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jueves, 6 de octubre de 2022

Klara y el Sol

Kazuo Ishiguro
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No es corriente que aquellos a quienes se considera grandes escritores dediquen parte de sus esfuerzos a la ciencia-ficción. Este género se ha considerado tradicionalmente de segunda categoría, a pesar de que algún autor de prestigio se haya dedicado ocasionalmente a él. La obra más citada, en este contexto, es Un mundo feliz de Aldous Huxley (1932), un libro de rabiosa actualidad, del que he hablado en varios artículos anteriores de este blog.

Por eso aplaudo la reciente incursión en este campo, nada menos que de un Premio Nobel de Literatura: Kazuo Ishiguro, que escribe en inglés y recibió ese premio en 2017. Se le conoce por obras como Lo que queda del día, o Un artista del mundo flotante, así como su novela perteneciente al género de la ciencia-ficción, Nunca me abandones, una distopía que toca un tema en la misma línea de I am Margaret, de Corinna Turner, que mencioné en mi artículo sobre distopías en este blog. Ahora, en 2021, ha publicado una novela de ciencia-ficción que incide en el tema de la inteligencia artificial fuerte.

jueves, 23 de junio de 2022

Utopías y Distopías

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Las Utopías, descripciones de sociedades perfectas ficticias, deben su nombre a la Utopia de Thomas More (1516), título de origen griego que significa literalmente en ningún sitio. Antes y después de la obra de More ha habido otras muchas utopías, cada una a gusto de su autor, puesto que el tema de la sociedad perfecta da mucho juego a la imaginación. Citemos como ejemplos La República de Platón, La ciudad del sol de Tomasso Campanella (1602), la Nueva Atlántida de Francis Bacon (1627), La raza que nos suplantará de Bulwer Lytton (1871), Mirando atrás de Edward Bellamy (1888, véase este artículo), Noticias de Ninguna Parte de William Morris (1890), Horizonte perdido de James Hilton (1933), o Isla de Aldous Huxley (1962).

jueves, 21 de mayo de 2020

Literatura y Ciencia: Huxley y Heisenberg

Aldous Huxley
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En 1963, el año de su muerte, Aldous Huxley publicó un ensayo con el título Literatura y Ciencia. En él, plantea la existencia de dos lenguajes especializados distintos, el literario y el científico, diferentes de la lengua vulgar, cada uno de los cuales se dirige a un objetivo concreto:
  • La literatura tiene por objeto describir, de la mejor forma posible, las experiencias más privadas del hombre, especialmente las que afectan a nuestros sentimientos. Para ello crea un lenguaje específico, en el que la ambigüedad de las palabras es un elemento fundamental que le presta casi toda su fuerza. Para Huxley, el término literatura se aplica a todas las formas posibles del arte de escribir: poesía, drama, novela y ensayo, cuya relación con la ciencia analiza sucesivamente.
  • La ciencia, por el contrario, busca describir de forma unívoca las experiencias públicas (o menos privadas) del hombre, las que tienen que ver con la realidad objetiva. Para ello, el lenguaje científico debe estar en lo posible libre de toda ambigüedad. Cada término debe tener un sentido unívoco e inequívoco. En el mejor caso (como ocurre con la física) el lenguaje científico se reduce a fórmulas matemáticas.

jueves, 29 de marzo de 2018

Sobre el orden social


En un comentario a un artículo anterior en este blog, JI Gs escribió esto:
Todas las sociedades tienen un orden social explicito, sean fundamentalmente creyentes o no en lo inmaterial; incluso las sociedades animales y no digamos los insectos tienen un orden social estricto y no por ello tiene que actuar lo inmaterial para generarlo o mantenerlo.
Ante este párrafo tengo dos consideraciones que hacer:
Abeja solitaria (Megachile) y social (Apis)
  • Comparar las sociedades humanas con las de los insectos es un paso en falso. El orden social humano está basado en un conjunto de normas morales que a lo largo del tiempo se ha mantenido bastante constante, excepto en lo relativo a la moral sexual (véase el apéndice de La abolición del hombre de C.S.Lewis). El de los insectos está programado en sus genes y en su sistema nervioso. Mientras en la especie humana es posible, y hasta frecuente, que uno o más miembros de la sociedad se rebelen contra una o más normas, o incluso intenten echar abajo todo el orden social, a los miembros de las sociedades de insectos les resulta imposible rebelarse. Dicho de otro modo, el hombre es consciente y libre, el insecto no. Cualquier comparación entre ellos está fuera de lugar, porque se basan en estructuras totalmente diferentes.

