Newton, el científico más grande de nuestra civilización

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Isaac Newton
Como dije en el artículo anterior, en el Diccionario Espasa 1.000 grandes científicos (1996) y un libro inédito he propuesto una cuantificación objetiva de la importancia de los científicos, utilizando medidas como el número de líneas que les dedican diversas enciclopedias. En estos estudios quedaron empatados con la máxima puntuación seis científicos: uno griego (Aristóteles), de quien ya hemos hablado, y cinco de Occidente (Descartes, Newton, Darwin, Freud y Einstein). Entre estos cinco, ¿hay alguno a quien pueda considerarse como el científico más grande de nuestra civilización?
En 1964, Isaac Asimov realizó otro estudio (The Isaac Winners) sobre la importancia relativa de los hombres de ciencia, que dio como resultado una lista de los (en su opinión) 72 mejores científicos de todos los tiempos. Esta lista es simplemente cualitativa y no establece un orden relativo entre los nombres que aparecen en ella, a pesar de lo cual Asimov no renuncia a afirmar que (de nuevo en su opinión) Isaac Newton, que casualmente era su tocayo, fue el científico más grande de todos los tiempos.

Aristóteles, el científico más grande de la civilización greco-romana

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Aristóteles
En el Diccionario Espasa 1.000 grandes científicos (1996) propuse una cuantificación objetiva de la importancia de los distintos practicantes de la ciencia, utilizando para ello medidas como el número de líneas que se les asigna en enciclopedias de distintos países (para evitar el sesgo a favor de los compatriotas). Posteriormente, en una obra aún no publicada (La cuantificación de la historia y el futuro de Occidente), apliqué el mismo procedimiento a varias ramas de la creatividad humana: ciencia, filosofía, literatura, artes plásticas y música. En ese estudio quedaron empatados con la máxima puntuación seis científicos: uno griego (Aristóteles) y cinco de Occidente (Descartes, Newton, Darwin, Freud y Einstein). Podemos, pues, afirmar que Aristóteles fue el científico más grande de la civilización greco-romana.

Evolución biológica y evolución cultural en la historia de la vida y del hombre

Acaba de salir un nuevo libro mío de divulgación científica, publicado por la editorial CEU Ediciones, titulado igual que el título de este artículo. Como su nombre da a entender, el libro se divide en tres partes principales, la primera de las cuales (los cuatro primeros capítulos) está dedicada a repasar el origen, la evolución y la historia de la vida (evolución biológica), mientras la segunda (los capítulos 5 y 6) enfoca el origen, la evolución y la historia del hombre (evolución cultural). Por último, la tercera parte (capítulos 7 a 9) ofrece una comparación entre ambos tipos de evolución, detallando sus semejanzas y sus diferencias, analiza la situación actual de la evolución humana y plantea algunas ideas sobre su futuro.
Como suele ocurrir, este libro no ha surgido de la nada, sino que se apoya en trabajos míos anteriores. Sobre todo en la primera parte, algunos de los títulos de los capítulos y subcapítulos quizá resulten familiares a los lectores de mi blog, porque coinciden con los de algunos de mis artículos. Veámoslos:

          Introducción: ¿qué es la vida?
  1. El origen de la vida
  2. Vida sintética
    Requisitos y límites para la vida
  3. Clasificación de los seres vivos: clados y niveles
  4. Evolución biológica: la historia de la vida
  5. Evolución de la teoría de la evolución
    La historia de la vida pluricelular
    La curva de la historia
    Diseño inteligente y evolución al azar
  6. Problemas pendientes en la historia de la vida
  7. Cómo se inventó el código genético
    Cómo surgió la reproducción sexual
    Sexo y especie, dos conceptos relacionados
    El problema del cambio de nivel
La segunda parte se apoya sobre todo en un libro publicado en inglés hace la friolera de 38 años (Human cultures and evolution), en el que propuse, poco después que Richard Dawkins y sin conocer su libro (The selfish gene), publicado tres años antes que el mío, la idea de que la evolución cultural actúa de manera muy semejante a la evolución biológica, aunque también presenta diferencias. Es evidente que la versión de Dawkins (que acuñó para la evolución cultural el término memética) tuvo mucha más difusión que la mía.
El capítulo 5 de mi nuevo libro habla de la aparición del hombre y plantea la cuestión de si el hombre es un animal más, sobre la que trata el artículo más leído de este blog (más de 13.000 visitas). El capítulo 6 resume en 70 páginas toda la historia de la humanidad, e incluye los datos pertinentes para abordar la última parte del libro.

