La predicción del futuro científico

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El hombre siempre se ha interesado por predecir el futuro. Los científicos somos seres humanos. Por ello, no es raro ver, especialmente en medios de amplia difusión, predicciones de los avances que podrían realizarse en diversos campos de investigación en los próximos años, décadas y a veces incluso siglos.
¿Tienen las predicciones científicas más probabilidades de cumplirse que las demás? Podríamos pensar que sí, ya que la ciencia es la rama más racional del conocimiento humano. Lo mejor sería aplicar el método científico a las predicciones: se aguarda hasta que pase el tiempo previsto y se comprueba si se han cumplido o no. Este tipo de estudios no suele realizarse. A todo el mundo le gusta predecir, pero pocos se molestan en comprobar si las anticipaciones han llegado a hacerse realidad.
Sin embargo, existen casos claros que todos recordamos. En 1956, el Dartmouth Summer Research Project on Artificial Intelligence (que acuñó el término Inteligencia Artificial) afirmó que en menos de diez años se dispondría de programas de ordenador capaces de ganar al campeón del mundo de ajedrez o de traducir perfectamente entre dos lenguas humanas cualesquiera. El fracaso de la predicción salta a la vista, sin más que considerar que el primer objetivo tardó en cumplirse 41 años en vez de 10, mientras el segundo aún no se ha conseguido, después de más de medio siglo.

Como consecuencia de este fracaso, la investigación en inteligencia artificial se detuvo durante más de una década y no resurgió hasta que los sistemas expertos despertaron de nuevo el interés por esta disciplina. Como el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, la historia se repitió. En 1980, el gobierno del Japón anunció el proyecto de la quinta generación de ordenadores. En 1992 (predijeron) tendremos máquinas capaces de traducir perfectamente entre dos lenguas humanas, que se comunicarán con nosotros en nuestra propia lengua y responderán de modo inteligente. Tampoco esta vez se cumplió la predicción.
Veamos dos ejemplos más, sacados del campo de la divulgación científica y de personas con fama mundial. En 1945, en un artículo técnico, el ingeniero y escritor Arthur C. Clarke (autor del guión de la célebre película 2001, Una Odisea del Espacio) acertó una predicción importante: la utilización de satélites artificiales en órbita geoestacionaria para las comunicaciones mundiales. En 1960, la revista Planéte publicó una tabla de predicciones extraída de sus publicaciones divulgativas. Las predicciones se distribuían por décadas, desde 1970 hasta 2100. Las cinco primeras han pasado ya, la sexta está bastante avanzada. De las predicciones que podemos comprobar, Clarke sólo acertó dos: el aterrizaje en la luna (ya existía por entonces un plan para realizarlo) y el teléfono móvil, que él llamó radio individual. Entre las predicciones fallidas destacan la colonización de Marte (prevista para el año 2000), la fusión nuclear (1980), el descubrimiento del lenguaje de los cetáceos (1970) y la siempre presente traducción automática (1970). En otra predicción se quedó demasiado corto: dejó para el año 2000 el descubrimiento de la estructura de las partículas elementales (protones y neutrones), que se adelantó más de 30 años con la teoría de los quarks.
Isaac Asimov fue otro gran divulgador, autor de unos cuatrocientos libros de diversos géneros. En un artículo publicado en 1967, (The World in 1990) hacía previsiones sobre la situación de la tecnología al cabo de 23 años. Veamos algunas:

  • La población mundial será de 5000 millones. El aire será casi irrespirable. Se prohibirá fumar al aire libre. Las casas estarán provistas de filtros de aire.
  • La contaminación del agua provocará escasez de agua potable en todo el mundo. La desalinización del agua del mar no será suficiente para resolverlo.
  • El problema de la eliminación de los residuos nucleares estará resuelto. La fusión nuclear y la energía solar resolverán definitivamente la escasez de energía.
  • Se explotarán los minerales del fondo del mar.
  • Las ciudades se prolongarán hacia el subsuelo y a la larga desaparecerán de la superficie, sustituidas por parques y granjas. Se construirán ciudades submarinas.
  • Los coches serán cada vez más pequeños, circularán por carriles elevados y no tendrán ruedas, sino colchones de aire. Desaparecerán las carreteras. Proliferarán los helicópteros, que dispondrán de heliódromos en los edificios altos. El metro se convertirá en una sucesión continua de vagones que llenará todo el circuito de cada línea.
  • El correo se distribuirá mediante tubos neumáticos, directamente a cada piso. El teléfono trasmitirá la imagen, además de la voz.
  • Los libros serán sustituidos por microfilms.
  • La alimentación se basará predominantemente en algas, semillas marinas y levaduras.
  • Comenzará la colonización de la Antártida.
  • Quizá exista una colonia en la Luna. Habrá planes para desembarcar en Marte.
  • Se trabajará 30 horas a la semana.
¿Fue así el mundo de 1990? Es curioso, por otra parte, que ninguno de los dos grandes divulgadores haya previsto los tres avances más importantes de los años 80 y 90: el ordenador personal, la ingeniería genética y la Internet.
Predecir el futuro es una actividad muy arriesgada, una tarea imposible, poco agradecida, en la que se comete el más espantoso de los ridículos y a menudo se obtienen sólo burlas y menosprecios, como escribió Isaac Asimov en el artículo mencionado. Los ejemplos ayudan a comprobarlo. ¿Nos abstendremos  de imitarles? Lo dudo: la tentación es demasiado grande.

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Manuel Alfonseca

2 comentarios:

  1. Lo de comer solo algas, semillas y levadura, en el 90 no, pero hoy día vamos a eso, como nos dejemos sorber el coco por tanto vegano y tanto animalista radical :-) Abrazos.

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  2. Bueno, yo vivo en Argentina y ni aumentando el precio de la carne dejamos de comer asados y buenos bifes..., ja, así que por el fin del mundo aún masticamos mucha carne, saludos.

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