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El árbol de la vida |
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Desde los tiempos de Aristóteles, los seres
vivos se han clasificado en reinos. Al principio se distinguían dos: el vegetal,
formado por seres poco capaces de cambiar activamente de posición, y el animal,
que en su inmensa mayoría sí son capaces de ello.
Cuando Antony van Leeuwenhoek descubrió los
microorganismos, se intentó mantener la dicotomía integrándolos, unos entre los
animales (amebas y paramecios), otros entre las plantas (bacterias, algas y
hongos microscópicos). Pero a ese nivel la separación entre animales y plantas
se difuminaba hasta tal punto, que a mediados del siglo XX se decidió añadir un
tercer reino a los dos existentes: el de los protistos, los seres
vivos unicelulares.
Poco después, los biólogos llegaron a la
conclusión de que el reino vegetal debía dividirse en dos: por un lado, los hongos;
por otro, todas las demás plantas (los metafitos). Hacia 1975, por
consiguiente, se hablaba de cuatro reinos.