La NASA vuelve al espacio



Buzz Aldrin en la Luna
NASA Images at the Internet Archive
A principios de los años sesenta, la Unión Soviética se puso por delante en la carrera espacial. A finales de esa misma década, los Estados Unidos tomaron el relevo con el Proyecto Apolo, que en 1968 comenzó a lanzar vuelos tripulados (Apolo 7), en 1969 puso por primera vez dos hombres en la Luna (Apolo 11), y hasta diciembre de 1972 realizó cinco desembarcos lunares más, el último de los cuales fue el Apolo 17. Desde entonces, el hombre no ha vuelto a la Luna, salvo por el envío de cápsulas automáticas no tripuladas.
A partir de los años 80, la NASA cambió de táctica y comenzó a utilizar lanzaderas espaciales (space shuttles) para sus vuelos tripulados. Estas naves diferían de las anteriores porque la lanzadera era reutilizable: al volver a la Tierra podía aterrizar de manera semejante a la de un avión, en lugar de descender sobre el mar, como las cápsulas del proyecto Apolo. En total se construyeron cinco lanzaderas, que recibieron los nombres de Columbia, Challenger, Discovery, Atlantis y Endevour. 

La Biblioteca de Babel y las cifras de Pi

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Uno de los cuentos más famosos de Jorge Luis Borges es La Biblioteca de Babel. Se trata de una biblioteca que contiene todos los libros posibles. Para que esta afirmación tenga sentido, hay que saber cómo se define un libro. Para Borges, cada libro es una concatenación de un millón trescientos doce mil caracteres, escogidos entre todas las permutaciones posibles de esa longitud, construidas con un conjunto de 25 caracteres básicos (el espacio, 22 letras, y dos signos de puntuación).
El número de libros de la Biblioteca es enorme, porque el número de permutaciones de cierto número de símbolos crece en función del factorial de su longitud. El factorial de un número N se obtiene multiplicando entre sí todos los números naturales desde 1 hasta N:
N!=1×2×3×...×N
El resultado de esta operación crece de forma desmesurada. Así, 5!=120; 10!=3.628.800; 100!>9×10157. El número de libros de la Biblioteca de Babel no crece tan deprisa, pues cada libro contiene muchísimas repeticiones de símbolos, lo que disminuye el número de posibilidades, pero piénsese cuánto valdrá el factorial de 1.312.000, si el de 100 es un número de 157 cifras.
El número de libros de la Biblioteca de Babel es enorme, pero no es infinito. En ese conjunto de libros están todas las cadenas posibles de esa longitud, tengan o no sentido. Pero eso significa que ahí están todos los libros que se han escrito; todos los que podrían escribirse; todas las traducciones de cada uno de los libros a todas las lenguas existentes o posibles…

La ideología dominante se atreve a censurar la ciencia



En uno de los artículos más leídos y polémicos de este blog, Lo que dice la ciencia sobre la vida humana, que tuvo 92 comentarios (hasta ahora el récord del blog), expliqué cómo, por razones puramente ideológicas, los partidarios del aborto cierran los ojos a lo que dice la ciencia, que no duda en afirmar (y lo hace desde hace siglo y medio) que la vida de cada ser humano comienza en la fecundación del óvulo por el espermatozoide. Frente a esto, los abortistas se empeñan en hacer afirmaciones falsas como estas: un feto no es más que una parte del cuerpo de la madre; un feto no es un ser humano; un feto no es más que un conjunto de células (¿pues qué son los abortistas?)

La acción de Dios a la luz de la ciencia



Portada del libro
Divine action & modern science
por Nicholas Saunders
Como he mencionado en artículos anteriores, ni la existencia de Dios ni su inexistencia pueden ser demostradas por la ciencia, pues Dios, si existe, no puede ser objeto del conocimiento científico. En consecuencia, desde el punto de vista racional, el problema de la existencia de Dios es filosófico y no científico. Ante este problema se han propuesto diversas soluciones:
  • Ateísmo: Según esta solución, propuesta hoy por muchos, Dios no existe y la existencia del universo sería consecuencia únicamente del azar. Un problema adicional, sugerido por esta teoría, es que realmente no sabemos qué pueda ser el azar (véase este artículo). Como la materia oscura y la energía oscura, es un nombre que sólo sirve para esconder nuestra ignorancia.
  • Panteísmo: Según esta solución, propuesta por nombres tan señeros como Spinoza y Einstein, Dios es el universo. Con otras palabras, en el universo hay algo que no podemos descubrir con el análisis científico, que explica de algún modo su propia existencia y la nuestra. La contraposición de esta teoría con la anterior queda clara en las palabras de Einstein contra la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica: Dios no juega a los dados. Con esas simples palabras, Einstein declaró su incredulidad respecto al concepto de azar, tal y como se plantea en muchas soluciones ateas al problema. En esta teoría, la acción de Dios en el mundo se realizaría únicamente a través de las causas naturales, sin modificación alguna (o sea, es una acción compatibilista).
  • Deísmo: Según esta solución, Dios existe y creó el universo, pero después se desentendió de él, dejándolo evolucionar solo. Originada en el siglo XVIII, muchos de los pensadores franceses de la época (y algunos posteriores hasta nuestros días) adoptaron esta teoría. Partiendo de este punto de vista, el problema de la acción de Dios en el universo no se plantea, pues se niega que Dios actúe en el universo.
  • Teísmo providencial: Según esta solución, Dios existe y creó el universo, pero después no se desentendió de él, sino que interactúa con él de alguna manera, dirigiendo su evolución. El problema de cómo tiene lugar la acción divina sólo se plantea en el marco de esta teoría.

¿Se investiga bien?

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Gato atigrado
Oliver-Bonjoch, CC BY-SA 3.0
A veces, al leer las noticias científicas que divulgan revistas como Science News, parece como si algunas de las investigaciones que se están llevando a cabo fueran de perogrullo. O bien se descubren cosas que todo el mundo sabe, o se dedican tiempo y esfuerzos inauditos a investigar en campos que a nadie interesan. Ya se sabe que muchos investigadores están ansiosos por publicar, y que tienen que justificar de algún modo los fondos que reciben para investigar, pero ¿hasta ese punto?
Veamos una noticia muy reciente (abril 2019):
Los gatos reconocen su nombre. Un estudio sugiere que nuestros amigos felinos distinguen de otras palabras el sonido peculiar de su nombre. Y el final del texto de la noticia añade: Si un gato entiende o no lo que es un nombre, eso sólo el gato lo sabe. 
Cualquier persona que haya tenido un gato (yo tuve uno hace medio siglo) sabe que los gatos reconocen su nombre. ¿Hacía falta hacer una investigación al respecto, probablemente gastando dinero público, para descubrir algo que todo el mundo sabe?