El debate del realismo y el anti-realismo



Gottlob Frege
El debate secular entre realismo y nominalismo o anti-realismo, nombre preferido ahora, se ha plasmado en varias teorías nuevas de la llamada filosofía analítica, cuyo origen se remonta a principios del siglo XX con Gottlob Frege, Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein, el Círculo de Viena y varios nombres del último medio siglo, que han surgido especialmente en el mundo anglosajón.
En la actualidad, los dos campos, realista y anti-realista, están de acuerdo en una cosa: que la ciencia funciona. Pero aunque esto se considera un hecho incontrovertible, para explicarlo se plantean posturas muy divergentes.
Como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia, ninguno de los dos campos está unido. Tanto el realismo como el anti-realismo se dividen en dos ramas, por lo menos.
Empecemos por describir la postura realista:

La irrazonable efectividad de la ciencia



Paul Davies
Paul Davies es un físico inglés, experto en cosmología y mecánica cuántica, muy conocido por su infatigable actividad como divulgador científico. En uno de sus artículos, con el mismo título que este [1], escribió lo siguiente:
El hecho de que del infierno sin rasgos distintivos del Big Bang emerja una variedad tan rica y compleja... como consecuencia de leyes de asombrosa simplicidad y generalidad... tiene un marcado sabor teleológico.
Y en el más famoso de sus libros, La Mente de Dios (1992), escrito en respuesta a Breve historia del tiempo de Stephen Hawking, Davies escribió las siguientes palabras:
El éxito del método científico para desentrañar los secretos de la naturaleza es tan deslumbrante, que nos puede cegar ante el mayor milagro científico de todos: que la ciencia funciona.
Lo que aquí plantea Davies tiene mucho que ver con uno de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo, el debate entre realismo y anti-realismo, si usamos la nomenclatura de la filosofía analítica. Este debate se puede resumir con las siguientes palabras:

Los chinos en la luna


La cara oculta de la luna
El pasado día 2 de enero, una nave espacial china alunizó en la cara opuesta de la luna.
El hecho de que la luna rote alrededor de su eje en el mismo tiempo en que se mueve en órbita elíptica alrededor de la Tierra tiene como consecuencia que nuestro satélite siempre nos presenta la misma cara. Durante muchos siglos, la cara oculta de la luna fue un enigma. En 1870, la novela de ciencia-ficción de Julio Verne Alrededor de la luna deja abierta la posibilidad de que en la cara oculta de la luna haya aire, agua, vida, y hasta selenitas inteligentes. Mientras los tres viajeros pasan sobre la cara oculta en plena noche lunar, sin poder ver nada de lo que hay en la superficie, un relámpago repentino provocado por una lluvia de meteoritos ilumina por un instante la zona oculta y les muestra nubes, mares, bosques... o al menos eso es lo que creen ver los deslumbrados observadores.

La ignorancia ecológica de los ecologistas


Ernst Haeckel, a quien se considera
fundador de la Ecología
La ecología es la ciencia que estudia las relaciones mutuas entre los seres vivos que habitan en un territorio determinado. Los científicos que practican e investigan en esta ciencia se llaman ecólogos.
Como su nombre indica (la terminación –ismo es muy clara) el ecologismo no es una ciencia, sino una ideología. Las personas que la practican (los ecologistas) no son científicos, sino activistas político-sociales. ¿Por qué entonces los creadores de esta ideología escogieron para ella un nombre que puede llevar a confusión con el de una ciencia? Sin duda lo hicieron a propósito, para aprovecharse del prestigio social de la ciencia; para que personas mal informadas crean que el ecologismo es algo muy científico; en fin, para ganar votos.
Evidentemente siempre habrá excepciones honrosas, pero no es difícil darse cuenta de que muchos ecologistas son bastante ignorantes respecto a la ciencia ecológica que se supone desean aplicar en sus políticas prácticas, cuando consiguen el poder. Como consecuencia, dichas políticas son a menudo contraproducentes e incluso trágicas.
Veamos un ejemplo: