Las reglas de oro de la ciencia-ficción y mi propia obra

Isaac Asimov
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Estas son, según Isaac Asimov, las dos reglas de oro de la buena literatura de ciencia-ficción:

1.      Cualquier afirmación científica (incluso una predicción) debe ser compatible con la ciencia actual. No sería, por tanto, buena ciencia-ficción una novela en la que se consiguiera la cuadratura del círculo con regla y compás, porque se ha demostrado matemáticamente que es imposible. O viajar por el espacio a velocidad mayor que la de la luz, sin hacer referencia a algún truco científico que permita conseguirlo, como podría ser el paso al mundo de los taquiones. O cometer errores científicos evidentes, como hizo Joan Manuel Gisbert en El Misterio de la Isla de Tökland, como mencioné en otro artículo.

2.      Predecir consecuencias sociales es mejor que predecir adelantos técnicos. Así, en una novela hipotética escrita en el siglo XIX, mejor que limitarse a predecir el automóvil sería predecir el problema del aparcamiento. Un ejemplo de este tipo de buena ciencia-ficción, que Asimov menciona a este respecto, es el cuento de Robert Heinlein Solución Insatisfactoria, escrito en 1941, que no sólo predijo la bomba atómica como medio para acabar la segunda guerra mundial (en la que los Estados Unidos aún no tomaban parte), sino que también predijo el equilibrio posterior entre las grandes potencias y la amenaza permanente de una guerra de exterminio.

Para ser exacto, estas dos leyes son elaboraciones mías de lo que escribió Asimov en dos artículos de divulgación publicados en The Magazine of Fantasy and Science Fiction: Future? Tense! (1965) y O Keen Eyed Peerer into the Future (1974). Para ser más exacto aún, las leyes de Asimov eran tres y, recordando sus tres leyes de la Robótica, las llamó las tres leyes de la Futúrica.

Ciencia y Ciencia-Ficción: influencias mutuas en el siglo XX

H.G. Wells

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A caballo entre los siglos XIX y XX, el británico H. G. Wells abordó también la literatura de predicción científica, aunque sus predicciones suelen ser a plazo más largo que las de Verne y más alejadas de la técnica de su tiempo, por lo que muy pocas se han cumplido. Seguimos sin tener La Máquina del Tiempo y no vemos posibilidades de tenerla. No podemos fabricar hombres artificiales por vivisección de animales (La Isla del Doctor Moreau). Tampoco podemos hacernos invisibles (El hombre invisible). Y afortunadamente no nos han invadido los marcianos (La guerra de los mundos). En 1938, una dramatización radiofónica de esta novela realizada por Orson Welles provocó un pánico colectivo en los Estados Unidos. A pesar del auge que por entonces ya tenía la ciencia-ficción, el público seguía tan crédulo como cuando un siglo antes se dejó engañar por los artículos del Sun.

Wells también (cómo no) escribió sobre un viaje a la luna y pobló nuestro satélite de hormigas gigantes inteligentes, aunque la forma de realizar el viaje es más imaginativa y tan impracticable como la de Verne. Pero su gran éxito de previsión científica es la novela The World set free (El mundo se liberta, 1913), que no sólo anticipó la bomba atómica, sino que influyó en su realización práctica, estimulando las investigaciones de Leo Szilard sobre la reacción en cadena de neutrones. Aunque también es verdad que Wells cometió en esta novela un fallo impresionante, pues predijo en 1913 que la Primera Guerra Mundial empezaría en 1956. Pero como él mismo dijo al respecto, algunos años más tarde: Siempre he sido un profeta un poco lento. Para más detalle, aquí está mi crítica de este libro en Goodreads.

Ciencia y Ciencia-Ficción: influencias mutuas hasta el siglo XIX

Ilustración del artículo del Sun
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En los primeros años del siglo XX se produjo una verdadera inundación de títulos que dio lugar al reconocimiento de un género literario que los norteamericanos llamaron science fiction, nombre que pasó incorrectamente al castellano como ciencia-ficción. Habría sido más correcto traducirlo como ficción científica, pero el otro término ya ha cuajado y es definitivo.

Pero las novelas de ciencia-ficción, entendidas como obras que utilizan la ciencia, (especialmente sus avances futuros) como elemento esencial del argumento de una novela, son muy antiguas. Suele considerarse creador del género a Luciano de Samósata, escritor satírico sirio del siglo II que en una de sus obras (Vera Historia) relata un viaje de la Tierra a la luna en un barco que, elevado por una tromba de agua, es lanzado al espacio. La luna está habitada por una civilización avanzada, que ha cruzado el espacio y está en guerra con los habitantes del sol por un conflicto de intereses respecto a la colonización del planeta Venus. Puesto que se ignoraba la existencia del vacío interplanetario, Luciano no se plantea explicar cómo podían sus personajes respirar durante el viaje.

Redes neuronales artificiales

Perceptrón
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Una de las aplicaciones más antiguas de la inteligencia artificial se basa en la simulación de las células nerviosas de los animales (neuronas). Las redes neuronales están formadas por muchas componentes interconectadas, y son capaces de cierta actividad computacional, aunque las neuronas que componen estas redes suelen estar bastante simplificadas, en comparación con las que forman parte del sistema nervioso humano y de otros animales.

Este tipo de aplicaciones ha sido objeto de múltiples exageraciones y previsiones insólitas. Se ha dicho que estas redes son capaces de resolver los problemas más difíciles, los problemas NP-completos, como el del viajante de comercio, y otros parecidos. Un programa normal sólo puede resolver esos problemas en un tiempo que crece exponencialmente en función de su tamaño, mientras que una red neuronal puede resolverlos en un tiempo breve. Y hasta cierto punto esto es verdad, siempre que tengamos en cuenta que la solución obtenida no es necesariamente la mejor, sino tan sólo una aproximación, que a menudo es suficiente para nuestras necesidades.

La cosmovisión de los grandes científicos del siglo XX


Este libro, publicado por Editorial Tecnos y dirigido por Juan Arana, resume algunos de los logros científicos, pero sobre todo intenta describir la forma de pensar, las ideas y convicciones éticas, religiosas, filosóficas y políticas de cierto número de los mejores científicos del siglo pasado. Esta es la lista de los 39 científicos seleccionados, por orden alfabético de apellidos: