¿Trece meses en el año?

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Después de hablar del día y de la hora, le ha llegado el turno al mes. Como el día, corresponde a un ciclo natural: el movimiento de la luna alrededor de la Tierra. Sabemos que, vista desde la Tierra, la luna no gira alrededor de su eje, puesto que siempre nos presenta la misma cara. Sin embargo, si tomamos otro astro (el sol) como punto de referencia, sí se produce una rotación. Un observador situado en el sol vería sucesivamente todos los puntos de la superficie de la luna y considerará que ésta rota sobre sí misma. Observará también que su periodo de rotación coincide con el de traslación alrededor de la Tierra, como debe ser, si ha de presentar siempre la misma cara hacia nuestro planeta.

La hora 24

Reloj Blando
Escultura de Dalí
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He retocado un poco el título de la famosa novela del escritor rumano Constantin Virgil Gheorghiu (La hora 25), porque en este artículo voy a hablar de las horas. Igual que pasa con los días, de los que hablamos en el artículo anterior, existen distintos tipos de horas.

Cada tipo de hora se define dividiendo por 24 la longitud del día correspondiente. Por eso hay tantos tipos de horas como de días: hora lunar, hora sidérea y hora solar media. Pero además de estas tres, existen dos más: la hora solar verdadera y la hora oficial (véase la tabla adjunta). La primera es consecuencia de que el día solar verdadero difiere del día solar medio hasta un cuarto de hora, aproximadamente. Por esa razón, cuando los capitanes de barco querían calcular la longitud geográfica de su posición observando el momento en que el sol pasaba por el meridiano, tenían que aplicar tablas de corrección en función de la fecha. Si dividimos entre 24 la duración de cada día solar verdadero, obtendremos la hora solar verdadera, que naturalmente sólo tiene 60 minutos unas pocas veces al año.

Los trabajos y los días

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He tomado el título de este artículo de la obra de Hesíodo. Aunque aquí no voy a hablar del trabajo, sí voy a hablar de los días. La palabra día tiene dos sentidos distintos: el día completo (24 horas) y la parte del día en que hay luz solar. Así, se podría decir que

día = día + noche

lo que parece absurdo, porque un matemático podría deducir que la noche no existe. En lugar de esa ecuación, y para dejar claro que existen dos clases de días, deberíamos utilizar esta otra:

día1 = día2 + noche

El día1 es un ciclo natural, el periodo del movimiento de rotación de la Tierra alrededor de su eje. Pero aquí surge un problema: ¿Cuándo se puede decir que la Tierra ha dado una vuelta completa alrededor de su eje? Y es que, para definir el periodo de un objeto que se mueve, es preciso disponer de un punto de referencia. Los resultados serán diferentes dependiendo de cuál sea el punto que se escoja.

Mis diez descubrimientos científicos favoritos del siglo XX

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En un artículo publicado hace dos semanas comenté la contestación dada en un artículo de la revista Science News a la pregunta de cuáles han sido los diez descubrimientos científicos más importantes del último siglo. Alguno de mis lectores me ha preguntado cuál es mi opinión personal al respecto. Contesto aquí.

Para empezar, señalaré que la investigación científica puede avanzar por cuatro caminos diferentes:

  1. La ciencia teórica, que trata de descubrir leyes fundamentales en el universo.
  2. La ciencia experimental, que confirma o falsa las teorías, realizando experimentos.
  3. La ciencia observacional, que en lugar de experimentar observa. La astronomía, por ejemplo, utiliza estos métodos, pues la experimentación casi nunca es posible.
  4. La tecnología, la aplicación práctica de la ciencia, cuyo objetivo es construir dispositivos que funcionen.

¿Seremos capaces de construir seres conscientes?

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Utilizo el término seres conscientes, porque el de máquinas conscientes tiene connotaciones materialistas que no comparto, y el de inteligencia artificial está quemado, por el abuso que los medios generalistas suelen hacer de él.

Antes de entrar en materia quiero hacer unas aclaraciones previas:

  1. Ya somos capaces de construir seres conscientes: nuestros hijos. Cuatro mil millones de años de evolución han llevado a la aparición de unos seres (nosotros) dotados de autoconsciencia y capaces de reproducirse. Se trata de un proceso natural, que no hemos desarrollado nosotros mismos, sino que nos ha venido dado desde antes de nuestra existencia. Cuando se plantea una pregunta como la del título de este artículo, usualmente se interpreta así: ¿seremos capaces de construir seres conscientes artificiales, construidos por medios diferentes de los naturales, ideados y desarrollados exclusivamente por nosotros mismos?

