¿Vamos hacia Soylent Green?


En 1973, el director de cine estadounidense Richard Fleischer estrenó la película Soylent Green, que en España se tituló Cuando el destino nos alcance, basada en la novela de ciencia-ficción de 1966 Make room! Make room! del escritor Harry Harrison, aunque entre el libro y su adaptación al cine hay bastantes diferencias. Se trata de una película distópica, que describe una sociedad futura (se supone que lo que se cuenta ocurre en el año 2022, o sea, ahora) en la que hay un problema gravísimo de superpoblación (sólo Nueva York alcanza 40 millones de habitantes), lo que da lugar a una enorme escasez de alimentos.
La empresa Soylent, la del título de la película, centraliza la producción de alimentos obtenidos a base de vegetales concentrados, y los comercializa bajo nombres que dependen de su color: Soylent yellow, Soylent red y Soylent green. Cada vez que se pone a la venta este último producto, tiene lugar una avalancha de compradores, muchos de los cuales no consiguen adquirirlo, porque las existencias se agotan rápidamente.

La mente y el cosmos

Thomas Nagel
Thomas Nagel, filósofo, profesor en la Universidad de Nueva York y especializado en filosofía de la mente, ha publicado un libro (La Mente y el Cosmos) en el que resume sus ideas contrarias al reduccionismo materialista dominante en filosofía desde mediados del siglo XIX. He leído el libro en una traducción española realizada por el profesor de Sevilla Francisco Rodríguez Valls, con quien he colaborado más de una vez.
El libro proporciona argumentos contundentes en apoyo de la afirmación de que el reduccionismo materialista no puede explicar la consciencia, la razón y otros elementos mentales sin eliminarlos. Pero como la consciencia y la razón son los elementos dominantes de nuestra visión del mundo, la conclusión a la que deberíamos llegar es que el reduccionismo materialista tiene que ser falso.

El efecto Dunning-Kruger

El que sabe, y sabe que sabe, es un sabio. Síguele.
El que sabe, y no sabe que sabe, está dormido. Despiértale.
El que no sabe, y sabe que no sabe, es un ignorante. Enséñale.
El que no sabe, y no sabe que no sabe, es un necio. Evítale.
Este texto anónimo es muy conocido. Generalmente se presenta como proverbio árabe o persa, algunas veces como proverbio chino, e incluso se atribuye equivocadamente a Confucio, porque lo que está escrito en Analectas 17:3, aunque parecido, es diferente. El efecto Dunning-Kruger, que hace referencia a un estudio publicado en 1999 por estos dos autores en una revista de la American Psychological Association, podría considerarse como un estudio experimental sobre la primera y la última línea del proverbio.
Para identificar el efecto que lleva su nombre, Dunning y Kruger realizaron y analizaron, con estudiantes de psicología, conjuntos de test relacionados con actividades intelectuales y sociales en campos como el humor, la gramática y la lógica. Después pidieron a los participantes que se auto-evaluaran, contestando a las tres preguntas siguientes:

El problema del mejor de los mundos


Campo de concentración de Auschwitz
En 1993, William Rowe propuso un argumento filosófico ateo para demostrar que Dios no existe, que aunque se basa en el problema del mal (como tantos otros argumentos ateos), le da un giro algo diferente. Por eso se le ha puesto nombre, el del título de este artículo. El argumento puede resumirse así:
Si Dios existe y ha creado el universo, tiene que haber creado el mejor de los mundos posibles, desde el punto de vista moral. Pero dado un universo, siempre es posible idear un mundo mejor que ese. De hecho, el mejor de los mundos posibles no existe, siempre es posible imaginar uno mejor. Además, nuestro universo contiene bastante mal moral y dista de ser uno de los mejores. Luego Dios no existe.
Es curioso que, en respuesta a este argumento, algunos filósofos creyentes (como Klaas Kraay y otros), hayan recurrido para rebatirlo a las teorías del multiverso, que fueron ideadas inicialmente por pensadores ateos para enfrentarse al problema del ajuste fino. Según estos filósofos, el problema del mejor de los mundos se resolvería si Dios hubiese creado, no un universo, sino un multiverso que contenga todos los mundos mejores posibles, quizá en número infinito. No me parece que el intento tenga mucho porvenir. Es fácil prever que el mismo argumento que se aplica al universo puede aplicarse también al multiverso, con lo que no se habría resuelto el problema, sólo se habría trasladado a un nivel superior.