La tercera parte se divide en tres capítulos, con los títulos siguientes:
  1. Paralelos y diferencias entre evolución biológica y cultural
  2. Situación actual de la evolución humana
  3. Hacia dónde va la evolución
Esta es la conclusión del libro:
Una sola evolución actúa en el universo, tanto sobre la vida como sobre la cultura, aunque su forma de actuar se adapta al entorno concreto sobre el que se aplica (genes, sistemas nerviosos o elementos culturales). El hombre es una especie única y sin paralelos en la historia de la vida, pues la evolución cultural, que actualmente ha alcanzado la supremacía frente a la evolución biológica, está prácticamente ausente del resto del mundo de la vida, incluso entre las especies de seres vivos más próximas a nosotros. Por último, la dignidad que le confiere el hecho de que Dios se ha hecho hombre, junto con el lugar y el tiempo en que esto ocurrió (en el Imperio Romano, en el lugar de confluencia de la filosofía helénica con la cosmología hebrea) es lo que ha hecho posible el avance explosivo de la ciencia occidental. La pérdida actual de las raíces cristianas de esta civilización no constituye un buen presagio para el futuro de la ciencia.

La explicación de por qué llego a esta conclusión está en el resto del libro.

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Manuel Alfonseca

La debacle del determinismo

Isaac Newton

A finales del siglo XVIII, la teoría de la gravitación universal de Isaac Newton estaba ya muy bien establecida. Como esta teoría permite predecir con gran exactitud las órbitas de los astros que forman parte del sistema solar, el astrónomo francés Pierre Simon de Laplace creyó tener razones suficientes para afirmar lo siguiente:
Una inteligencia que conociera todas las fuerzas que animan la naturaleza, así como la situación respectiva de los seres que la componen… podría abarcar en una sola fórmula los movimientos de los cuerpos más grandes del universo y los del átomo más ligero; nada le resultaría incierto y tanto el futuro como el pasado estarían presentes ante sus ojos.
Esta afirmación se convirtió en el dogma del materialismo determinista, una doctrina filosófica (no científica) que sostiene que lo único que existe es la materia (tomando el término en sentido amplio) y que toda la historia del universo está determinada: no existe, por tanto, la libertad humana, ni puede haber intencionalidad, ni hay causas finales en la naturaleza, sólo hay causas eficientes.
La afirmación de Laplace puede expresarse con otras palabras, en términos más modernos:
Si conociéramos la posición y el momento de todas las partículas del universo en un instante determinado, podríamos predecir todo su desarrollo pasado y futuro.

La desigualdad de Bell y la causalidad

Niels Bohr
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Hace unos noventa años tomó forma la Mecánica Cuántica. Durante los años veinte, Niels Bohr y Werner Heisenberg formularon la interpretación de Copenhague de esa teoría, que añadía a su formulación matemática algunas consideraciones adicionales como las siguientes:
  • Los sistemas físicos con propiedades que pueden tomar valores concretos y opuestos (como dirección de polarización o spin) pueden encontrarse en determinadas circunstancias en un estado en el que esas propiedades no toman un valor definido, sino que mantienen abiertas todas las posibilidades simultáneamente. Por ejemplo, la dirección de polarización de un fotón puede ser simultáneamente norte-sur y este-oeste. El spin de una partícula puede ser simultáneamente hacia arriba y hacia abajo.
  • El acto de medir una de esas propiedades provoca el colapso de la función de onda, lo que quiere decir que el resultado de la medida sólo puede ser uno de los valores posibles. La función de onda nos da la probabilidad de obtener un valor u otro.
  • Es posible construir un sistema físico formado por dos o más partículas entrelazadas con respecto a alguna propiedad, lo que quiere decir que si una de las partículas colapsa con un valor determinado, la otra partícula no tiene más remedio que colapsar con el otro.