Qué sería un milagro indudable

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En 1972, el escritor y editor de ciencia-ficción Lester del Rey lanzó un desafío a tres autores muy conocidos del género, Poul Anderson, Robert Silverberg y Gordon R.Dickson. Los tres deberían escribir una novela corta sobre un tema concreto: el efecto que tendría un milagro indudable (la detención del sol en su marcha) sobre la sociedad humana. Los tres autores respondieron al desafío, y los tres relatos fueron publicados conjuntamente en un libro titulado The day the sun stood still (El día en que se detuvo el sol). En este artículo vamos a referirnos al primero de los tres, el de Poul Anderson, cuyo título es A chapter of Revelation (Un capítulo del Apocalipsis).
En un artículo de su blog, Pablo (alias sinopinionespropias) especifica las que, a su juicio, deberían ser las características de un milagro indudable:
1.      Debe ser una profecía.
2.      Su materialización no debe depender de las personas.
3.      Su probabilidad debe ser despreciable y calculable.
4.      Debe ser lo más concreto posible.
5.      Debe mantener la misma fuerza demostrativa con el paso del tiempo.
6.      Debe tener sentido en todas las épocas.

Cerebro dividido



Roger Sperry
Durante los años 50 del siglo XX, el neurobiólogo estadounidense Roger Sperry realizó diversas investigaciones sobre animales, y sobre pacientes humanos de epilepsia que sufrían ataques repetidos, intensos y persistentes. Como solución para esos ataques, utilizó la técnica algo drástica (pero posiblemente necesaria) de cortar el corpus callosum, un haz de conexiones nerviosas que une los dos hemisferios del cerebro. El tratamiento tuvo éxito, y proporcionó a Sperry cierto número de sujetos con los que podía experimentar qué es lo que pasa cuando los dos hemisferios cerebrales quedan desconectados el uno del otro.
En sus experimentos, Sperry comprobó que los dos hemisferios cerebrales pueden actuar independientemente el uno del otro. También descubrió que su función es diferente: el hemisferio izquierdo suele ser la sede de la agresividad, los procesos lógicos, la interpretación de la escritura y la palabra hablada. El derecho es responsable de la memoria a corto plazo, el pensamiento global, las actividades artísticas (como la respuesta a la música) y el análisis de las relaciones espaciales. Estas investigaciones arrojaron luz sobre enfermedades y comportamientos como el autismo, la depresión, la esquizofrenia y la enfermedad de Alzheimer. En 1981, Sperry recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, que compartió con David Hubel y Torsten Wiesel, que lo recibieron por investigaciones diferentes.

Tiempo físico y tiempo interno


William Blake
Todos sabemos que el tiempo físico transcurre regularmente, pero que el tiempo interno (nuestra sensación del paso del tiempo) es muy variable. Los dos no tienen por qué coincidir. A veces, para nuestro tiempo interno, parece que pasan horas en un minuto, mientras que otras veces las horas se nos pasan en un vuelo. Un poeta inglés, William Blake, lo expresó muy bien en un poema famoso:
Para ver un Mundo en un Grano de Arena
Y un Cielo en una Flor Silvestre,
Sostén el Infinito en la palma de la mano,
Y la Eternidad en una hora.
(Augurios de Inocencia, 1803?)
Hay una larga historia de obras literarias en las que un personaje entra en éxtasis, estético o religioso, o simplemente se duerme, y al volver a la realidad descubre que han pasado muchos años, a veces siglos. Este subgénero (llamado por los eruditos leyendas de durmientes) tiene representantes en muchas literaturas, como explica María Luisa Burguera Nadal en su libro De unitate speculorum. Estudios de literatura comparada. En la literatura española se plasma en la leyenda del monje y el pajarillo o leyenda de San Virila, asociada al monasterio de Leire, que aparece también en la cantiga CIII de las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio y en otras fuentes, como una versión de Ramón María del Valle-Inclán en Aromas de leyenda. En ella, un monje que entra en éxtasis mientras oye cantar a un pajarillo, descubre al despertar que han pasado tres siglos. Entre los lays franceses medievales hay una leyenda del caballero Guingamor, que llegó a una ciudad maravillosa y permaneció en ella tres días, y al salir comprobó que habían pasado tres siglos. Y en la literatura de los Estados Unidos es famoso el cuento de Washington Irving titulado Rip van Winkle, cuyo protagonista se queda dormido una noche y se despierta 20 años después.

