La edad de oro de la divulgación científica

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La divulgación científica, tal como se realizó a partir de 1970, puede dividirse en tres grandes grupos:

  • Alta divulgación científica, representada por las revistas de mayor nivel, dirigidas a lectores con buena base científica, que desean mantenerse al día sobre los avances realizados en disciplinas distintas de la suya:
    • Scientific American, que había entrado en su segundo siglo de existencia y que publica cada año, con periodicidad mensual, menos de cien artículos largos, selectos, amén de un número reducido de artículos cortos, de información. Su prestigio aumentó aún más cuando se convirtió en el medio a través del cual se hicieron públicos algunos descubrimientos importantes, que eligieron esta revista en lugar de publicaciones científicas más conocidas, como Nature o Science. Así, en octubre de 1970, Martin Gardner publicó en su sección (Mathematical Games) el primer artículo dedicado al Juego de la Vida, ideado por el matemático británico John Conway: The fantastic combinations of John Conway's new solitaire game "life". Y en mayo de 1975, Gregory Chaitin publicó en Scientific American su famoso artículo Randomness and Mathematical Proof, en el que demostró que la aleatoriedad de los números enteros es indecidible, un teorema de indecidibilidad comparable a los de Gödel.
    • Science News, que por entonces alcanzaba su primer medio siglo de existencia, se había especializado en noticias breves, de no más de tres páginas, pero de alto contenido científico, de las que publicaba casi un millar al año. La revista se publicaba con periodicidad semanal, y cada ejemplar tenía 16 páginas, número que incluía la portada y la contraportada.
  • Divulgación científica media, representada por revistas que publican artículos de menor nivel, dirigidos a un público que tenga un nivel educativo semejante al de los estudiantes universitarios de los primeros cursos. Entre ellas podemos citar las siguientes:
    • En el extremo superior de este grupo, La Recherche en Francia, revista mensual diseñada siguiendo la línea de Scientific American, que fue creada en 1946 bajo el nombre Atomes, que cambió por su nombre definitivo en mayo de 1970. Y en Estados Unidos The Sciences, la revista de la Academia de Ciencias de Nueva York, de publicación bimestral (seis ejemplares al año), que comenzó a publicarse en 1961.
    • En el extremo inferior del grupo, y en Estados Unidos, las revistas New Scientist (semanal, desde 1956) y Discover (bimestral, desde 1980); y en España la revista Muy Interesante, mensual, fundada en mayo de 1981.
  • Baja divulgación científica, realizada usualmente a través de los medios de comunicación de masas y dirigida al público en general.

A partir de los años setenta, el éxito de la divulgación científica de nivel medio y alto se plasmó en la aparición de traducciones de las revistas más importantes a otros idiomas, con la posible añadidura de algún artículo propio del país de que se trate. Así, en octubre de 1976 apareció en España la revista Investigación y Ciencia, asociada a Scientific American, que cada mes traducía siete de los ocho artículos largos de la revista madre y añadía uno más, de autores de habla hispana. Uno de estos artículos, del que yo fui uno de los dos autores, se publicó en septiembre de 1980; esta revista también me publicó una nota breve en febrero de 1995.

Algo parecido ocurrió con La Recherche, que a partir de marzo de 1981 apareció en España bajo el nombre de Mundo Científico. Esta revista me publicó dos artículos largos en noviembre de 1988 y mayo de 1999. En abril de 1999 también participé en una encuesta-entrevista colectiva, que celebraba el número 200 de la revista.

Durante los años ochenta, algún medio de comunicación de masas, como el periódico La Vanguardia, incluyó una sección semanal dedicada a la ciencia a un nivel sorprendentemente alto, que en octubre de 1989 se transformó en un suplemento semanal de 16 páginas. Durante esos años yo colaboré con La Vanguardia, que me publicó un total de setenta artículos.

En 1988, que está dentro de este lapso de 25 años que he llamado la edad de oro de la divulgación científica (entre 1970 y 1995), se publicó el libro de divulgación de mayor venta de la historia, Breve historia del tiempo, de Stephen Hawking.

¿Qué ha pasado desde entonces? Lo veremos en el próximo artículo.