Cuáles fueron los mayores avances científicos del siglo

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La revista de divulgación científica Science News ha cumplido en 2021 cien años (un siglo) de existencia. Para celebrar esta efeméride, la revista ha publicado una lista de los que, según el autor, son los diez mayores avances científicos realizados entre 1921 y 2021. Esta es la lista, ordenada según la importancia del descubrimiento para el autor del artículo (de mayor a menor):

Giordano Bruno, ¿mártir de la ciencia?

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Giordano Bruno se llamaba originalmente Filippo Bruno. Nació en Nola, en 1548, y murió en Roma, en 1600.   Fue un filósofo y escritor italiano, pero no fue científico, porque jamás practicó ninguna ciencia. Entonces, ¿por qué a menudo se le nombra (incorrectamente) como mártir de la ciencia, que por sus ideas científicas habría sido condenado y ejecutado por la Inquisición de la Iglesia Católica?

Lo que sigue se basa en un resumen de su vida extraído de mi diccionario 1000 Grandes Científicos, que publicó Espasa Calpe en 1996, pues decidí incluirlo en el elenco de los científicos, precisamente para desmentir esa idea equivocada.

A los 15 años ingresó en la orden de los dominicos y después fue profesor en Nápoles, pero en 1576 tuvo que huir, acusado de heterodoxia. Viajó por Italia, Suiza, Francia e Inglaterra, logrando bastante éxito con sus lecciones de filosofía en París y en Oxford.

La increíble gente menguante

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Como mencioné en el artículo anterior, Isaac Asimov escribió la novela Viaje Alucinante (Fantastic  Voyage en inglés) basándose en el guion de la película de ciencia-ficción del mismo título; no al revés, como mucha gente cree. En la película y en la novela, un submarino y su tripulación son reducidos a tamaño microscópico e inyectados en una arteria de un ser humano en coma, para realizar desde dentro una operación en su cerebro que sería imposible desde fuera.

¿Será posible alguna vez en el futuro hacer algo así? ¿O existen límites para lo que la tecnología puede conseguir?

¿Inteligencia artificial o algoritmos informáticos?

John MacCarthy
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Hablar de inteligencia artificial está de moda. Cada vez es más frecuente la aparición de este término en los medios de comunicación. Se suele usar cuando se quiere hablar de una aplicación informática que se comporta de un modo que a algunos les parece inteligente. Pero ¿realmente lo es? ¿O estamos asistiendo a un desplazamiento de sentido, a la aplicación de un término con más gancho a algo que realmente no es nuevo?

El término inteligencia artificial lo inventó John MacCarthy en 1956, con ocasión de un seminario que tuvo lugar en el Dartmouth College de Hanover, U.S.A. Por entonces se hicieron predicciones exageradas de los avances inminentes que se podían esperar en este campo, algunos de los cuales aún no se han cumplido de forma totalmente satisfactoria después de 65 años. Ahora las predicciones son mucho más ambiciosas, pero es muy probable que ninguna se cumpla a corto plazo, y que algunas no lleguen a cumplirse nunca.

¿El fin de la ciencia?

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La revista de noticias científicas Science News acaba de cumplir 100 años. Comenzó a la vez que el año 1922. Y como desde el principio ha ido numerando sus revistas por semestres (no por años), los ejemplares del segundo semestre de 2021 llevan el número 200. Es una de las revistas de información y alta divulgación científica más longevas que existen. Pero su evolución en las últimas décadas resulta preocupante, y no parece que nos empuje a ser optimistas sobre la situación actual de la ciencia mundial.

¿Un gobierno mundial?

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Los economistas hablan de economía de escala, con lo que se refieren a la idea de que cuanto mayor sea una empresa, menores serán los costes de producción, y por tanto mayores los beneficios. La consecuencia de aceptar esta idea es la creencia de que, para aprovechar mejor los recursos, las empresas deben ser cada vez más grandes, y por lo tanto, su número más pequeño. No se suele tener en cuenta que esto da lugar a problemas, como el descenso de la calidad de los productos, consecuencia casi inevitable de la pérdida de competencia. Además existe un punto de diseño óptimo, que si se sobrepasa da lugar a que los descensos de costes se inviertan, y se conviertan en aumentos.

