas, la gripe aviar, el SARS, la gripe A...); la viabilidad de la vida humana en la Tierra (calentamiento global, choque con un asteroide); o la economía (tiempos de crisis). Muchas de estas amenazas son reales, pero se exageran sistemáticamente y alguna vez terminan desinflándose.
Physalia physalis
El siguiente titular fue publicado en un periódico nacional el 30 de abril de 2009: “Peor que la medusa: El Instituto de Oceanografía alerta de la presencia en el Mediterráneo de la carabela portuguesa, cuya picadura puede ser mortal”. El texto del artículo aclara: “[Un] investigador del  Instituto de Oceanografía explicó que las picaduras pueden ser mortales en el caso de personas que tengan respuestas de tipo alérgico. No obstante, son casos extremos”. El titular, sin embargo, ya ha tocado la tecla sensacionalista del pánico. Se sabe que las muertes causadas por picaduras de avispas y abejas son más que las que causan todos los demás animales venenosos juntos, muchas más que las de las medusas y los sifonóforos. ¿Por qué no aparece nunca en los periódicos un titular como éste: Peligro en el campo. Hay abejas, que pueden provocar la muerte? Porque nadie lo tomaría en serio y no provocaría el pánico que se busca.
Lo malo es que estos estados de opinión próximos al pánico se traducen a menudo en actuaciones irracionales y despilfarradoras de los políticos. En un estudio simulado publicado en una revista internacional de impacto, se probó que, para detener una epidemia de hepatitis, basta con vacunar a un 10% de la población en peligro. Poco después, ante un amago de epidemia de hepatitis en España, los gobiernos autónomos se dejaron arrastrar por el efecto dominó, sufragando la vacunación masiva de todos los afectados y gastando diez veces más de lo necesario.
En otro estudio simulado, relacionado con la epidemia de SARS que tuvo lugar hace unos años en extremo oriente, se estudiaron cuatro medidas paliativas y se llegó a la conclusión de que el uso de mascarillas produce el efecto mínimo, siendo más efectiva la ruptura de las cadenas de contagio mediante la suspensión de las actividades sociales (poner en cuarentena a los enfermos y sus familiares). Pues bien: para luchar contra la pandemia de gripe A, algunos gobiernos encargaron millones de mascarillas, de utilidad dudosa, pero de mayor aceptación social que la cuarentena.
En 1995, la prensa generalista publicó con grandes titulares la noticia de que un estudio científico había demostrado que el uso de la píldora anticonceptiva aumenta un 100% el riesgo de trombo-embolia. Como resultado del pánico resultante, miles de mujeres dejaron de tomar la píldora. Se estima que, en consecuencia, hubo unos 10.000 abortos más, sólo en Gran Bretaña. Pero mirando el artículo original se ve que el riesgo de trombo-embolia en mujeres que no toman la píldora es de 1 en 14.000. En mujeres que toman la píldora, dicho riesgo sube a 2 en 14.000. Cierto, es un 100% de aumento, pero ¿estaba justificado el pánico?
Veamos algunos riesgos anuales en España (cifras de 2004 a 2008):
Riesgo de morir electrocutado con un aparato casero
1 en 4.000.000
Riesgo de morir de gripe
1 en 75.000
Riesgo de morir de SIDA
1 en 40.000
Riesgo de morir de una caída accidental
1 en 30.000
Riesgo de morir en un accidente de automóvil
1 en 16.000
Riesgo de hacerse daño cayéndose de la cama
1 en 650
Riesgo de morir de cáncer
1 en 433
Riesgo de morir de enfermedad cardíaca
1 en 365
Riesgo de morir este año por cualquier causa (no nacidos excluidos)
1 en 120
Riesgo de sufrir un accidente casero
1 en 36
Embarazos que acaban en aborto provocado
1 en 6,4


El riesgo más grande para la vida de los seres humanos en España es el de ser abortados durante las fases embrionaria y fetal. Este riesgo tan enorme (más de un 15%) no produce pánico, porque los adultos saben que a ellos no les afecta, y los afectados no pueden quejarse.

