Neuronas y libre albedrío

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En otro artículo de este blog, clasificado en el mismo hilo que este, he hablado sobre las cuatro teorías con las que la filosofía ha intentado resolver el problema de la mente humana: ¿Qué es la inteligencia? ¿Qué es la consciencia? ¿Qué es la libertad? ¿Somos libres, o estamos determinados y sólo somos máquinas de carne?
A finales del año pasado, Javier Pérez Castells publicó un libro en el que aborda algunas de estas cuestiones desde el punto de vista científico y filosófico. Su título es el mismo que el de este artículo. En particular, el capítulo 8 del libro describe algunos de los modelos con los que varios científicos y filósofos han intentado explicar cómo tomamos decisiones más complejas que las que estudian los experimentos de Libet, Fried y Haynes, que no van mucho más allá de apretar un botón o levantar una mano. Esos modelos se llaman de dos etapas, porque intentan explicar nuestras decisiones suponiendo que se realizan en dos fases: la primera más o menos aleatoria, en la que el cerebro genera las alternativas de que disponemos, seguida por otra en la que realmente tomamos una decisión, después de sopesarlas.

Los modelos de dos etapas son bastante antiguos, pues se remontan a finales del siglo XIX. El primero lo propuso el filósofo estadounidense William James en 1884. En 1906, el matemático francés Henri Poincaré propuso otro. Poco después, la mecánica cuántica y sus interpretaciones intrínsecamente aleatorias introdujeron posibles mecanismos que podrían actuar durante la primera fase del proceso. En las últimas décadas se han desarrollado varios de estos modelos. Veamos algunos.
  • John Carew Eccles, neurofisiólogo australiano que en 1963 ganó el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por su trabajo sobre las sinapsis, adopta una postura claramente dualista y piensa que ciertas neuronas del cerebro están sometidas a la influencia de un principio espiritual que controla su activación conjunta.
  • David Hodgson, filósofo y juez australiano, acude a la indeterminación cuántica no local para la primera fase de su modelo en dos etapas, pero para la segunda recurre a otra fuente causal (la mente consciente) que elegiría entre las alternativas disponibles sin estar determinada por los estados precedentes.
  • Daniel Dennett, filósofo estadounidense, adopta una postura determinista compatibilista que redefine la libertad, quitándole casi todo su sentido. En el modelo que propone para explicar las decisiones complejas, en la primera etapa se genera a nivel inconsciente un conjunto de alternativas y se seleccionan algunas, entre las cuales el agente elegirá “libremente” su decisión definitiva.
  • Peter Tse, neurocientífico estadounidense, sostiene que nuestras decisiones actuales están influidas por las decisiones anteriores, porque el cerebro modifica los pesos de las conexiones sinápticas. Su modelo (causalidad criterial) es un camino intermedio entre el determinismo y el indeterminismo puro, pero como el de Dennett no parece que deje mucho espacio para la verdadera libertad.
  • Brigitte Falkenburg, filósofa alemana, propone un modelo dualista como el de Eccles, basado en el aumento de entropía inherente a los procesos irreversibles
  • John Searle, filósofo estadounidense que propuso el experimento mental de la habitación china contra la prueba de Turing, está trabajando en un modelo en dos etapas de la consciencia y el libre albedrío que propone que el camino desde el nivel neurobiológico al de la consciencia no es continuo, sino que existen brechas en las que puede intervenir la capacidad de decisión libre. Según Searle, si el libre albedrío no fuera real, no hay razones evolutivas para que se utilicen tantos recursos, energía y esfuerzo en simularlo.
John Searle
Obsérvese que la mayor parte de las teorías anteriores se deben a filósofos, no a neurocientíficos. Esto es lógico, porque la cuestión es más filosófica que científica, y contradice la sensación que se intenta dar en los medios y en algunos libros de divulgación de que la neurociencia ha demostrado, o está a punto de demostrar, que somos máquinas de carne, que estamos determinados por nuestras neuronas, y que la libertad humana es una simple ilusión. Obsérvese también que los autores de los modelos se distribuyen de forma bastante equilibrada entre las teorías filosóficas subyacentes a las que hice alusión al principio de este artículo.

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Manuel Alfonseca

10 comentarios:

  1. En el ámbito de los sistemas de aprendizaje automático englobados habitualmente en el área de la inteligencia artificial, un cierto grado de aleatoriedad resulta clave para que un sistema aprenda, y sobre todo, que pueda seguir aprendiendo. En los sistemas de aprendizaje en el que no existe aleatoriedad, se llega a "mínimos locales" de los que el sistema no sabe evolucionar (no sabe explorar una opción diferente a las ya aprendidas). De ahí que la diversidad de individuos con diversidad de personalidades (que dan diferente importancia a diferentes valores) y diferentes formas de pensar, junto con un grado de aleatoriedad sean fundamentales en un buen sistema de aprendizaje continuo.

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  2. Brigitte Falkenburg tiene doctorados en Física y en Filosofía.