Después de publicar su famoso libro, Small is beautiful, Ernest Schumacher recibió una carta que decía lo siguiente:

El punto crucial es este: a medida que una organización monolítica aumenta de tamaño, el problema de la comunicación entre sus componentes aumenta exponencialmente. Generalmente se calcula que el tamaño máximo de un equipo productivo de investigación científica es igual a doce; por encima de ese tamaño, todos pasan todo el tiempo averiguando qué es lo que hacen los demás. (Citado por Joseph Pearce en su libro Small is still beautiful).

Pearce dice que las ideas de la economía de escala se han extendido a la política de escala, lo que llevaría indefectiblemente a un gobierno mundial:

[L]a democracia se somete a la teoría de la centralización progresiva. Los individuos delegan sus funciones democráticas en un Ayuntamiento; el Ayuntamiento delega sus funciones en un gobierno autonómico; los miembros del gobierno autonómico delegan en el gobierno nacional; los miembros del gobierno nacional en la unión continental; y por último (así lo da a entender esta teoría), la unión continental delegará en un gobierno mundial…

Sin embargo, si este teórico gobierno mundial llegara a convertirse en realidad, es casi seguro que dirá que es una democracia. La gente tendrá voto, aunque no tenga voz. El problema, por lo tanto, no es si la democracia es el camino a seguir, porque casi todo el mundo cree que lo es. El problema es la "democracia" antidemocrática.

A lo largo de la historia ha habido varios intentos de formar ese gobierno mundial. Recordemos nombres como Napoleón Bonaparte, que intentó unificar Europa sustituyendo a los gobernantes máximos por miembros de su propia familia y generales de su ejército; a Adolf Hitler, que quiso fundar un Imperio que duraría 1000 años; a Stalin, Mao Zedong y otros comunistas, que creían que el comunismo acabaría imponiéndose en todo el mundo, lo que llevaría a un gobierno mundial comunista, y a quienes no les importaba la muerte de millones de personas, con tal de imponer su ideología. Algunos piensan que ese gobierno mundial está a punto de imponerse, a partir del actual predominio Occidental en la Organización de Naciones Unidas. Pero ¿es aconsejable crear un gobierno mundial?

Personalmente soy escéptico, y lo he demostrado en varias de mis novelas de ciencia-ficción futuristas, en las que el Gobierno Mundial desempeña casi siempre el papel del villano.

  • En Bajo un cielo anaranjado (1993, 2016), el gobierno mundial quiere poner en marcha la terra-formación de Marte, a pesar del hecho de que eso causaría la muerte de todos los marcianos, seres inteligentes que habitan en el subsuelo del planeta.
  • En la continuación del libro anterior, Descenso al infierno de Venus (1999, 2016), se explican con las siguientes palabras algunos de los peligros del Gobierno Mundial: Aunque el mundo está unido, sigue habiendo conflictos, todos civiles, naturalmente, pero ya se sabe que la guerra civil suele ser la más inhumana y cruel de todas. También se plantea la posibilidad de que dicho Gobierno Mundial sea ocupado por un dictador que lo utilice en su propio beneficio.
  • Finalmente, en Operación Quatuor (2014), el Gobierno Mundial se ha convertido en uno de los principales antagonistas de la novela. Como explica uno de los personajes: [E]l gobierno ha conseguido detener el aumento de población. Ahora quiere hacerla disminuir y ha instaurado el aborto forzado para los que ya tienen un hijo, y la eutanasia obligatoria para los mayores de noventa años.

Partiendo del principio de que todo lo que crea el hombre es susceptible de ser mal utilizado, es preciso admitir que un gobierno mundial probablemente se convertiría en una herramienta extremadamente peligrosa, que dejaría pequeñas las predicciones de la novela de George Orwell, Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, en la que dicho gobierno mundial ni siquiera había llegado a construirse, pues el mundo estaría dividido en tres superpotencias (Oceanía, Este-Asia y Eurasia) en guerra permanente las unas contra las otras, y que se han convertido en dictaduras asfixiantes.

