La abolición del hombre

C.S. Lewis
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En 1943, C.S. Lewis escribió un libro con el mismo título que este artículo. En ese año, la segunda guerra mundial estaba en pleno desarrollo, pero el libro no trata sobre la guerra, sino sobre cuestiones más fundamentales, como la degradación moral del hombre, que entonces estaba muy avanzada y que ha empeorado hasta nuestros días. Así explica Lewis esa degradación:

Consideremos todo lo que se refiera a lo que deberíamos hacer (los imperativos morales) como una simple supervivencia psicológica interesante: dejemos eso y empecemos a hacer sólo lo que nos gusta. Decidamos nosotros mismos qué debe ser el hombre y convirtámoslo en eso: no porque imaginemos que eso tiene algún valor, sino porque queremos que sea así. Habiendo dominado nuestro entorno, dominémonos a nosotros mismos y elijamos nuestro propio destino.

Utopías y Distopías

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Las Utopías, descripciones de sociedades perfectas ficticias, deben su nombre a la Utopia de Thomas More (1516), título de origen griego que significa literalmente en ningún sitio. Antes y después de la obra de More ha habido otras muchas utopías, cada una a gusto de su autor, puesto que el tema de la sociedad perfecta da mucho juego a la imaginación. Citemos como ejemplos La República de Platón, La ciudad del sol de Tomasso Campanella (1602), la Nueva Atlántida de Francis Bacon (1627), La raza que nos suplantará de Bulwer Lytton (1871), Mirando atrás de Edward Bellamy (1888, véase este artículo), Noticias de Ninguna Parte de William Morris (1890), Horizonte perdido de James Hilton (1933), o Isla de Aldous Huxley (1962).

Cántico a San Leibowitz

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Esta novela, una de mis favoritas del género de ciencia-ficción, pertenece al subgénero catastrofista, también llamado postapocalíptico. Su argumento resumido es este:

Una guerra atómica ha destruido nuestra civilización. Después de la catástrofe, las masas supervivientes odian la ciencia y los libros, pues los consideran responsables de la tragedia. Igual que tras la caída del Imperio Romano, La Iglesia Católica se encarga de recoger los restos del conocimiento y conservarlos para la posteridad, por si algún día surge una nueva civilización capaz de entenderlos. Pero cuando esto ocurre, la historia se repite y el hombre vuelve a autodestruirse.

¿Ciencia o imaginación?

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Una gran parte de la investigación “científica” que se está desarrollando actualmente, más que en ciencia, consiste en el ejercicio de la imaginación de los “científicos”. Parece que, para que a alguien se le considere científico, basta con que se dedique a hacer elucubraciones matemáticas que poco o nada tienen que ver con la realidad. Y naturalmente, todo lo que hace un científico tiene que ser “ciencia”. Al menos, las revistas científicas y los medios de alta divulgación lo consideran como tal.

¿Son calvos los agujeros negros?

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Los agujeros negros son unos objetos muy raros. Son acumulaciones de materia enormemente compacta, que ejerce una gravedad tan grande, que a menos de cierta distancia (el horizonte de sucesos) nada puede escapar de su atracción, ni siquiera la luz. De ahí su nombre.

La existencia de los agujeros negros había sido predicha en el siglo XVIII por el geólogo inglés John Michell y por el astrónomo francés Laplace. Por entonces nadie hizo demasiado caso, pero a partir de 1915, cuando Einstein formuló la teoría de la Relatividad General, el interés por estos objetos misteriosos creció. Pronto se llegó a la conclusión de que, cuando una estrella de gran masa agotara la posibilidad de producir reacciones nucleares de fusión, ninguna fuerza de la naturaleza sería capaz de vencer la atracción de la gravedad de la materia resultante, por lo que se produciría un agujero negro. Pero durante mucho tiempo se dudó de su existencia real, porque la teoría parecía predecir que la materia situada en el interior de un agujero negro ocuparía un volumen nulo y por tanto tendría una densidad infinita. Como los físicos suelen sospechar que el infinito es un concepto matemático que no se puede alcanzar en la vida real, sólo se veían dos posibilidades: o bien los agujeros negros no existen, o bien habría que modificar la teoría de Einstein para que no alcancen una densidad infinita.