Paradojas cuánticas

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La interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica provoca paradojas, al menos aparentes, cuando se intenta aplicarla al mundo macroscópico. Estas dos son las más conocidas:

  • Paradoja del gato de Schrödinger. Se introduce en una caja opaca un gato vivo, un átomo radiactivo, una ampolla llena de ácido cianhídrico, y un dispositivo que rompe la ampolla si el átomo radiactivo se desintegra. Si la ampolla se rompe, el gato muere. Si no se rompe, vive. Mientras la caja está cerrada, la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica nos dice que el átomo radiactivo está en una superposición de estados, desintegrado e intacto, hasta que alguien lo compruebe, en cuyo momento la superposición de estados colapsa en uno de ellos. Pero entonces, mientras la caja está cerrada, el gato tiene que estar en una superposición de estados: vivo y muerto. ¿Puede un gato estar vivo y muerto a la vez? La intuición nos dice que no, pero la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica nos dice que sí. Esta paradoja, como indica su nombre, fue propuesta en 1935 por Erwin Schrödinger, uno de los padres de la mecánica cuántica.

¡Que vienen los extraterrestres!

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Antes del siglo XX, algunos filósofos se plantearon la posibilidad de existencia de seres inteligentes extraterrestres. Podemos citar a Lucrecio (De Rerum Natura, libro II, siglo I a.C.), Nicolás de Cusa (siglo XV), y Giordano Bruno (siglo XVI). La idea fue adoptada con alegría por los escritores de ciencia-ficción, como Luciano de Samósata (Vera Historia, siglo II) y Cyrano de Bergerac (Historia cómica de los estados e imperios de la Luna, 1656), de los que hablé en otro artículo.

Durante el siglo XIX, la atención del público se centró en posibles habitantes inteligentes de otros astros del sistema solar, especialmente la luna y Marte. En 1835, el diario Sun de Nueva York publicó seis reportajes falsos en los que declaraba que se había descubierto la presencia de hombres voladores en la luna. Se dice que nueve de cada diez estadounidenses lo creyeron. En realidad, el Sun publicó una novela de ciencia-ficción como si fuera real, haciendo referencia a personas existentes, como el astrónomo Sir John Herschel. Casi al final del siglo, la novela de H.G. Wells La guerra de los mundos (1898) planteó la posible existencia de marcianos, coincidiendo con la polémica científica sobre los canales de Marte, que no quedó definitivamente resuelta hasta 1965.

¿Imposible? ¡Quizá no!

Lord Kelvin

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A lo largo de la historia de la ciencia ha habido muchas demostraciones de que algo es imposible. Estas demostraciones suelen ser ciertas en matemáticas, como la que afirma que es imposible generar el número π con regla y compás. A pesar de lo cual, muchos aficionados siguen empeñándose en que lo han conseguido. Yo mismo he tenido que enfrentarme con alguna de esas “demostraciones”.

Otro caso parecido es la demostración, esta vez relacionada con la ciencia física, de que es imposible construir máquinas con movimiento perpetuo, porque se oponen al primero o al segundo principio de la termodinámica. También en este caso muchos aficionados se empeñan en afirmar que lo han conseguido. En estos casos, uno no debe perder el tiempo buscando el error, porque se sabe que existe.

¿Genes que surgen de la nada?

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Ana Márquez me pide aclaraciones ante una noticia reciente que ha saltado a la prensa más o menos divulgativa con titulares como estos:

Los científicos resuelven el persistente misterio de cómo surgen los genes de la nada. (Revista Squire, 7/1/2024)

New genes found that can arise from nothing. (Phys.org, 8/12/2023)

Parece mentira el empeño que tienen los medios (y algunos científicos) en abusar del concepto de la nada. Ignoran que la nada no existe, y que nada puede surgir de lo que no existe. Esto es algo que ya sabían los filósofos griegos presocráticos. (El primero en plantearlo fue Parménides). Veinticinco siglos después, el hombre moderno, tan orgulloso del avance de la ciencia y la tecnología, comete este error una y otra vez. En estos artículos he criticado a menudo la frase, tan común hoy día, que afirma que el universo surgió espontáneamente de la nada, que suelen formular los ateos para negar la creación y, por ende, la existencia de Dios. Una frase que no pertenece a la ciencia (porque las teorías actuales no nos permiten remontarnos al momento del Big Bang), y que como filosofía no es más que una flagrante demostración de ignorancia.