S.Agustín, por Louis Comfort Tiffany Lightner Museum |
¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo
pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé.
En
la situación actual de nuestros conocimientos científicos y filosóficos,
seguimos sin saber lo que es el tiempo.
·
Para la
filosofía clásica y para la ciencia de Newton, el tiempo es una propiedad del
universo. Existiría, por lo tanto, un tiempo absoluto.
·
Para Kant,
el tiempo es una forma a priori de la sensibilidad humana (o sea, una
especie de recipiente mental al que se adaptan nuestras experiencias
sensoriales).
·
Para
Einstein el tiempo es relativo al estado de reposo o movimiento de cada objeto
físico. No existe, por tanto, un tiempo absoluto.
·
Para la
teoría cosmológica estándar, para cada objeto físico sí es posible definir un
tiempo cósmico absoluto, que mide la distancia temporal desde el Big
Bang hasta la actualidad.
·
Para la
teoría A del tiempo (utilizando la nomenclatura de J.McTaggart) el
flujo del tiempo es parte de la realidad. El pasado ya no existe. El
futuro aún no existe. Sólo existe el presente. Si la teoría A es correcta, los
viajes hacia el pasado son imposibles, porque no se puede viajar a lo que no
existe.
·
Para la
teoría B del tiempo, el fluir del tiempo es una ilusión.
Pasado, presente y futuro existen simultáneamente, sólo que para cada uno de
nosotros el pasado ya no es accesible directamente, y el
futuro todavía no lo es. Einstein adoptó la filosofía B del tiempo.
En una carta de pésame escribió esto, para consolar a su interlocutor por la
pérdida de un ser querido:
Por
otra parte, existe el concepto de flecha del tiempo, propuesto en 1927
por Arthur Eddington, del que existen varias variantes:
1.
La flecha
termodinámica, la del segundo principio, que afirma que en un sistema
aislado termodinámicamente la entropía (que mide la desorganización de la
energía) siempre aumenta.
2.
La flecha
cosmológica, pues el universo tiene su origen en el Big
Bang y a partir de ahí evoluciona continuamente.
3.
La flecha
psicológica, que nos permite distinguir el pasado del futuro.
Hace
unas semanas, algún
medio de comunicación ha lanzado las campanas al vuelo afirmando que un
equipo de rusos había conseguido invertir el flujo del tiempo en el
laboratorio, enviando un electrón al pasado. Pocos días después, la
noticia se había desinflado. Como de costumbre, los medios de comunicación han
pinchado respecto a una noticia científica, aunque la culpa no es siempre
exclusivamente suya, porque a veces los científicos utilizan la facilidad de
comunicación actual para exagerar sus resultados y aumentar el impacto
mediático de sus investigaciones.
Lo
primero que hay que señalar es que el artículo en cuestión, que
describe el experimento, estaba
publicado en arXiv desde hace más de un año, por lo que no se entiende por qué,
súbitamente, se ha convertido en alimento para las exageraciones periodísticas.
En
segundo lugar, lo que describe este artículo no es un experimento realizado en
un laboratorio, como ha dicho algún medio, sino una
simulación en un ordenador.
No ha habido, por lo tanto, un viaje al pasado, sino una simulación de algo que
ni siquiera es un viaje al pasado, como veremos a continuación.
En
tercer lugar, lo que describe el artículo es el paso de un electrón de un estado
más probable a otro menos probable. O sea, una
supuesta transgresión del segundo principio de la termodinámica. Ya sé que hay quien identifica
(incorrectamente, a mi juicio) la flecha del tiempo termodinámica con el flujo
del tiempo. Esta identificación dista mucho de estar demostrada.
Alan Turing |
Sirva este ejemplo de lección
para que los medios procuren no lanzar las campanas al vuelo en el campo
científico en cuanto ven la posibilidad de ponerle a la noticia un titular de
impacto, pues generalmente dicho titular no corresponde a la realidad.
Hilo El Tiempo: Anterior Siguiente
Por ejemplo: cuando en la IBM se fundó en Barcelona el departamento de "proyectos especiales", nombre que se dio al laboratorio internacional que dirigió Juan Tubau, apareció en la prensa que IBM había puesto un laboratorio de "productos espaciales". ¡¡¡ lo que va de una "e" a una "a" !!!
ResponderEliminarQuienes te seguimos, Manuel, conocemos la actitud que mantienes respecto del tratamiento que los medios hacen, en especial, de asuntos científicos. En el último párrafo de esta estupenda entrada lo resumes muy bien: "Sirva este ejemplo de lección para que los medios procuren no lanzar las campanas al vuelo en el campo científico en cuanto ven la posibilidad de ponerle a la noticia un titular de impacto, pues generalmente dicho titular no corresponde a la realidad".
ResponderEliminarEsto me lleva a sugerirte una nueva entrada, en el supuesto, claro está, de que no la hayas publicado con anterioridad. Me refiero a la labor de la divulgación científica (DC) propiamente dicha. He aquí una decena de cuestiones:
1.- ¿Qué carcaterísticas debe reunir un trabajo DC de calidad?