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    1. Cierto, en física de partículas, pero lo que digo aquí es que no es neurocientífica.

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  3. Felicidades por el artículo. Ya desde la Reforma, sobre todo con el tema de la predestinación la cuestión del libre albedrío paso a ser capital, para oponerse a lo primero, que es la predestinación. En que grado uno toma sus decisiones consciente, o inconscientemente. Luego la predestinación se transformo en su versión laica determinismo. Yo creo, que la mejor cura contra esto la escribió G.K. Chesterton en su maravilloso relato de la "Incredulidad del Padre Brown" "El sino de los Darnaways" dónde se echaba por tierra tanto la superstición fantástica, como la científica. James Blish habla de la ausencia del libre albedrío en sus novelas, pero yo insisto en que se ha de hacer lo correcto por propia voluntad como hace el protagonista de "La naranja mecánica" de Anthony Burgess, cuando el gobierno busca eliminar el libre albedrío. Una cosa más. Estoy de acuerdo con el Profesor Alfonseca en que una teoría filosófica, no se ha de hacer pasar por una teoría científica.

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  4. Las decisiones se toman no sólo en el cerebro. En el cerebro se lleva a cabo toda una serie de “actuaciones a prueba”, en la pizarra virtual y visoespacial de la imaginación. Probamos estrategias de acción y adelantamos sus resultados. Todo esto, antes de elegir y esa sería la primera etapa. Parece que en la segunda etapa, en la elección, interviene lo apetecible que nos sea ese resultado, amén de otros factores, como las dificultades que estimemos que vamos a encontrar, las probabilidades de las relaciones acción-consecuencia, etc.
    Pero en la evaluación de la apetecibilidad interviene todo el cuerpo, especialmente todo el complejo visceral, inervado por el sistema nervioso entérico, de enorme complicación y que ha sido designado como segundo cerebro. Así es que en la decisión interviene no sólo el cerebro, sino todo nuestro cuerpo. Sabemos que tanto el cerebro como el resto del cuerpo tienen una parte heredada, que nos viene en los genes, una parte congénita, que incluye factores epigenéticos y otras experiencias prenatales, y otros factores que se deben a la experiencia después del nacimiento, incluyendo la información que hayamos adquirido, las decisiones que hayamos tomado, las vivencias experimentadas, etc. etc. El resultado de todo eso es único y único es cada uno de nosotros.
    Puede verse la libertad como la capacidad de decidir según lo que cada uno es. Es decir, decidir según siente y piensa y según lo que estima conveniente para si mismo balanceando corto y largo plazo. Yo creo que el poder hacerlo ya nos da la sensación de libertad y de libre albedrío.
    Que me digan que el resultado de toda esa enorme serie de procesos está predeterminado, es simplemente una afirmación a probar, sabiendo además lo complicado que es el funcionamiento neuronal y la casi infinita cantidad de factores que intervienen. Y mientras no me lo prueben (que no creo que sea posible nunca) me fío mucho más de mi sensación de libre albedrío.
    Un cordial saludo,
    Francisco Molina

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    1. Molina, tu tercero, penúltimo párrafo, podría interpretarse en el marco de la redefinición de la libertad por parte de Dennett, que la despoja de sentido. (:-)

      En cambio, estoy totalmente de acuerdo con el último párrafo de tu comentario.

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  5. Hola,

    Entonces los que niegan el libre albedrío, son libres al declarar su opinión o no? Porque si algo queda claro es que es una opinión y no un dato científico. Luego entonces, la libertad no existe, salvo para ellos?... y es que claro, si no soy libre, cómo podría tener algún fundamento mi opinión. Uy uy qué lío!!

    Sergio

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    1. Exacto, ese es el punto débil del materialismo. Lo mencioné en la pregunta número 6 de este artículo de mi blog:
      Preguntas a los ateos materialistas.

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    2. Muy interesante recapitulación. La negación del libre albedrío es paradójica, como ya han apuntado algunos comentarios y la referencia de Manuel a un artículo suyo de hace años, que me permito copiar:

      "El materialismo afirma que no somos libres, que somos máquinas programadas, que siempre que actuamos o pensamos, no tenemos otra opción que hacer o pensar precisamente lo que hemos hecho o pensado. [Pregunta] ¿Es usted materialista porque lo ha meditado bien y ha encontrado razones para adoptar esa postura, o porque está programado para adoptarla?"

      Esta semana he publicado en mi propio blog un argumento que desarrolla esta contradicción, con permiso de Manuel pongo la referencia:

      La falacia del neuro-abogado
      https://demaquinaseintenciones.wordpress.com/2019/02/06/la-falacia-del-neuro-abogado/

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  6. Además, ¿por qué tenemos que creerle a alguien que asume que sus pensamientos no son sino electrones corriendo sin ningún orden por sus cerebros? Bajo ese supuesto ni siquiera él mismo estaría seguro de sus conclusiones.

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