Hilo Temático sobre Política y Economía: Anterior Siguiente

Manuel Alfonseca

Este artículo fue publicado por La Nueva Razón el 4 de septiembre de 2021

Crecimientos malignos

Ernest Schumacher
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Joseph Pearce es autor del libro Small is still beautiful, cuyo título indica claramente la influencia de la obra más conocida de Ernest Schumacher, Small is beautiful (Lo pequeño es hermoso) en la que este economista defiende la idea de que las grandes empresas y organizaciones no son la forma más eficiente de lograr la felicidad de los seres humanos, lo que debería ser el objetivo de toda actividad económica, en lugar de buscar únicamente el aumento de los beneficios.

Pearce aborda la cuestión del Producto Nacional Bruto (PNB), que usualmente se utiliza para medir el crecimiento. El PNB suele tomarse como medida de éxito: cuanto mayor sea su crecimiento, mejor se supone que va la economía. En opinión de Pearce, este modo de medir el éxito económico no responde a las necesidades de la sociedad, porque presenta los siguientes problemas:

¿Cómo se miden los efectos de la pandemia?

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Usualmente, los entes políticos y los medios de comunicación miden los efectos de la pandemia de la enfermedad COVID-19, provocada por un coronavirus, en función del número de casos positivos detectados, ya sea el día anterior, o en los 14 días anteriores (en número de casos por cada 100.000 habitantes).

Creo que ha sido un error elegir esta medida, ya que hace muy difícil establecer comparaciones a lo largo de la evolución de la pandemia, puesto que el número de casos positivos detectados depende de forma muy clara del número de pruebas realizadas (cuantas más pruebas, más casos positivos se detectarán), y puesto que el número de pruebas varía constantemente, los datos que nos van dando no pueden compararse.

¿Se opone la ciencia a la fe?

Charles Darwin
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La oposición entre la ciencia y la fe es una invención decimonónica. Y no fueron científicos los que la inventaron, pues la mayoría de estos eran creyentes. Los responsables fueron filósofos ateos como Marx, Feuerbach, Schopenhauer o Nietzsche. Cuento a Marx entre los filósofos, a pesar de que él abominaba de la filosofía, a la que consideraba muerta (lo dijo en los Manuscritos), igual que hizo Stephen Hawking siglo y medio después, como comenté en este artículo. Alguna vez he dicho que Marx se habría horrorizado de que hoy se le estudie en clases de historia de la filosofía, pues él no se consideraba filósofo, sino economista.

La naturaleza del mundo físico

Arthur Eddington
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La naturaleza del mundo físico es el título de una obra señera en la historia de la divulgación científica. Publicada en 1928, recopila las conferencias Gifford pronunciadas en Edimburgo por su autor, Arthur Eddington, en 1927. Eddington era entonces famoso, por haber sido quien, en 1919, con ocasión de un eclipse solar, organizó la expedición que demostró una de las predicciones de la teoría de la Relatividad General de Einstein: la desviación de la luz al pasar cerca de una estrella. Se dijo de él que era una de las tres únicas personas en todo el mundo que entendían la Relatividad General. Además de esto, Eddington fue pionero de la investigación sobre el origen de la energía de las estrellas, pues fue el primero en proponer que procedía de la fusión del hidrógeno para formar helio.

La cosmovisión de los grandes científicos del siglo XIX


Este libro, publicado por Editorial Tecnos y dirigido por Juan Arana, resume algunos de los logros científicos, pero sobre todo intenta describir la forma de pensar, las ideas y convicciones éticas, religiosas, filosóficas y políticas de cierto número de los mejores científicos del siglo XIX. Esta es la lista de los 32 científicos seleccionados, por orden alfabético de apellidos:

La física y el libre albedrío

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En el número de enero de 2021 de la revista Physics World apareció un artículo titulado (en traducción española) Por qué la libertad está más allá de la física. Este artículo, escrito por Philip Ball, divulgador científico británico, es claramente anti-reduccionista y dice cosas como estas:

El libre albedrío no está descartado por la física, porque no proviene de la física.

Si la física puede refutar el libre albedrío, también debe descartar todo lo demás, incluso la evolución.

