Por qué no soy animalista


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Corrida de toros en Benavente
en honor de Felipe el Hermoso.

Cuadro atribuido al pintor flamenco
Jacob van Laethem
En este blog he escrito dos artículos (este y este) en los que ataco el animalismo en su forma exacerbada, que de vez en cuando se abre paso en los medios de comunicación. Estos dos artículos han dado pie a numerosos comentarios, pues algunos de mis lectores se identifican más con la postura animalista que con la mía. En este artículo trato de explicar algunas de las razones que tengo para pensar como pienso.
En primer lugar, como saben mis lectores (pues es el tema del artículo más leído de este blog, unas 35.000 visitas), no creo que el hombre sea un animal más, como sí piensan algunos (no todos) los animalistas, que utilizan este argumento para negar que el hombre tenga más derechos que los animales, si es que tiene alguno, o para afirmar que los animales deben tener los mismos derechos que nosotros.

El espacio como punto de concordia de la humanidad


Lanzamiento de un cohete V-2 en 1943
La exploración del espacio empezó hace unos setenta años, como continuación del esfuerzo bélico del Tercer Reich para desarrollar misiles balísticos (el cohete V-2) para bombardear la Gran Bretaña y otros lugares sin necesidad de utilizar aviones.
Al fin de la Segunda Guerra Mundial, las dos nuevas grandes potencias (los Estados Unidos y la Unión Soviética) reclutaron a los científicos y técnicos que habían llevado a cabo los avances alemanes en ese campo, para llevárselos a sus respectivos países y poner en marcha programas de exploración espacial, cuyo primer objetivo era, por supuesto, obtener ventajas militares en la guerra fría que acababa de empezar. Como consecuencia de la Operación Paperclip (el programa estadounidense de captación), científicos alemanes tan importantes como Werner von Braun pasaron a trabajar en los Estados Unidos. Un programa soviético equivalente (la operación Osoaviajim) hizo lo mismo con científicos alemanes, quizá menos conocidos, pero igualmente eficientes. Con esta ayuda, ambas superpotencias comenzaron una carrera espacial que duraría varias décadas.

La desaparición de los dinosaurios


Desde su descubrimiento, a principios del siglo XIX, los dinosaurios siempre han despertado la imaginación humana. Que en otro tiempo hayan existido animales tan grandes, de los que parecía no quedar huella en la fauna actual, es algo muy sugerente. Dentro del multitudinario campo de la ciencia, los dinosaurios ocuparon, y siguen ocupando, un lugar extremadamente atractivo. Los dinosaurios tienen gancho.
Por otra parte, no tardó en plantearse el misterio de la desaparición de los dinosaurios. ¿Qué pudo causar su extinción? A lo largo de siglo y medio se propusieron diversas causas posibles, tales como las siguientes:
  • Se dijo, por ejemplo, que los mamíferos primitivos pudieron provocar la extinción de los dinosaurios comiéndose sus huevos. Lo malo es que ambos grupos de animales convivieron durante cien millones de años sin ningún problema. De hecho, los mamíferos estaban arrinconados por sus gigantescos vecinos y no pudieron desarrollarse y extenderse hasta que estos desaparecieron.
  • Se dijo también que la aparición de las plantas con flores (Angiospermas) durante el periodo Cretácico, el último en que vivieron los dinosaurios, pudo causar la extinción de estos al provocar un cambio en su dieta. Lo malo es que el periodo Cretácico fue muy largo, y las plantas con flores aparecieron treinta millones de años antes de la extinción de los dinosaurios. Si pudieron aguantar con esa dieta durante tanto tiempo, ¿por qué de pronto había de sentarles mal?
  • Otro motivo que se adujo fue un cambio de clima. Durante la Era Mesozoica (la edad de los dinosaurios) el clima de la Tierra fue bastante cálido. Después, en el periodo Terciario, fue más frío. Lo malo es que los cambios de clima no suelen ser tan bruscos, mientras la desaparición de los dinosaurios sí parece haber sido muy rápida. Por eso se propuso que la causa de la extinción pudo ser una catástrofe súbita que causara un cambio de clima repentino.

Cambio climático


Ciclos de Milankovitch
De una tira de Quino:
Mafalda, su hermanito Guille y su amigo Felipe están sentados en una puerta en un día de mucho calor.
Felipe: ¡Mecacho, qué calor hace!
Guille: Ez pod el gobiedno, ¿veddad?
Mafalda: No, Guille, es por el verano.
Y volviéndose a Felipe, añade:
Mafalda: El pobre todavía no sabe repartir muy bien las culpas.
Oído en las noticias de una emisora de radio en junio de 2017, con ocasión de una semana muy calurosa:
Locutora: La causa del calor que estamos pasando es el cambio climático.
Como Guille, esta locutora (o quien le escribió lo que tenía que decir) no sabe repartir muy bien las culpas.
El cambio climático es un hecho que nadie pone en duda. Es evidente que en las últimas décadas se han producido algunos cambios en el clima mundial: la temperatura media del planeta está subiendo; los glaciares retroceden; los hielos polares se funden; la distribución e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos (borrascas y huracanes) cambia. Lo que hay que descubrir es la causa de estos fenómenos. Respecto a esto, hay dos teorías principales: