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Arthur C. Clarke |
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El futuro es impredecible. La revolución informática que comenzó en los años 80 con el auge del ordenador personal, siguió en los 90 con la expansión mundial de Internet, y continuó en la primera década de este siglo con los teléfonos móviles inteligentes, cogió por sorpresa a casi todos los futurólogos. Hace medio siglo, todos predecían que en el futuro los ordenadores serían cada vez más grandes. En realidad, se hicieron cada vez más pequeños. En 1965, algo parecido a Internet parecía una predicción para finales del siglo XXI (véase el cuento de Arthur C. Clarke, Dial F for Frankenstein). Mirando hacia el pasado, muchos de los avances científicos del siglo XX fueron sorprendentes. ¿Por qué entonces nos empeñamos en hacer predicciones, si luego no se cumplen?
El futuro es impredecible. La revolución informática que comenzó en los años 80 con el auge del ordenador personal, siguió en los 90 con la expansión mundial de Internet, y continuó en la primera década de este siglo con los teléfonos móviles inteligentes, cogió por sorpresa a casi todos los futurólogos. Hace medio siglo, todos predecían que en el futuro los ordenadores serían cada vez más grandes. En realidad, se hicieron cada vez más pequeños. En 1965, algo parecido a Internet parecía una predicción para finales del siglo XXI (véase el cuento de Arthur C. Clarke, Dial F for Frankenstein). Mirando hacia el pasado, muchos de los avances científicos del siglo XX fueron sorprendentes. ¿Por qué entonces nos empeñamos en hacer predicciones, si luego no se cumplen?
El número de marzo
de 2016 de la revista Investigación y Ciencia contiene
un artículo titulado Neurociencia: cómo
evitar el desengaño, del catedrático de Valladolid Alfredo
Marcos, en el que revisa algunas de las predicciones modernas de los investigadores
sobre el cerebro humano, que considera demasiado optimistas. Si estas
previsiones no se cumplen, como es de esperar, la decepción de la opinión
pública y los gobiernos que patrocinan y financian estos esfuerzos científicos
podría dar lugar a una ola de excesivo escepticismo. Veamos algunas de sus
palabras:
Por mucho que aprendamos sobre el cerebro, no esperemos que nos brinde la
curación inmediata de todos nuestros males médicos y sociales, desde el
alzhéimer hasta la violencia, ni mucho menos las claves de la existencia
humana.