La historia de la evolución de
las teorías científicas sobre el origen de los seres vivos (la vida embrionaria)
es muy curiosa. Voy a intentar resumirla en un par de artículos.
A lo largo de la historia de la
ciencia, el problema del desarrollo
embrionario de los organismos pluricelulares ha sido uno de los
misterios más arcanos que el hombre ha intentado resolver. Ante este problema,
se le han ocurrido esencialmente dos soluciones contrapuestas:
- Preformación: Lo que se produce durante
el desarrollo embrionario es un crecimiento del embrión, cuya
constitución y composición están completamente predispuestas desde su
origen. Todo está hecho desde el principio, ya sea en el óvulo, el
espermatozoide o el zigoto.
- Epigénesis: El desarrollo embrionario es
un proceso. No todo está decidido desde el principio, todo
ocurre porque algo –una fuerza vital, o una acción externa o interna–
obliga al embrión a desarrollarse de una manera y no de otra.
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Aristóteles |
El dilema es muy antiguo.
Aristóteles (siglo IV a.e.C.) decidió aplicar el método empírico para resolver
la cuestión. Para ello, puso a incubar 21 huevos de gallina, y cada día abrió
uno de ellos y estudió en qué estado se encontraba el embrión. Naturalmente,
tenía que realizar sus estudios a simple vista, pues en su época no había
microscopios. De todas formas, lo que descubrió le movió a excluir la
posibilidad de un embrión preformado desde el principio, pues ciertos órganos
(como el corazón o el hígado) no aparecían hasta etapas relativamente avanzadas
del desarrollo, y en etapas anteriores no pudo encontrar rastros de esos
órganos. Consiguientemente, Aristóteles se inclinó por una postura basada en la
epigénesis, aunque él mismo nunca utilizó esa
palabra, de origen griego, que significa literalmente después del principio.
Cuando hacia el siglo XI tuvo
lugar en Occidente el redescubrimiento de las teorías de Aristóteles, era lógico
que su aceptación de la epigénesis influyera también en las ideas de los
médicos y naturalistas de la época. Así, a principios del siglo XVII, el médico
inglés William Harvey, más conocido por su descubrimiento de la circulación sanguínea,
mantuvo aún una teoría basada en la epigénesis para explicar el desarrollo
embrionario. Pero poco después surgió en Occidente una reacción global contra
Aristóteles, basada esencialmente en las nuevas ideas cosmológicas, que dio
lugar a que, a finales de ese mismo siglo, cambiasen las tornas, y los
científicos se inclinaran decididamente hacia la teoría de la preformación.
Pero por entonces la preformación
no era una sola teoría, sino varias, de acuerdo con dos puntos posibles de
discrepancia:
- Por un
lado, parte de los defensores de la teoría de la preformación sostenían
que la estructura del nuevo ser estaba desde el principio en las células
generativas, que contenían dentro de sí mismas una especie de pequeño
individuo completamente formado que sólo estaba esperando desarrollarse.
Era la teoría del homúnculo
si se refiere a seres humanos, o animáculo
si hablamos de animales. Nicholas Malebranche fue uno de los defensores de
esta teoría, también llamada preformación
encapsulada. Lo malo es que, llevando las cosas hasta el
extremo, esta teoría obligaba a admitir que las células germinales de
dicho homúnculo tenían que contener otros homúnculos, y así sucesivamente,
de modo que todos los descendientes posibles de un ser humano cualquiera
estaban contenidos ya en su primer antepasado, como una a modo de muñeca
rusa que se prolongara hasta el infinito.
- En el
lado opuesto estaba la teoría de la pangénesis,
según la cual el poder generativo se encontraría distribuido por todo el
cuerpo, desde donde se desplazaría hasta las células germinales, y al
reunirse allí haría a estas capaces de engendrar un nuevo ser, evitando
así la muñeca rusa infinita.
- Por
otra parte, la teoría de la preformación se dividía en tres ramas
independientes: los que sostenían que todo el poder generativo está
concentrado en los elementos masculinos de la esperma (espermismo,
defendido por van Leeuwenhoek, por ejemplo); los que decían que todo está
en el óvulo (ovismo, entre cuyos defensores estaban nombres tan señeros
como Marcello Malpighi y Lazzaro Spallanzani); y un tercer grupo
(minoritario) que sostenía que el origen de todo nuevo ser está en el
zigoto.
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Emmanuel Kant |
En el siglo XVIII, con el
advenimiento de mejores microscopios, la balanza se inclinó una vez más hacia
el lado de la epigénesis, gracias a los trabajos de los biólogos Caspar
Friedrich Wolff y Johann Friedrich Blumenbach, y del filósofo Emmanuel Kant en
su Crítica de la Facultad de Juzgar. En
particular, Blumenbach propuso que existe una fuerza especial, que llamó Bildungstrieb
(fuerza
formativa), semejante a la gravitación de Newton, que regularía la
aparición y la distribución de las partes y órganos de los embriones durante su
desarrollo. Aunque Blumenbach sostenía que dicha fuerza es puramente física, es
fácil ver que la teoría de la epigénesis se prestaba también a la propuesta de alguna
fuerza vital o entidades análogas, por lo que más tarde volvió a entrar en
decadencia.
No vayáis a creer que con el avance de las ciencias de la vida durante
los siglos XIX y XX se resolvió definitivamente el problema en favor de una de
las dos alternativas. Pero esa parte de la historia se queda para el artículo
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Manuel Alfonseca
Primer artículo de una serie de cuatro
Primer artículo de una serie de cuatro
Lo primero, que voy a hacer es felicitar al autor por su excelente artículo como siempre. Meha gustado muco reencontrarme con viejos conocidos. Malebranche intento cristianizar el cartesianismo. He visto nombres que conozco como Spallanzani, Malpighi, Leuwenhoek, Harvey. Es una pena, que no haya salido el interesante Nicholas Steno, pero el artículo de mi amigo está muy bien. Le felicito por su trabajo, y espero ansioso su siguiente artículo.
ResponderEliminarTienes razón Alfonseca, está es una parte de esta interesante historia.
ResponderEliminarVamos a esperar al siguiente artículo, para ver cómo termina.
No quiero dejar de felicitar a Manuel Alfonseca por esta magnífica serie de artículos en genética. Muchas gracias por todo lo que me ha enseñado, las nuevas perspectivas que me ha abierto sobre el tema, y científica visión con la que ha abordado las diferentes facetas. Enhorabuena.
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