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Manuel Alfonseca

8 comentarios:

  1. Interesante y bien sistematizada entrada que me ha provocado la siguiente reflexión.

    Creo que este esquema propuesto peca de elitismo académico, en el sentido de que está más inspirado en la excelencia científica de los creadores que en la importancia social de los destinatarios. Quiero decir con ello lo siguiente. No cabe ninguna duda de que el colectivo de lectores científicamente cultos es importante para el desarrollo de una sociedad. Pero, a mi modo de ver, el público en general, esto es, el ciudadano de a pie, las personas normales y corrientes constituyen un colectivo no solo muchísimo más numeroso que los anteriores, sino que, además, su nivel de conocimientos, así científicos como culturales, incide en la prosperidad de la sociedad en mucha mayor medida que los anteriores. Porque una ciudadanía ilustrada es un contrapeso democrático determinante. Y yo creo que este colectivo, este público objetivo (la gente normal y corriente) es el que se encuentra más desatendido. Por eso se me antoja distorsionador un esquema que los relega al rincón de la baja divulgación, cuando deberían ocupar la cima de las preocupaciones divulgativas de los científicos.

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    1. Yo no propongo este esquema, sino que utilizo el esquema estándar que casi todo el mundo utiliza. No se puede negar que este esquema es útil. Y hay un escalón más, por encima de la alta divulgación: las revistas que publican los descubrimientos científicos.

      Que Scientific American es muy alta divulgación lo demuestra que en algunas ocasiones ha alcanzado el nivel de las mejores revistas científicas, como en los casos que he señalado y en otros, en los que Premios Nobel recientes han descrito sus descubrimientos.

      No estoy (des)calificando a nadie. Es evidente que los lectores de estas revistas pueden clasificarse así:

      a) Especialistas que leen lo que publican otros especialistas en la misma rama de la ciencia (publicaciones de investigación)
      b) Especialistas que quieren saber lo que se publica en otras ramas de la ciencia (alta divulgación)
      c) Personas con cierta formación científica que quieren saber lo que se cuece en el mundo de la ciencia (divulgación media)
      d) Personas sin formación científica que quieren saber lo que se cuece en el mundo de la ciencia (baja divulgación, usualmente mal hecha)

      No veo por qué esta clasificación puede ofender a nadie.

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    2. No se trata, Manuel, de ofensas, válgame el cielo. Lo que pretendo es poner de manifiesto lo que, por lo común, se omite: (1) Que las personas sin formación científica que quieren saber lo que se cuece en el mundo de la ciencia son, con gran diferencia, muchas más que las científicamente cultas. Y (2) que este colectivo, como consecuencia, determina en mucha mayor medida la salud de la así llamada sociedad civil, la cual es un contrapeso determinante para la salud de todo sistemas democrático. Nada más. No sé, puede que me haya explicado mal. Lo siento.

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    3. Pues no entiendo cuál es tu crítica. Naturalmente que el grupo más numeroso es el d), porque al clasificar en función de los conocimientos se forma automáticamente una pirámide.

      Si lo que quieres decir es que la baja divulgación es muy importante, porque se dirige a un número mayor de posibles lectores, estoy de acuerdo. Por eso he dedicado varios artículos a criticar la forma en que se hace, con titulares ambiguos o literalmente erróneos y textos que a menudo no son fieles a la realidad.

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    4. Yo creo que estamos diciendo lo mismo: "la baja divulgación es muy importante, porque se dirige a un número mayor de posibles lectores" y que, por lo tanto, es un colectivo más influyente en la salud de la sociedad civil. Mi crítica (yo lo llamaría mi aportación) es que en el esquema se podría aprovechar para añadir como nota al pie algo como esto:

      d) Personas sin formación científica que quieren saber lo que se cuece en el mundo de la ciencia (baja divulgación, usualmente mal hecha). Al ser el grupo más numeroso y determinante de la sociedad civil, merece más atención (en cantidad y calidad) de la que se le presta.

      Es una manera de llamar la atención sobre el déficit que arrastra este colectivo y que tú mismo señalas en tus varios artículos, pero no refiriéndote a este importante colectivo, sino a la pobre calidad de los "titulares ambiguos o literalmente erróneos y textos que a menudo no son fieles a la realidad".

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    5. Sí, estamos diciendo lo mismo, con distintas palabras. Yo añadiría algo más:
      d) Personas sin formación científica que quieren saber lo que se cuece en el mundo de la ciencia (baja divulgación, usualmente mal hecha). Al ser el grupo más numeroso y determinante de la sociedad civil, merece más atención (en cantidad y calidad) de la que se le presta. Y al ser el grupo con menos conocimientos de ciencia, es más importante aún que la información que se le dé sea la mejor posible, porque no suelen tener conocimientos suficientes para detectar información errónea, por lo que se tragarán todas las tonterías que les sirvan. En cambio, las personas de los grupos a) a c) posiblemente puedan detectar las tonterías (que aparecen en todos los niveles, como también he denunciado en este blog).

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  2. Muy interesante y bien explicado, estaremos ansiosamente esperando la continuación del tema

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