2.- ¿Cómo se desarrolla esta actividad en España?
3.- ¿Qué paises o escuelas destacan en el mundo?
4.- ¿Puede decirse que la labor de DC está condicionada por el área cultural en que se desarrolla (USA, Francia, UK,...)
5.- ¿Cuáles son las motivaciones que impulsan a una persona a dedicarse a esta labor?
6.- Un DC, ¿nace o se hace?
7.- ¿Puede hablarse de diferentes especialidadse dentro de la DC, por temáticas, por tipos de medios (digitales, audiovisuales, escritos,...)?
8.- Jorge Wagensberg, Eduardo Punset, José Manuel Sánchez Ron, Javier Sampedro, Manuel Alfonseca sois destacados representantes de esta especialidad en España. ¿Quién destacarías a escala mundial?
9.- ¿Qué recomendarías a quien quisiera seguir vuestro ejemplo?
10.- ¿Está adecuadamente representada, no digo la ciencia, sino la DC, en la Real Academia Española?
Bueno, ya sabes, contra el defecto de sugerir, la virtud de declinar. Un fuerte abrazo y, siempre, mi gratitud por tu labor
Gracias, Felipe. Tomo nota, aunque en cualquier caso se queda para el curso que viene (:-)
EliminarTengo dos observaciones:
ResponderEliminar>> Para la filosofía clásica y para la ciencia de Newton, el tiempo es una propiedad del universo. Existiría, por lo tanto, un tiempo absoluto.
En la filosofía clásica (medieval) el tiempo se define como la "medida del movimiento según un antes y un después" (numerus motus secundum prius et posterius). Es medida del movimiento, luego no es un absoluto independiente de las entidades físicas del universo; el tiempo está siempre ligado a las entidades físicas, a su movimiento. Pienso que fue más bien la nueva ciencia de Descartes y Newton la que absolutizó el espacio y el tiempo, como marcos de referencia absolutos en los que ocurrían los demás fenómenos.
>> Este detalle es irrelevante, pues un ordenador cuántico, como demostró Turing hace más de 80 años, sólo puede resolver los mismos problemas que un ordenador ordinario.
Me interesa mucho entender bien esta afirmación, pues sé poco de computación cuántica. ¿Quizás tienes ya alguna entrada publicada sobre el tema?
Por lo que yo sé, Turing no se refirió explícitamente a los ordenadores cuánticos, ¿o sí llegó a preverlos? Entonces, habría que entender tu afirmación como: un ordenador cuántico es conceptualmente lo mismo que un ordenador ordinario (una máquina de Turing), aunque tecnológicamente se apoye en un hardware diferente, por tanto los problemas que puede resolver son los mismos, porque también a ellos se aplica su definición de computabilidad.
Lo que no tengo claro es si tengo razón al decir que "un ordenador cuántico es conceptualmente lo mismo que un ordenador ordinario", y me interesa mucho aclararlo. Si tengo razón, entonces la expresión "algoritmo cuántico" es equivocada, y provoca confusión (quizás fruto del interés de crear expectación con algo "nuevo").
En efecto, desde la filosofía griega se relaciona el tiempo con el movimiento. Pero al combinar esta idea con la cosmología ptolemaica, que estaba en vigor durante la Edad Media, del movimiento permanente de las nueve esferas se deduce que el tiempo cósmico es absoluto, en el sentido de que el mismo tiempo se aplica a todo el universo. Es eso lo que quería dar a entender.
EliminarEn cuanto a los ordenadores cuánticos, por supuesto que Turing no los conocía, pero sí propuso la idea de la máquina de Turing no determinista, que se adapta perfectamente como modelo del ordenador cuántico del que se habla hoy, del mismo modo que la máquina de Turing determinista sirve de modelo de nuestros ordenadores actuales. Después demostró un teorema que dice que cualquier máquina de Turing no determinista es equivalente a una máquina de Turing determinista (en el sentido de que resuelve el mismo problema) lo que implica lo que yo dije en el artículo.
La expresión "algoritmo cuántico" no es equivocada, porque los algoritmos que una máquina cuántica puede utilizar no son los mismos que los que utiliza la máquina determinista. El problema a resolver es el mismo, pero el algoritmo no.
Si mis lectores tienen interés, podría escribir un artículo más amplio sobre este tema.
Gracias. Al menos a mí me interesa mucho el tema. No tengo claro si lo peculiar del algoritmo cuántico es que introduce aleatoriedad o es otra cosa. La aleatoriedad -lanzar dados virtuales- hace muchos años que es un ingrediente habitual en los algoritmos genéticos y muchos otros. Si lo "cuántico" es solo eso, no me parece tan esencial; pero, insisto, soy ignorante en este campo, por eso me interesan tus explicaciones.
