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En estudios realizados hace unos años [1] se describe una situación delicada en relación con ciertas pruebas médicas muy utilizadas. Se trata de un test (la triple prueba) que se ha venido realizando a muchas mujeres embarazadas, con objeto de detectar si el feto va a padecer el síndrome de Down y otras deficiencias. Cuando el resultado de la prueba es positivo, los ginecólogos suelen recomendar que se realice una amniocentesis o una muestra de vellosidades coriales (biopsia), pero dado que estas pruebas suponen cierto riesgo, muchas embarazadas no quieren correrlo, y algunas podrían decidir practicar un aborto solo con los resultados de la triple prueba.
En estudios realizados hace unos años [1] se describe una situación delicada en relación con ciertas pruebas médicas muy utilizadas. Se trata de un test (la triple prueba) que se ha venido realizando a muchas mujeres embarazadas, con objeto de detectar si el feto va a padecer el síndrome de Down y otras deficiencias. Cuando el resultado de la prueba es positivo, los ginecólogos suelen recomendar que se realice una amniocentesis o una muestra de vellosidades coriales (biopsia), pero dado que estas pruebas suponen cierto riesgo, muchas embarazadas no quieren correrlo, y algunas podrían decidir practicar un aborto solo con los resultados de la triple prueba.
El síndrome de Down afecta aproximadamente al
0,13% de los fetos. El problema es que la prueba que se ha venido utilizando para detectarlo
tiene una sensibilidad del 70% (o, lo que es lo mismo, la probabilidad de un
falso negativo es del 30%) y una especificidad del 91%, lo que significa que la
probabilidad de un falso positivo es del 9%.
¿Cómo hay que interpretar estas cifras?
Supongamos que se realiza la triple prueba a
1000 mujeres embarazadas. Aplicando los datos anteriores deducimos que:
·
El número previsible de fetos
afectados por el síndrome de Down está entre 1 y 2.
·
La probabilidad de detectarlos con
la prueba es del 70%.
·
90 de las mujeres analizadas (9%
de 1000) darán positivo en la prueba, aunque su hijo no tendrá el síndrome de
Down.
Cuando la prueba sale positiva, la
probabilidad de que el feto esté afectado por el síndrome es de 1 o 2 en 90, del orden de un 2% (sí, así de baja). Si, como consecuencia de esa información se practica un
aborto, en un 98% por ciento de los casos se está matando a un niño normal:
si lo hubiesen dejado nacer, no habría padecido el síndrome.
Las cosas pueden mejorar gracias a una prueba nueva, basada en un análisis de sangre de la embarazada, que se ha puesto
en práctica a partir de enero de 2013 y que permite detectar trisomías del
feto, como la del cromosoma 21 (la que produce el síndrome de Down), con una
sensibilidad del 99% y una especificidad del 99,9%. Al menos, gracias a esto,
algunos fetos podrían escapar del aborto, aunque seguirá en pie una cuestión
fundamental: ¿por qué los niños con síndrome de Down no tienen derecho a la vida?
[1] E.Kurz-Milcke, G.Gigerenzer, L.Martignon, Transparency in risk communication: graphical and analog tools, en Strategies for risk communication:
evolution, evidence, experience, Annals of the New York Academy of
Sciences, vol.1128, 2008.
Manuel Alfonseca
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