Dostoievski y la función de una sola variable

Fiodor Dostoievsky
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En su novela Los demonios (o Los endemoniados, pues hay dos versiones del título), publicada en 1872, Dostoievski demuestra ser un profeta político que exhibe un conocimiento profundo del comunismo y de la forma de pensar de los comunistas. En este libro predice correctamente, con 45 años de antelación, que Rusia sería el primer país donde se impondría el comunismo, una idea que Marx y Engels desecharon debido a la ausencia de proletariado industrial en ese país. Veamos cómo lo dice uno de los personajes de Dostoyevski:
Sabemos que un dedo misterioso apunta a nuestro delicioso país como la tierra más adecuada para la realización de la gran tarea.
Los comunistas del libro, los demonios o endemoniados, quieren conseguir los mismos objetivos que sus camaradas que triunfaron en la Unión Soviética, entre ellos acabar con la religión. Para ello proponen dos métodos diferentes. Oigamos las palabras que pone en su boca Dostoievski:

El error de Darwin

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Charles Darwin
Consideremos estas palabras de Darwin en The descent of man (capítulo 5):
Entre los salvajes, los débiles de cuerpo o mente son rápidamente eliminados; y los que sobreviven suelen exhibir un estado de salud vigoroso. Nosotros, los hombres civilizados, por el contrario, hacemos lo posible por contrarrestar el proceso de eliminación; construimos asilos para los imbéciles, los tullidos y los enfermos; promulgamos leyes para proteger a los pobres; y nuestros médicos hacen lo que pueden para salvar la vida de todo el mundo hasta el último momento. Hay razones para creer que la vacunación ha salvado a miles de personas, que por su constitución débil habrían sucumbido a la viruela. Así, los miembros débiles de las sociedades civilizadas propagan su tipo. Nadie que haya observado la cría de animales domésticos dudará de que esto debe ser muy dañino para la raza humana.
Parece increíble, pero después de una vida entera dedicada casi exclusivamente a meditar sobre su teoría de la evolución, Darwin cometió el grave error de no saber aplicarla a la especie humana. Lo demuestra claramente en el párrafo que acabo de citar.

Inside out

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La filosofía materialista atea tiene un problema importante: es incapaz de explicar la voluntad libre humana, sobre cuya existencia ha habido consenso casi universal entre los filósofos y los seres humanos individuales. Por eso se empeñan en negar su existencia (¿hay un modo más fácil de resolver un problema que negar que exista?) y aducen toda una serie de teorías para explicarla (los ingleses tienen un término mejor, pero intraducible: explain away). Citaré algunas:

  • Nuestra libertad es sólo una apariencia. Realmente somos juguete de nuestros sentimientos (alegría, tristeza, miedo, ira, asco…). La película de Disney y Pixar Inside Out (Del revés, en español) podría ser un ejemplo de esta postura filosófica.

No vivimos en una simulación: respuesta a Nick Bostrom

Simulación de una colisión de galaxias
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En un artículo publicado en 2003 [1], Nick Bostrom propuso el siguiente razonamiento:
Una civilización “posthumana” tecnológicamente madura dispondría de un poder de computación enorme. Basándonos en este hecho empírico, el argumento de la simulación muestra que al menos una de las siguientes afirmaciones es verdad:
(1)   La fracción de las civilizaciones de nivel humano que alcanzan una etapa posthumana es muy próxima a cero.
(2)   La fracción de las civilizaciones posthumanas interesadas en ejecutar simulaciones de sus antepasados es muy próxima a cero.
(3)   La fracción de los pueblos con experiencia parecida a la nuestra que viven en una simulación es muy próxima a uno.

Vivir, o el poder de la abducción

Escena de Ikiru
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Ikiru (Vivir) es una gran película de Akira Kurosawa, uno de los dos mejores cineastas japoneses de mediados del siglo XX (el otro es Yasihiro Ozu). Quizá no sea tan conocida como Los siete samuráis o Dersu Uzala, pero tiene muchos seguidores y su argumento se presta a algunas consideraciones curiosas.
El protagonista, Kanji Watanabe, lleva 30 años integrado en la burocracia del Ayuntamiento de Tokyo. Como dice el narrador al principio de la película, en esos 30 años no ha vivido. O en palabras de su joven empleada, Toyo, se ha comportado como una momia. Ahora, sin embargo, descubre que padece de cáncer de estómago y que le queda menos de un año de vida. Como mencioné en otro artículo de este blog, hacia 1952, año en que se estrenó la película, un diagnóstico de cáncer equivalía a una sentencia de muerte. Es entonces cuando Watanabe descubre el valor de la vida y empieza a vivir. ¿Cómo lo hace? Después de intentar ahogar su pena buscando placeres, sin conseguirlo, decide empezar una cruzada y pone todo su empeño en que el Ayuntamiento donde trabaja acometa el saneamiento de unos terrenos y la construcción de un parque infantil. Aunque le cuesta un gran esfuerzo, porque la burocracia se resiste con uñas y dientes, al fin lo consigue. Los últimos cincuenta minutos de la película están dedicados al funeral de Watanabe, con varios flashbacks que muestran su lucha contra la burocracia.