EliminarNo es simple aleatoriedad, como en los algoritmos genéticos, es que todos los caminos posibles se siguen a la vez.
EliminarEscribiré un artículo sobre la computación cuántica, pero se queda para el curso que viene (:-)
No acabo de entender que el tiempo cósmico es absoluto. A mi entender, el único tiempo que puede ser absoluto e igual en todo el universo, es el año-luz, que aunque sea una medida de distancia, también lo es de tiempo.
ResponderEliminarPero hablando del año común, ¿no es este relativo? El año de Urano, por ejemplo, dura 84 años terrestres.El año de otros planetas aún es más largo. Y el caso de Venus también es curioso: su día dura más que su año.
Nosotros, los terrícolas, estimamos la antigüedad del universo en 13.700 millones de años. En teoría, para un uraniano solo tendría 163 millones de años. ¿O estos 13.700 millones de años serían iguales en todo el universo?
Quiero añadir el tema del tiempo que plantea la película "Interstellar". Una hora de los tripulantes de la nave espacial son siete años en la Tierra.
Unas aclaraciones, Miguel:
Eliminara) El año-luz es una medida de distancia, no de tiempo. Su valor es la distancia que recorre la luz en un año terrestre actual, que sólo depende de la duración del año terrestre y de la velocidad de la luz en el vacío, cuyo valor es constante. Cualquier civilización que calcule la distancia recorrida por la luz en ese tiempo y con esas unidades, obtendrá el mismo resultado.
b) Si se cambia la unidad de medida, cambia el valor. Lo mismo da que sea una longitud, un tiempo, o lo que sea. Si medimos una longitud en varas, nos sale un valor distinto que si la medimos en metros. Eso no tiene nada que ver con que lo que estamos midiendo tenga o no un valor absoluto.
c) El tiempo cósmico puede definirse así: Todos los puntos del universo en los que la temperatura con la que se ve la radiación cósmica de fondo es la misma, están a la misma distancia (en el tiempo) del Big Bang. En nuestro caso, esa temperatura vale 2,72548 K y el tiempo correspondiente son esos 13.800 millones de años terrestres actuales. Esta medida nos proporciona un tiempo cósmico absoluto.
Echo en falta la interpretación del tiempo más radical de la filosofía, la de Heidegger. En su libro "Sind und Zeit" hace un razonamiento, para mi escalofriante, sobre este enfoque. No es que vivamos en un tiempo, es que somos tiempo, un tiempo finito. Pocos libros me han dejado impactado de la forma que ha hecho este.
ResponderEliminarLuis
Gracias, Luis, por tu aportación. En efecto, el tema del tiempo y de las teorías sobre el tiempo es casi inagotable. Tampoco he hablado en este artículo del tiempo subjetivo, aunque sí lo hice en otro de los artículos del hilo.
EliminarJordi Marjanedas me ha enviado este comentario para que lo ponga en su nombre, porque él no pudo hacerlo:
ResponderEliminarBueno, me permito añadir una consideración: la concepción también del tiempo metafísico, atemporal si aplicamos el tiempo a la serie de fenómenos que sucediéndose uno a otro determinan el camino de la humanidad.
En cualquier momento yo no soy lo que fui en el pasado, ni tampoco todavía aquello a lo que tiendo ser. Pero este pasaje de un estado al otro, en un crecimiento de mi humanidad en el ser, no es un aumento cuantitativo, no es medible temporalmente.
Se trata de un camino bajo la atracción del Ser mismo, pero no tanto Dios, el cual será siempre inalcanzable para mi, sino por la atracción del ser que debo llegar a ser. Esto no puede ser más que el Dios-Hombre encarnado, el cual actuando en mí me empuja a llegar a ser yo.
Visto así metafísicamente el tiempo, hay un momento en la historia de la humanidad en el que el tiempo comúnmente entendido como tal desaparece. Lo identificamos hace dos mil años con el Verbo de Dios encarnado. En Él, su Ser y su deber Ser coinciden.
Habiendo asumido Él, en si mismo, la existencia de todos nosotros, con su muerte y resurrección nuestro deber es ya realizado en Él, aunque nosotros nos lo encontramos concretamente en la escatología, o sea al final del tiempo de la tierra, con la libre colaboración de nuestra voluntad. De ahí que nosotros simultáneamente somos y no somos aún.
Esta aparente paradoja se explica cuando nos fijamos en que estamos enraizados en el momento presente, siendo yo lo que soy en este momento. En él, nuestro ser se experimenta tal que el tiempo, comúnmente entendido, no existe, sino que es una pura apariencia psicológica hacia un futuro que, en realidad, en sí es pasado, porque cumplido en Jesús.. Pero un pasado que es, en cualquier caso, también futuro, porque todavía no es presente en mí, en la conjunción entre el ser que yo soy, que deberé llegar a ser, y al cual tiendo. (Tomado del artículo de Pasquale Foresi “La storia come verità”, rivista Nuova umanità N.164, Roma, pp.151-154).