El
misterio de la isla de Tökland es una de las novelas más conocidas de Joan
Manuel Gisbert, que en 1980 ganó con ella el Premio Lazarillo.
En la primera
parte de la obra, un millonario busca a la persona adecuada, que en la segunda
parte deberá ayudarle a desvelar un tremendo secreto, y para ello construye un
laberinto subterráneo en las profundidades de la isla ficticia de Tökland, ofreciendo
un gran premio a quien consiga resolver todos los problemas que van planteando
las sucesivas salas del laberinto.
Al principio,
todos los que intentan resolver el desafío planteado por el laberinto fracasan
ignominiosamente. Por fin, el protagonista de la novela decide lanzarse a la
aventura, pero como no confía en conseguirlo solo, prepara un equipo de
colaboradores, especialistas en diversos campos, que desde un barco que
permanecerá próximo a la isla se pondrá en contacto con él mientras recorre el
laberinto y le ayudará a resolver los problemas que este le irá planteando.
Para comunicarse
en secreto con el barco, el protagonista va provisto de una emisora de radio diminuta
introducida en un diente postizo, que funciona haciéndolo chocar con el diente
opuesto, lo que le permite enviar al barco mensajes en código Morse explicando
cada problema que debe resolver. El equipo de colaboradores le envía la
solución del problema mediante un mensaje de radio, que él recibe en un
receptor-auricular escondido en uno de sus conductos auditivos externos. Con
esta ayuda, el protagonista resuelve todos los problemas del laberinto, recibe
el premio prometido y pasa a enfrentarse al verdadero misterio en la segunda
parte del libro.
¿Cuál es el error
científico de la novela? Sencillamente, que el ingenioso procedimiento empleado
por el protagonista para comunicarse con sus colaboradores no habría
funcionado. ¿Por qué? Porque las ondas de radio no pueden atravesar la tierra,
por lo que no podrían alcanzar las profundidades del laberinto. De hecho,
tampoco pueden atravesar el agua, como también tendrían que hacer si una parte
del laberinto estuviese situado por debajo del nivel del mar.
Es fácil comprobar
que las ondas de radio no atraviesan la tierra. Basta entrar en un túnel con un
coche, con la radio encendida. Se observará que, mientras el coche esté dentro
del túnel, la radio no emite más que ruidos. En cuanto sale del túnel, la
recepción se reanuda.
Joan Manuel Gisbert |
De igual manera,
en los túneles del metro no hubo cobertura para los teléfonos móviles hasta que
se introdujeron repetidores conectados mediante cables con el exterior. Este
sistema no sería factible en el laberinto de la isla de Tökland, pues exigiría realizar
obras que no podrían permanecer secretas. En consecuencia, el truco utilizado
por el protagonista no habría funcionado en la vida real.
Todos sabemos que
el radar, que utiliza ondas de radio, no funciona en el agua ni a través de la
tierra firme, sólo en el aire y en el espacio. Para obtener un efecto similar
en el agua se emplea el sonar, que en vez de ondas electromagnéticas utiliza
ondas acústicas.
¿Podrían haberse
empleado ondas acústicas en la isla de Tökland? La respuesta es negativa por
dos motivos: por un lado, los receptores y transmisores acústicos no habrían
podido miniaturizarse tanto como los de radio, y por tanto no habrían
permanecido ocultos; por otro, las ondas acústicas enviadas en ambos sentidos
habrían tenido que atravesar el aire del laberinto, mucho menos apto para su
transmisión que el agua y que la tierra. Por ello, esta solución debería
desecharse.
En
cualquier caso, aunque el procedimiento utilizado por el protagonista no habría
funcionado en la práctica, la novela se lee con interés y engancha al lector,
al menos durante esta primera parte que acabamos de revisar.Hilo Literatura y Cine: Anterior Siguiente
Manuel Alfonseca
Hola. Felicidades por este artículo tan interesante. Tengo la memoria muy borrosa, pero creo, que a este escritor le leí en 1º de B.U.P. su novela "Espejos venecianos" era una de las lecturas obligatorias de ese año junto a "Barro entre las manos" y "Cruzadas en Jeans" (esta última fue la que más me gusto. Se nota que estaba destinado al glorioso gremio de los historiadores).Me sorprende que el autor no se diera cuenta de eso. Si tenemos problemas con los dispositivos a Joan Manuel Gisbert recordando esta novela. A mí desde luego me ha entrado nostalgia de esos títulos editados en editoriales como Barco de Vapor, o Gran Ángular por ejemplo.electrónicos imagínate en la década de los 80 cuando se escribió la novela. Creo, que el Profesor Alfonseca le ha hecho un gran favor a
ResponderEliminarJoan Manuel Gisbert escribiendo este artículo. A mí me ha entrado nostalgia por este tipo de libros editados en editoriales como Barco de Vapor, o Gran Angular. PD. Creí haber editado esto, pero no ha salido el mensaje completo. Por lo que pido disculpas.
Eliminar