¿Tiempo A o Tiempo B?

J.M.E. McTaggart, que en 1908 acuñó
los términos "Tiempo A" y "Tiempo B".
The same post in English

Los seres humanos parecemos tener una propensión innata a pensar que lo que no nos gusta o no podemos explicar no existe. Así, en el hinduismo y el budismo, la realidad misma se considera una ilusión (maya), algo de lo que hay que desprenderse para alcanzar la liberación. Según esta filosofía, y como parte inseparable de la realidad física, el tiempo también debería ser considerado como una ilusión. En el Brahman hinduista y en el Nirvana budista no hay tiempo.
En la filosofía y la ciencia de Occidente, la idea del tiempo ha sido tradicionalmente muy distinta. Hasta el siglo XVIII no se puso en duda la realidad de la realidad. Como parte inseparable de la realidad, el tiempo era absoluto. En la mecánica de Newton desempeña ese papel. Según su teoría de la gravitación, el transcurso del tiempo es independiente del movimiento del observador. De ahí se puede deducir el principio de la relatividad de la mecánica clásica, según el cual, cuando varios cuerpos están sometidos a movimiento rectilíneo y uniforme (con velocidad constante), es imposible distinguir cuál de ellos está en reposo y cuál está en movimiento.

Determinismo o libertad (2ª parte)

Claude Elwood Shannon
The same post in English

Entre los argumentos que utilizan los neurocientíficos deterministas para aducir que la libertad humana no existe, destacan estos dos:
  • Las lesiones cerebrales y las alteraciones mentales afectan a la mente y a la consciencia de diversas maneras, según la parte del cerebro afectada. En el peor caso, la consciencia puede perderse por completo. De ahí deducen que la consciencia de sí mismo es un epifenómeno que puede proporcionar algunas ventajas evolutivas, pero que en el fondo es una ilusión sin realidad objetiva.
  • Por otra parte, es posible provocar estados mentales de todo tipo (incluso experiencias místicas) mediante estímulos electromagnéticos aplicados a distintas partes del cerebro. De ahí deducen que los estados mentales sólo dependen del estado eléctrico de nuestras neuronas y que las experiencias místicas, cualquiera que sea su origen, son todas alucinatorias. Ya he hablado sobre esto en otro artículo.

El dilema entre determinismo y libertad

The same post in English

En una de mis novelas de misterio (El zahir de Quetzalcoatl) el protagonista debe resolver tres enigmas, como en los cuentos de hadas clásicos. El tercer enigma está formado por tres afirmaciones, de las que se sabe que no pueden ser todas verdaderas ni todas falsas. Este enigma constituye lo que podríamos llamar un trilema.
C.S.Lewis
Un trilema famoso fue formulado por C.S.Lewis para justificar la divinidad de Cristo. Partiendo de la base de que Cristo afirmó su propia divinidad, Lewis planteó las siguientes alternativas: O bien Cristo estaba loco, o mentía, o es verdad que era Dios. De estas tres afirmaciones, sólo una puede ser verdadera, pues cada una excluye a las otras dos.
Ante la cuestión de la libertad humana, cuya realidad es negada por la filosofía determinista, Brigitte Falkenburg propone otro trilema algo diferente, pues en este caso dos cualesquiera de las tres alternativas pueden ser verdaderas, pero entonces la tercera tiene que ser falsa. El trilema es este:

La fecha de la crucifixión de Cristo

Cristo crucificado, talla en madera
de Manuel Alfonseca Santana

The same post in English

Durante la deportación de Babilonia, el pueblo judío adoptó un  calendario lunar de tipo babilónico y lo llevó consigo al regresar a Palestina. Ordinariamente el año tenía doce meses lunares, pero como así se perdían, por término medio, once días cada año respecto al ciclo solar, de vez en cuando era preciso introducir un mes intercalar, con lo que algunos años tenían trece meses.
A principios de nuestra era no existía una regla rígida para la proclamación de los meses intercalares. Cada año el Sanedrín (el tribunal supremo judío) decretaba si debía o no intercalarse un mes adicional. Había varios criterios para decidirlo. El principal consistía en que la celebración de la Pascua tenía que tener lugar después del equinoccio de primavera, pero si el año agrícola había sido malo y los primeros frutos (que debían ofrecerse en dicha fiesta) no estaban maduros, o si los corderos del sacrificio no habían crecido lo suficiente, el Sanedrín podía decidir intercalar un nuevo mes, retrasando un ciclo completo la celebración de la fiesta mayor.