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Manuel Alfonseca

jueves, 15 de mayo de 2014

Lo que dice la ciencia sobre la vida humana

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En relación con las discusiones sobre el aborto, la protección de la vida del concebido y los derechos de la mujer embarazada no está de más recordar sucintamente el consenso científico respecto a la vida humana:

·        La vida de todo ser vivo generado por medio de la reproducción sexual comienza con la fecundación del gameto femenino por el masculino, es decir, con la formación del zigoto. En ese momento aparece un nuevo ser de la misma especie que sus padres, cuya dotación genética (el ADN) es diferente del de sus padres y del de cualquier otro ser vivo de esa especie, excepto en el caso de gemelos idénticos. Este nuevo ser vivo conservará la misma dotación genética desde ese instante hasta su muerte. Por eso se protegen los huevos de las tortugas marinas y de otras especies en peligro, porque son individuos de esas especies.
·        En todas las especies de seres vivos que no pasan por etapas de metamorfosis (lo que incluye a todos los reptiles, aves y mamíferos y, por supuesto, al hombre) no hay solución de continuidad en el desarrollo desde el zigoto hasta la muerte. Las fases que acostumbramos distinguir en el desarrollo de los seres humanos (embrión, feto, neo-nato, niño, adolescente, adulto y anciano) son arbitrarias y sin solución de continuidad. Ni siquiera lo es el parto, que anatómicamente consiste en el corte de un vaso sanguíneo (fisiológicamente tiene también otros efectos). De lo que no cabe duda es que, en todas esas fases, de principio a fin, se trata del mismo individuo.
·        En todos los mamíferos placentarios (incluido el hombre), la primera fase de la vida del nuevo individuo tiene lugar dentro del cuerpo de la madre. El periodo del embarazo es equivalente y sustituye al desarrollo dentro el huevo, que en los reptiles y las aves tiene lugar fuera de la madre. En ambos casos, la maternidad comienza en el momento de la fecundación, no en el del parto, que corresponde a la ruptura de la cáscara del huevo. Desde el momento en que se queda embarazada, la mujer ya es madre.

Todo esto no son descubrimientos modernos, se sabe desde hace más de un siglo. Es el consenso de la biología, aceptado por todos los biólogos. Entonces, ¿por qué hay biólogos abortistas? Porque siguen la ética relativista, porque afirman que todo lo que quiere la sociedad es moralmente aceptable. Porque piensan que la decisión a este respecto no tiene que ver con la ciencia, sino con las leyes.

Ante la decisión de realizar un aborto, una mujer debería disponer de toda la información, que a veces parece que se intenta ocultarle. Hay muchas personas cultas que no conocen conceptos biológicos tan elementales como que un embrión es un ser vivo que pertenece a la especie humana y es diferente del cuerpo de su madre


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Manuel Alfonseca

miércoles, 26 de marzo de 2014

La ignorancia estadística y sus consecuencias (II)

La imagen representa un posible resultado
de las pruebas mencionadas en el texto.
Las figuras negras representan embarazadas
que dieron negativo.
Las rojas son falsos positivos.
Solo las blancas son verdaderos positivos.
Los resultados para el síndrome de Down
aparecen arriba a la izquierda.
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En estudios realizados hace unos años [1] se describe una situación delicada en relación con ciertas pruebas médicas muy utilizadas. Se trata de un test (la triple prueba) que se ha venido realizando a muchas mujeres embarazadas, con objeto de detectar si el feto va a padecer el síndrome de Down y otras deficiencias. Cuando el resultado de la prueba es positivo, los ginecólogos suelen recomendar que se realice una amniocentesis o una muestra de vellosidades coriales (biopsia), pero dado que estas pruebas suponen cierto riesgo, muchas embarazadas no quieren correrlo, y algunas podrían decidir practicar un aborto solo con los resultados de la triple prueba.
El síndrome de Down afecta aproximadamente al 0,13% de los fetos. El problema es que la prueba que se ha venido utilizando para detectarlo tiene una sensibilidad del 70% (o, lo que es lo mismo, la probabilidad de un falso negativo es del 30%) y una especificidad del 91%, lo que significa que la probabilidad de un falso positivo es del 9%.
¿Cómo hay que interpretar estas cifras?
Supongamos que se realiza la triple prueba a 1000 mujeres embarazadas. Aplicando los datos anteriores deducimos que:
·         El número previsible de fetos afectados por el síndrome de Down está entre 1 y 2.
·         La probabilidad de detectarlos con la prueba es del 70%.
·         90 de las mujeres analizadas (9% de 1000) darán positivo en la prueba, aunque su hijo no tendrá el síndrome de Down.
Cuando la prueba sale positiva, la probabilidad de que el feto esté afectado por el síndrome es de 1 o 2 en 90, del orden de un 2% (sí, así de baja). Si, como consecuencia de esa información se practica un aborto, en un 98% por ciento de los casos se está matando a un niño normal: si lo hubiesen dejado nacer, no habría padecido el síndrome.
Las cosas pueden mejorar gracias a una prueba nueva, basada en un análisis de sangre de la embarazada, que se ha puesto en práctica a partir de enero de 2013 y que permite detectar trisomías del feto, como la del cromosoma 21 (la que produce el síndrome de Down), con una sensibilidad del 99% y una especificidad del 99,9%. Al menos, gracias a esto, algunos fetos podrían escapar del aborto, aunque seguirá en pie una cuestión fundamental: ¿por qué los niños con síndrome de Down no tienen derecho a la vida?