Pero, ¿queda realmente descartado el libre albedrío por el determinismo de la ley física? Creo que esos argumentos ni siquiera están equivocados; simplemente están mal concebidos. No reconocen cómo funcionan la causa y el efecto, y al intentar reclamar demasiada jurisdicción para la física fundamental, no son realmente científicos, sino metafísicos.

Azar y certeza

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En un comentario a un artículo mío anterior, JL me aconsejó leer el libro titulado Azar y Certeza, de Georges Salet, que lo escribió para demostrar que el origen de la vida y su evolución posterior son imposibles, si aplicamos el cálculo de probabilidades. Además, me desafió a rebatir al menos uno de los argumentos que propone el libro, con estas palabras:

La obra contiene cientos de argumentos y demostraciones; si ustedes o cualquier otro al que acudan son capaces de rebatir un solo argumento o demostración admitiré sin ningún problema que en efecto la vida puede surgir de modo espontáneo.

El libro de Salet está descatalogado y es muy difícil de conseguir, tanto en su versión original francesa como en la española. El comentarista que firma como Guillermo me proporcionó la oportunidad de leerlo. Puedo, por tanto, aceptar el desafío de JL.

Alucinaciones colectivas y el milagro de Fátima

C.S. Lewis
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En dos artículos anteriores de este blog he mencionado el milagro de Fátima: Qué dice la ciencia sobre los milagros y La abducción y el argumento del no milagro. En el primer artículo propuse un trilema (parecido al de C.S. Lewis) que se puede aplicar, en general, a todos los milagros, considerados como hechos históricos:

  1. O bien ese hecho ocurrió de verdad, o sea, los testigos que lo atestiguan dijeron la verdad.
  2. O bien el hecho no ocurrió, y los testigos mintieron deliberadamente.
  3. O bien el hecho no ocurrió, pero los testigos no mintieron, simplemente estaban equivocados, o habían sido presa de una alucinación colectiva, o alguna explicación equivalente.

El fin del universo

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¿Seguirá el cosmos dilatándose indefinidamente o se detendrá la expansión algún día? ¿Qué fuerza sería capaz de conseguirlo? Es evidente que la única que podría hacerlo es la gravedad. La expansión del universo, que provoca la fuga de las galaxias, va en contra de la atracción gravitatoria, que trata de mantener todos los cuerpos unidos entre sí.

Si se mira la ecuación cósmica de la relatividad general de Einstein, la cuestión de si la gravedad conseguirá detener la expansión del universo depende de los valores relativos y de los signos de los tres términos de la ecuación. Según cuáles sean, pueden ocurrir tres cosas:

Vacunas contra COVID-19

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Las cuatro vacunas principales contra la COVID-19 se clasifican en los siguientes grupos:

a)      Astra Zeneca y Janssen: Adenovirus inocuos modificados genéticamente para que produzcan una proteína que forma parte del coronavirus que provoca COVID-19. Se busca que la aparición de dicha proteína dé lugar a la fabricación de anticuerpos contra ella, que también atacarían al virus si se presentase. Estas vacunas pueden causar la aparición de trombos que pueden llevar incluso a la muerte.

b)      Pfizer y Moderna: Una molécula de ARN-mensajero que sintetiza una proteína del coronavirus. Estas vacunas pueden provocar dolencias cardiacas, según estudios realizados en Israel y otros países.

Los límites de la tecnología

Crecimiento exponencial
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Los transhumanistas afirman que la tecnología está a punto de alcanzar la singularidad: un crecimiento exponencial hacia el infinito que nos permitirá alcanzar objetivos como la inmortalidad, la inteligencia artificial fuerte, la hibridación de máquinas y seres humanos, y muchas cosas más. Cometen así el mismo error que cometieron los miembros del club de Roma cuando en 1975 predijeron que la población del mundo crecería de modo exponencial y alcanzaría valores catastróficos hacia 2020. Es el mismo error que cometió Malthus a finales del siglo XVIII, porque las curvas de crecimiento de los sistemas naturales nunca son exponenciales, sino que siguen la curva logística, como he señalado más de una vez en este blog.

Los límites de la biología

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Los límites de la biología son prácticos, más bien que teóricos, aunque algunos problemas biológicos son tan difíciles, que parece poco probable que lleguen a resolverse algún día. Veamos unos pocos:

·         El origen de la vida. Uno de los principios fundamentales del método científico, tal como se aplica en las ciencias experimentales, establece que un experimento debe poder repetirse. Ningún descubrimiento es válido hasta que un equipo independiente lo confirma. Si un experimento no puede repetirse, no se considera científico.

