El misterio de las muchas variables

Teoría estándar de
física de partículas
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En la actualidad están en vigor dos grandes teorías físicas:
·         Por un lado la mecánica cuántica, que se aplica primordialmente a los objetos muy pequeños (aquellos a los que la gravedad apenas afecta), y es la herramienta básica de la teoría estándar de física de partículas.
·         Por otro, la relatividad general, que se aplica a los objetos muy grandes (desde los planetas hasta el universo entero, para los que la gravedad es casi lo único que importa), y es la herramienta fundamental de la teoría cosmológica estándar (la del Big Bang).
Lamentablemente, las dos teorías no son compatibles entre sí, por lo que la física está muy lejos de haber resuelto todos sus problemas pendientes. Por otra parte, esas dos teorías dependen de muchas variables independientes: unas cuarenta, entre las dos. Muchos físicos piensan que cuarenta variables independientes son demasiadas. Significa que el espacio de configuración de la naturaleza tiene unas cuarenta dimensiones. Si no somos capaces de imaginar un espacio de cuatro dimensiones, ¡cómo será con cuarenta!

El pecado del científico

Isaac Asimov
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En un artículo publicado en 1969 con el mismo título que este (The sin of the scientist),  Isaac Asimov planteó que la ciencia debe estar sujeta a limitaciones éticas, y analizó varios casos en los que un descubrimiento científico podría considerarse moralmente inaceptable. Voy a estudiar aquí algunos casos, no necesariamente los mismos que los de Asimov, y luego comentaré sus conclusiones.
  • Los experimentos con los judíos en los campos de concentración, por parte del Dr. Mengele y otros médicos nazis, o los de los japoneses con sus prisioneros estadounidenses. Incluso un caso tan flagrante como este podría tener cierta justificación ética por parte de sus perpetradores, que aducían que, puesto que sus víctimas eran seres inferiores que no tenían derecho a la vida, era correcto utilizarlos para realizar experimentos que podrían ser beneficiosos para otros seres humanos superiores que sí gozaban de tal derecho. Es una justificación inaceptable, pero a ellos les serviría, probablemente, para acallar su conciencia.

El fin de la ciencia

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by Guillaume Paumier
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via Wikimedia Commons
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En mi artículo anterior escribí esto: Habrá que ver si nuestra civilización científica resiste hasta el siglo XXII. Es a esto a lo que me refiero con el título de este artículo (el fin de la ciencia), no a la posibilidad de que la ciencia se acabe porque ya se ha descubierto todo lo que se puede descubrir, lo cual es muy improbable, como indiqué en otro artículo.
La ciencia ha sido parte integral de nuestra civilización desde hace muchos siglos, más de los que usualmente se cree, pues su actividad científica fue ya palpable durante la Edad Media. ¿No parece absurdo pensar que esa actividad pueda acabarse? ¿Por qué podría suceder esto? Aquí propongo algunas consideraciones, que distan de ser exhaustivas:

El efecto horizonte

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Todos conocemos el efecto horizonte, que consiste en que, a medida que caminamos hacia el horizonte, este se aleja. En la ciencia, a veces parece que también se aplica este efecto. Veamos algunos ejemplos:
Mapa genético de Mycoplasma genitalium
  • Biología sintética: En 1960 se predecía que hacia 1970 sería posible fabricar células vivas en el laboratorio. En 2015, Craig Venter (1) no lo ve muy lejano, quizá para 2030. Es verdad que hemos avanzado mucho, que se han dado pasos de gigante, pero el objetivo final parece estar siempre a la misma distancia, o incluso un poco más lejos que antes. Por otra parte, el origen de la vida sigue siendo un misterio. El ser más sencillo capaz de hacer vida independiente (Mycoplasma genitalium) es enormemente complicado y está a años-luz del hipotético primer ser vivo.