[1] E.Kurz-Milcke, G.Gigerenzer, L.Martignon, Transparency in risk communication: graphical and analog tools, en Strategies for risk communication: evolution, evidence, experience, Annals of the New York Academy of Sciences, vol.1128, 2008.

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Manuel Alfonseca

miércoles, 5 de marzo de 2014

¿Qué es hacer ciencia?

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En marzo de 2009, la dirección general de tráfico proclamó la siguiente noticia en los medios de
comunicación: El 22% de los fallecidos en accidente de tráfico no llevaban el cinturón de seguridad. Para salvar vidas, se recomienda a todo el mundo que se lo ponga. Expresado así, este dato es ambiguo. Alguien podría pensar que, si el 22% de los muertos no lo llevaba, el 78% (más del triple) sí lo llevaba, por lo que es mejor no ponerse el cinturón de seguridad. Para poder sacar conclusiones correctas, falta un dato: con o sin accidentes, ¿qué proporción de los conductores no lleva puesto el cinturón de seguridad? Este dato existe, aunque me costó algún trabajo encontrarlo: es el 5%. Combinado con el anterior, permite deducir que la probabilidad de morir en un accidente es más de 4 veces mayor entre los que no llevan el cinturón que entre los que sí lo llevan. Si todos lo llevaran, el número de muertes disminuiría en un 18%. Ante la forma en que se publicó esta noticia, me pregunto: si se denuncia que los políticos y los medios de comunicación utilizan la estadística y divulgan datos científicos de forma incorrecta, ¿se hace política? ¿O se divulga la ciencia?
En 1897, la cámara de representantes de Indiana (Estados Unidos de América) aprobó por 67 votos a favor y ninguno en contra el proyecto de ley #246, en el que se establecía que el valor del número pi pasaría a ser igual a 3,2 en ese estado. Literalmente decía que la relación del diámetro a la circunferencia (1 dividido por pi) es de 5/4 a 4 (1 dividido por 3,2). El proyecto pasó entonces al senado, donde no llegó a presentarse gracias a la oposición activa de Clarence Abiathar Waldo, profesor de matemáticas de Purdue. ¿Hizo política el profesor Waldo al oponerse a un proyecto de ley aprobado por unanimidad? ¿O hizo ciencia?
Cuando un grupo de presión creacionista norteamericano intenta conseguir que no se enseñe la teoría de la
evolución en las escuelas, o que se ofrezca como alternativa científica la creación del mundo en seis días, si un científico se opone a ello ¿hace política? ¿O divulga la ciencia?
Quien defiende el derecho a la objeción de conciencia por los científicos que no quieren trabajar en la producción de gases venenosos, de minas antipersonas o de bombas atómicas, o realizar experimentos con seres humanos sin su consentimiento, ¿hace política? ¿Tiene que ver con la ciencia la dimensión ética de la ciencia?
Cuando se ataca o se defiende una ley del aborto acudiendo a afirmaciones tales como el embrión no es un ser humano, o el embrión es parte del cuerpo de la madre, o el embrión no es más que un conjunto de células (¿qué somos, pues, los adultos?), si uno o mil científicos denuncian que dichas afirmaciones son incorrectas, si se defiende el derecho a la objeción de conciencia de los médicos, ¿se hace política? ¿O se hace ciencia?

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Manuel Alfonseca