El origen de la vida tuvo lugar una sola vez en la historia de la Tierra. Obviamente, es imposible repetirlo. Por lo tanto, no es un hecho científico, sino un hecho histórico. Los hechos históricos se tratan de una manera diferente a los hechos científicos: se buscan documentos que confirmen que el hecho ocurrió y describan cómo lo hizo. Después se analiza la credibilidad de los documentos.  En el caso del origen de la vida, los documentos serían restos fósiles, pero es prácticamente imposible encontrarlos, por lo que es muy probable que este problema nunca será resuelto.

Los límites de la física

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Hay dos clases de límites en la investigación científica:

1.      Límites teóricos o intrínsecos: cuando se dan estos límites, por muy grandes que sean los descubrimientos científicos que se realicen en el futuro, dichos límites no se podrán rebasar.

2.      Límites prácticos: se presentan cuando, en teoría, un problema puede tener solución, pero hay razones prácticas que hacen imposible descubrirla, al menos por el momento. En estos casos no podemos afirmar que el problema no podrá resolverse en el futuro.

A veces no se sabe si un límite determinado es teórico o práctico. En estos casos, lo que pueda ocurrir en el futuro queda abierto. Si el límite resulta ser teórico, jamás se sobrepasará. Si es práctico, que se sobrepase o no dependerá de que nuestras capacidades técnicas rebasen las necesidades técnicas para su resolución, siendo posible que dicho rebasamiento tampoco llegue a producirse. Piénsese, como ejemplo, en los problemas matemáticos intrínsecamente difíciles, de los que hablé en el artículo anterior.

Los límites de las matemáticas

Kurt Gödel
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A finales del siglo XIX, Friedrich Ludwig Gottlob Frege, profesor de la universidad de Viena, emprendió un programa ambicioso: formalizar la aritmética mediante unos pocos axiomas y unas pocas reglas de deducción, de modo que todo teorema verdadero pudiese deducirse de los axiomas mediante cierto número de aplicaciones de las reglas de deducción. El resultado fue un libro monumental, Grundgesetze der Arithmetike (1893-1903), que entre otras cosas formalizó la teoría de conjuntos con una notación engorrosa, que pronto fue sustituida por la de Peano, que es la que usamos ahora.

Desgraciadamente para Frege, cuando estaba a punto de publicarse el segundo tomo de su libro, Bertrand Russell le envió una carta en la que demostraba que su formulación de la teoría de conjuntos daba pie a una inconsistencia. En la teoría de Frege, un conjunto puede pertenecer a otro conjunto. En particular, algunos conjuntos no pertenecen a sí mismos (como el conjunto de los números enteros, que no es un número entero), mientras otros sí pertenecen a sí mismos (como el conjunto de todos los conjuntos infinitos, que es infinito). Russell señaló que es posible definir el conjunto de todos los conjuntos que no pertenecen a sí mismos. Este conjunto lleva a una paradoja: si pertenece a sí mismo, no pertenece, y viceversa. La paradoja de Russell acabó con la obra de Frege, que tuvo que añadir apresuradamente un apéndice a su libro y abandonó la investigación sobre los fundamentos de las matemáticas.

Consciencia, auto-consciencia e inteligencia artificial

Ramón López de Mántaras
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En un artículo publicado en ConectaIndustria el 22/3/2021, se atribuyen estas palabras a Josu Bilbao, responsable del área TIC de IKERLAN:

En tres años, la inteligencia artificial permitirá un diálogo inteligente con las máquinas

Predicciones parecidas hemos visto muchas desde que hace más de 60 años se inventó el término Inteligencia Artificial (IA). En la mayor parte de los casos (por no decir todos) las predicciones han sido demasiado optimistas. ¿Va a ocurrir lo mismo con estas?

Consulté al respecto con uno de los mayores expertos mundiales en el campo del análisis automático del lenguaje natural, técnica que se utiliza para realizar el tipo de aplicaciones a las que se refiere el artículo que comento, y me dijo esto:

Depende de cómo se defina "diálogo inteligente". Si se restringe a un dominio concreto, por ejemplo, al control de los sistemas de automatización de tu casa utilizando Google Home, eso ya se puede hacer con una tasa de éxito superior al 70%, algo que hace diez años era ciencia ficción. Si quieres tener una conversación filosófica en la que tu interlocutor entienda lo que está diciendo, en vez de ir generando textos a partir de un modelo de lenguaje, es demasiado optimista.