jueves, 6 de julio de 2017

La manipulación de las masas

Aldous Huxley
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Albert Speer, ministro de armamentos del gobierno de Adolph Hitler, dijo estas palabras cuando se disculpó públicamente durante el juicio de Nuremberg:
La dictadura de Hitler difería en un punto fundamental de todos los precedentes históricos: fue la primera dictadura del periodo actual de tecnología moderna, una dictadura que hizo un uso total de todos los medios técnicos para dominar a su propio país. Mediante dispositivos técnicos como la radio y los altavoces, a ochenta millones de personas se les privó del pensamiento independiente.
Desde los días de Hitler, las herramientas tecnológicas que un dictador podría utilizar para manipular a las masas han avanzado mucho. Además de la radio y los altavoces, el cine y la prensa, de que disponía Hitler, ahora tenemos televisión, grabación de sonido e imagen, teléfonos móviles que proporcionan innumerable información, ordenadores capaces de procesarla, y redes sociales, que se están convirtiendo en uno de los instrumentos de manipulación social más poderosos que existen.
Como dije en otro artículo de este blog, todas estas herramientas no son ni buenas ni malas: lo que es bueno o malo es el uso que se haga de ellas. Todas se pueden usar bien, y todas se pueden usar mal. ¿Tenemos controles para impedir que se usen mal? ¿O más bien sabemos que ya se están usando mal?

jueves, 23 de febrero de 2017

Hacia el mundo feliz

Portada de la 1ª edición
de Brave New World
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Así como una utopía es una obra literaria que describe una sociedad perfecta, desde el punto de vista de su autor, una distopía es la descripción de una sociedad en la que ciertas características del mundo en el que vive el autor, que este considera inaceptables, son exageradas y llevadas hasta el extremo, con intención satírica o de denuncia.
Las dos guerras mundiales provocaron en Occidente una sensación de desilusión que dio lugar a las dos distopías más famosas de la historia reciente: Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley (Brave New World, escrita en 1931, publicada en 1932) y Mil novecientos ochenta y cuatro, de George Orwell  (Nineteen-Eighty-Four, escrita en 1948, publicada en 1949). Estas dos obras son originales en otro sentido: mientras otras distopías anteriores (como Erewhon, de Samuel Butler, 1872) estaban situadas en lugares remotos, como las Antípodas, las dos distopías modernas tienen lugar en el futuro.
La sensación de opresión que se apodera del lector de estas dos novelas es casi insoportable. En ambos casos, los rarísimos inconformistas que puedan aparecer en la sociedad son excluidos de ella: en la primera, se les destierra a una isla; en la segunda, la exclusión es sólo temporal: se somete al rebelde a un lavado de cerebro, con el objetivo de destruir su espíritu y convertirlo en un desecho mental, materia prima sobre la que el planificador social puede actuar, remodelar y educar hasta conseguir su recuperación y readaptación a la sociedad. Las dos distopías son horribles, pero tienen un poder de convicción, una verosimilitud, muy grandes.

jueves, 10 de julio de 2014

La predicción del futuro social y la corrección política

2001, una odisea del espacio
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Los científicos suelen equivocarse al predecir el futuro de la ciencia. Los escritores de ciencia-ficción también, especialmente cuando tratan de predecir avances técnicos. Considérese la película 2001, una odisea del espacio. Casi todos los avances que propone para ese año resultaron equivocados. Trece años después de la fecha del título, no tenemos una base en la luna, ni viajes tripulados a Júpiter, ni inteligencia artificial propiamente dicha, ni hibernación de seres humanos...

Viene a cuento recordar la tercera ley de la futúrica, formulada por Isaac Asimov, que dice que más importante que predecir acertadamente los avances científicos futuros es predecir sus consecuencias sociales. No habría sido una buena historia de ciencia-ficción la que se hubiese limitado a predecir el automóvil sin prever el problema del aparcamiento.