Giordano Bruno se llamaba originalmente Filippo Bruno. Nació en Nola, en 1548, y murió en Roma, en 1600. Fue un filósofo y escritor italiano, pero no fue científico, porque jamás practicó ninguna ciencia. Entonces, ¿por qué a menudo se le nombra (incorrectamente) como mártir de la ciencia, que por sus ideas científicas habría sido condenado y ejecutado por la Inquisición de la Iglesia Católica?
Lo que sigue se basa en un resumen de su vida extraído de
mi diccionario 1000 Grandes Científicos, que publicó Espasa
Calpe en 1996, pues decidí incluirlo en el elenco de los científicos, precisamente
para desmentir esa idea equivocada.
A los 15 años ingresó en la orden de los dominicos y después fue profesor en Nápoles, pero en 1576 tuvo que huir, acusado de heterodoxia. Viajó por Italia, Suiza, Francia e Inglaterra, logrando bastante éxito con sus lecciones de filosofía en París y en Oxford.
Aunque su pensamiento era heterodoxo, no quiso abrazar el
calvinismo, que en Ginebra le interesó durante algún tiempo, por estimarlo
contrario a la libertad intelectual. Vuelto a Italia en 1592, fue denunciado a la
Inquisición de Venecia. Remitido el proceso a Roma, murió en la hoguera,
condenado como hereje.
Bruno defendió con entusiasmo el sistema de Copérnico, pero
no por razones científicas, sino por motivos filosóficos, pues quería
utilizarlo como arma contra la filosofía escolástica, basada en
Aristóteles. Quería reemplazarla por una forma hermética del neoplatonismo, con
la que esperaba alcanzar la reconciliación entre católicos y protestantes.
El hermetismo es una secta que
surgió en Egipto en los primeros siglos de la era cristiana, fundada supuestamente
por un tal Hermes Trismegisto (de aquí su nombre), cuya obra más conocida es la
Tabla Esmeralda. Su filosofía tiene relaciones con
las corrientes gnósticas que florecieron en la misma época. Su influencia
pervivió en el Occidente medieval y moderno a través de los alquimistas, muchos de los cuales
creyeron encontrar pistas ocultas para sus experimentos en los libros herméticos.
De aquí derivó el doble sentido actual de esta palabra: lo que está
oculto, como la información contenida en esos libros, y lo que
está muy bien cerrado, como los recipientes de los alquimistas.
Giordano Bruno |
En el sistema de Giordano Bruno, que es vagamente panteísta, el universo es infinito, y es el espejo en que Dios se contempla. También adoptó la idea gnóstica y hermética de que hay algo divino en todo ser humano. Intentó demostrar, con un argumento científicamente incorrecto, que el Sol es más grande que la Tierra. En su obra Dell'infinito universo e mondi (Sobre el universo infinito y los mundos, 1584) defiende, por razones filosóficas (pero sin pruebas), que existen infinitos mundos habitados.
Como he dicho más arriba, Giordano Bruno no realizó
avance alguno en el campo de la ciencia. Las razones principales para que le condenaran
a morir en la hoguera no fueron su creencia en el heliocentrismo, ni su afirmación
de que hay vida fuera de la Tierra, que son los dos puntos de su pensamiento
que más se aproximan a la ciencia, sin llegar a serlo. Le condenaron
principalmente por su teología neo-gnóstica; por negar la Trinidad, el pecado
original y la divinidad de Cristo; y por poner en duda su presencia real en la
Eucaristía.
Entre sus obras, algunas de ellas escritas en italiano, en
lugar del latín, destaca La cena de le ceneri (La cena de las cenizas 1584), donde
utiliza la teoría de Copérnico como metáfora para discutir (en forma simbólica)
la presencia de Cristo en la Eucaristía.
Miguel Servet |
El caso de Giordano Bruno se parece mucho al de Miguel Servet, el mejor científico español del siglo XVI, al que también se considera a veces mártir de la ciencia, pero se le menciona menos que a Bruno, porque quien le ajustició no fue la Iglesia Católica, sino el protestante Calvino, en Ginebra. Servet sí fue un verdadero científico, pues descubrió la circulación sanguínea pulmonar y la importancia de la respiración para la transformación de la sangre venosa en arterial, anticipándose a William Harvey. Menciona estos descubrimientos en su libro teológico Christianismi restitutio (La restauración del Cristianismo, escrito en 1546 y publicado en 1553). Pero el motivo por el que Calvino le hizo ajusticiar fue, como en el caso de Bruno, teológico, no científico, y por razones muy parecidas: porque negaba la presencia de Cristo en la Eucaristía, el pecado original y la Trinidad. Como médico también cometió errores, pues defendió la afirmación astrológica de que las estrellas influyen en la salud humana.
Un artículo interesante, como siempre. Sólo tengo dos comentarios. El primero es que creo recordar que la estatua de Hermes indicaba en los juegos olímpicos griegos el límite que no podían traspasar los atletas, y de ahí vendría hermético como prohibido o cerrado.
ResponderEliminarEl segundo se refiere a la influencia de las estrellas en las enfermedades. Por lo que he leído, en la antigua Roma ya conocían la estacionalidad de la gripe (debido probablemente a los ciclos migratorios de las aves, que actúan de repositorio del virus) y lo atribuían a la influencia de las estrellas. Puesto que las estrellas pueden asimilarse a un calendario de alguna forma, es un caso de confusión de simultaneidad con causalidad. De hecho, en inglés se sigue llamando a la gripe "flu" del latín influenza...
Luis
Siempre hay discrepancias respecto al origen de las palabras, pero en este caso la mayoría de los textos atribuyen a la palabra "hermético" un origen alquímico. Por ejemplo:
Eliminarhttps://www.elcastellano.org/palabra/herm%C3%A9tico
https://www.lexico.com/es/definicion/hermetico
https://es.wikipedia.org/wiki/Hermes_Trismegisto
Gracias D. Manuel.
ResponderEliminar