Las reglas de oro de la ciencia-ficción y mi propia obra

Isaac Asimov
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Estas son, según Isaac Asimov, las dos reglas de oro de la buena literatura de ciencia-ficción:

1.      Cualquier afirmación científica (incluso una predicción) debe ser compatible con la ciencia actual. No sería, por tanto, buena ciencia-ficción una novela en la que se consiguiera la cuadratura del círculo con regla y compás, porque se ha demostrado matemáticamente que es imposible. O viajar por el espacio a velocidad mayor que la de la luz, sin hacer referencia a algún truco científico que permita conseguirlo, como podría ser el paso al mundo de los taquiones. O cometer errores científicos evidentes, como hizo Joan Manuel Gisbert en El Misterio de la Isla de Tökland, como mencioné en otro artículo.

2.      Predecir consecuencias sociales es mejor que predecir adelantos técnicos. Así, en una novela hipotética escrita en el siglo XIX, mejor que limitarse a predecir el automóvil sería predecir el problema del aparcamiento. Un ejemplo de este tipo de buena ciencia-ficción, que Asimov menciona a este respecto, es el cuento de Robert Heinlein Solución Insatisfactoria, escrito en 1941, que no sólo predijo la bomba atómica como medio para acabar la segunda guerra mundial (en la que los Estados Unidos aún no tomaban parte), sino que también predijo el equilibrio posterior entre las grandes potencias y la amenaza permanente de una guerra de exterminio.

Para ser exacto, estas dos leyes son elaboraciones mías de lo que escribió Asimov en dos artículos de divulgación publicados en The Magazine of Fantasy and Science Fiction: Future? Tense! (1965) y O Keen Eyed Peerer into the Future (1974). Para ser más exacto aún, las leyes de Asimov eran tres y, recordando sus tres leyes de la Robótica, las llamó las tres leyes de la Futúrica.

Ciencia y Ciencia-Ficción: influencias mutuas en el siglo XX

H.G. Wells

AVISO para los que os habéis suscrito a las publicaciones de este blog por correo electrónico: Google ha anunciado el fin de "feedburner", su servicio de aviso, que era el que utilizaba este blog. A partir de ahora se utilizará otro servicio, el de "follow.it". Es posible que al principio recibáis dos avisos, uno de cada servicio. 

A caballo entre los siglos XIX y XX, el británico H. G. Wells abordó también la literatura de predicción científica, aunque sus predicciones suelen ser a plazo más largo que las de Verne y más alejadas de la técnica de su tiempo, por lo que muy pocas se han cumplido. Seguimos sin tener La Máquina del Tiempo y no vemos posibilidades de tenerla. No podemos fabricar hombres artificiales por vivisección de animales (La Isla del Doctor Moreau). Tampoco podemos hacernos invisibles (El hombre invisible). Y afortunadamente no nos han invadido los marcianos (La guerra de los mundos). En 1938, una dramatización radiofónica de esta novela realizada por Orson Welles provocó un pánico colectivo en los Estados Unidos. A pesar del auge que por entonces ya tenía la ciencia-ficción, el público seguía tan crédulo como cuando un siglo antes se dejó engañar por los artículos del Sun.

Wells también (cómo no) escribió sobre un viaje a la luna y pobló nuestro satélite de hormigas gigantes inteligentes, aunque la forma de realizar el viaje es más imaginativa y tan impracticable como la de Verne. Pero su gran éxito de previsión científica es la novela The World set free (El mundo se liberta, 1913), que no sólo anticipó la bomba atómica, sino que influyó en su realización práctica, estimulando las investigaciones de Leo Szilard sobre la reacción en cadena de neutrones. Aunque también es verdad que Wells cometió en esta novela un fallo impresionante, pues predijo en 1913 que la Primera Guerra Mundial empezaría en 1956. Pero como él mismo dijo al respecto, algunos años más tarde: Siempre he sido un profeta un poco lento. Para más detalle, aquí está mi crítica de este libro en Goodreads.