La destrucción del lenguaje

C.S. Lewis
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El lenguaje cambia continuamente. A lo largo del tiempo, algunas palabras desaparecen, otras se crean para aplicarse a conceptos nuevos que antes no existían, y otras cambian ligeramente de significado. El proceso puede continuar hasta que una palabra pasa a significar algo totalmente diferente de su sentido original, o incluso opuesto. A veces, diversos significados de una misma palabra coexisten simultáneamente.
En un libro titulado Studies in Words, publicado en 1960, C.S. Lewis acuñó la palabra verbicidio para referirse al asesinato de una palabra, hacerle perder su significado con un uso distinto del que hasta entonces había tenido, haciendo que este se pierda. Un caso simétrico equivalente es el de acuñar palabras nuevas que en realidad son totalmente innecesarias, pues ya existían otras perfectamente aplicables para ese significado.
Los medios de comunicación tienen una responsabilidad muy grande en estos procesos, pues es frecuente que adopten, lancen o copien indiscriminadamente palabras de moda sin tener en cuenta las consecuencias. Casi todas ellas son innecesarias o conducen al verbicidio de alguna palabra útil. Veamos algunas de las formas en que puede tener lugar este proceso, según señala C.S. Lewis en la introducción de su libro:

La manipulación de las masas

Aldous Huxley
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Albert Speer, ministro de armamentos del gobierno de Adolph Hitler, dijo estas palabras cuando se disculpó públicamente durante el juicio de Nuremberg:
La dictadura de Hitler difería en un punto fundamental de todos los precedentes históricos: fue la primera dictadura del periodo actual de tecnología moderna, una dictadura que hizo un uso total de todos los medios técnicos para dominar a su propio país. Mediante dispositivos técnicos como la radio y los altavoces, a ochenta millones de personas se les privó del pensamiento independiente.
Desde los días de Hitler, las herramientas tecnológicas que un dictador podría utilizar para manipular a las masas han avanzado mucho. Además de la radio y los altavoces, el cine y la prensa, de que disponía Hitler, ahora tenemos televisión, grabación de sonido e imagen, teléfonos móviles que proporcionan innumerable información, ordenadores capaces de procesarla, y redes sociales, que se están convirtiendo en uno de los instrumentos de manipulación social más poderosos que existen.
Como dije en otro artículo de este blog, todas estas herramientas no son ni buenas ni malas: lo que es bueno o malo es el uso que se haga de ellas. Todas se pueden usar bien, y todas se pueden usar mal. ¿Tenemos controles para impedir que se usen mal? ¿O más bien sabemos que ya se están usando mal?