Fred Saberhagen contra la Prueba de Turing


Alan Turing
En 1950, el matemático y químico inglés Alan Turing intentó definir las condiciones en las que sería posible afirmar que una máquina es capaz de pensar como nosotros. Para Turing, esto se conseguirá cuando la máquina sea capaz de engañar a los seres humanos, haciéndoles pensar que es uno de ellos. Esta prueba se llama el juego de la imitación. He hablado de esto en un artículo anterior de este blog.
En 1956, Arthur Samuel, de IBM, construyó un programa para jugar a las damas que guardaba información sobre el desarrollo de las partidas que jugaba y la utilizaba para modificar sus jugadas futuras (es decir, aprendía). En pocos años, tras un número suficiente de partidas, el programa fue capaz de vencer a su creador y desempeñaba un papel razonable en campeonatos oficiales.
Ese mismo año, durante un curso de verano celebrado en Dartmouth College, John McCarthy y otros pioneros de la informática acuñaron el término inteligencia artificial y, lanzando las campanas al vuelo, predijeron avances espectaculares para los diez años siguientes, que no tuvieron lugar en el tiempo previsto, sino mucho más tarde. De esto también he hablado en otro artículo.
En 1963, el escritor de ciencia-ficción Fred Saberhagen publicó el primer cuento de su famosa serie de los berserkers, fortalezas espaciales autónomas e inteligentes creadas por una antigua civilización extraterrestre para exterminar la vida inteligente dondequiera que aparezca en la galaxia. Este cuento, cuyo título inglés es Without a thought, es una respuesta a la Prueba de Turing y un mentís a las esperanzas desaforadas de los inventores del término inteligencia artificial. Este es el argumento del cuento:

La ley de Hubble-Lemaître



Georges Lemaître
Hagamos un poco de historia.
En diversos lugares del cielo, pero especialmente en la constelación de Cefeo, donde se descubrió la primera, existen estrellas cuya intensidad luminosa varía regularmente y que por ello se llaman cefeidas variables. En 1908, la astrónoma estadounidense Henrietta Swan Leavitt descubrió que el período de variación de estas estrellas está ligado con su luminosidad real. Cuanto mayor es ésta, más largo es el período. Por lo tanto, midiendo el periodo, se puede deducir su luminosidad real.
En 1913, el astrónomo estadounidense Vesto Melvin Slipher obtuvo el espectro de la entonces llamada nebulosa de Andrómeda (la galaxia gigante más próxima a la nuestra) y descubrió un corrimiento hacia el azul que indicaba (según el efecto Doppler) que la nebulosa se mueve hacia nosotros con una velocidad de unos 300 kilómetros por segundo, mucho mayor de lo que se esperaba. Slipher estudió entonces la luz de otras nebulosas espirales e hizo el inesperado descubrimiento de que la mayor parte de ellas, al revés que la de Andrómeda, presentan corrimientos hacia el rojo, es decir, se alejan del sistema solar con enorme rapidez, pues encontró velocidades de más de 1000 kilómetros por segundo.
En 1919, el astrónomo estadounidense Edwin Powell Hubble utilizó el telescopio de Monte Wilson para fotografiar varias nebulosas espirales, entre ellas la de Andrómeda, y demostró que, en realidad, no eran nebulosas, como se creía, sino gigantescas agrupaciones de estrellas. A partir de entonces ya no se les llamó nebulosas, sino galaxias, en honor de nuestra Vía Láctea, que también pertenece a la clase de las galaxias espirales. Galactos, en griego, significa leche.