El hombre: ¿Un reino de la Naturaleza?

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Entre todas las especies vivas, hay una especial: la nuestra. Esto se ha dicho desde la antigüedad, y sólo se ha puesto en duda en el último siglo y medio. Muchos biólogos sostienen que la especie humana es una más entre muchas, que no se nos puede considerar superior a ninguna de las demás, ya se trate de bacterias, de insectos, o de los demás mamíferos.
Existe, sin embargo, un criterio cuantitativo y perfectamente objetivo que permite probar que la especie humana es única, completamente diferente de todas las demás: la cantidad de información que puede manejar cada uno de sus individuos.
Para los seres unicelulares, la única información de que dispone cada individuo es su propio genoma, que es muy fácil de cuantificar: su valor en bits es aproximadamente igual al doble del número de nucleótidos del genoma completo. Para los virus, está comprendido entre 10 y 50 kbits; para las bacterias, entre 1 y 10 Mbits; para un eucariota unicelular, alcanza los 25 Mbits.
Si pasamos a los animales y las plantas pluricelulares, el tamaño del genoma aumenta, y con él la cantidad de información manejada: desde 200 Mbits para un nemátodo, hasta varios Gbits para los vertebrados. Para el hombre se calcula en unos 6 Gbits, lo que ciertamente no le proporciona una gran ventaja sobre otras especies.
Además del genoma, los vertebrados disponen de una segunda fuente de información: su sistema nervioso, especialmente el cerebro, tanta más cuanto mayor sea éste: unos 10 kbits los anfibios, 10 Gbits los reptiles, cerca de 200 Gbits los mamíferos.
Aquí el hombre es único: en proporción al cuerpo, su cerebro tiene mayor tamaño que cualquier otra especie viva y es capaz de almacenar nada menos que 10 Tbits (10 billones de bits), mil veces más que su propio genoma y 50 veces más que la mayoría de los mamíferos. Se puede decir que, con la aparición del hombre, la vida atravesó un punto crítico que, por primera vez en la historia, permitió a un solo individuo alcanzar semejantes niveles de información.
Desde hace cinco mil años, con la invención de la escritura, el hombre ha atravesado un nuevo punto crítico, más drástico aún que el anterior: se ha convertido en la única especie que dispone de una tercera fuente de información, una memoria exterior a su cuerpo. Con la llegada de los ordenadores y de Internet, esa información se ha puesto a disposición de todos y no hace más que crecer. Actualmente se estima que ha rebasado ya los 100 exabits (100 trillones de bits: un uno seguido por veinte ceros). Así que cada ser humano, además de la que contiene su propio cerebro, tiene acceso a una información diez millones de veces mayor, como si estuviera conectado con diez millones de cerebros además del suyo.
La figura adjunta resume todo lo anterior y combina (en escala logarítmica) todas las fuentes de información disponibles en cada momento para la especie capaz de manejar mayor cantidad de información, en función del tiempo transcurrido desde el origen de la vida hasta la aparición de dicha especie (en miles de millones de años).
El hombre es tan distinto de todas las demás especies, tan abrumadoramente dominante, que deberíamos considerarlo como un reino de la naturaleza. Ya indiqué en otro artículo que, para bien o para mal, su efecto sobre el resto de los seres vivos (la biosfera), sobre la atmósfera y sobre la Tierra entera, es mayor que el de todos los demás animales juntos. Así que, cuando un biólogo afirma que el hombre es una especie como las demás, que la historia de la vida no muestra progreso alguno en ninguna dirección, lo menos que se puede decir es que no sabe lo que dice. O quizá se ha dejado arrastrar por ideologías extracientíficas que se empeñan en denigrar al hombre y despojarlo de su dignidad, para sus propios fines: para poder matarlo cuando estorba (aborto, eutanasia), o para manipularlo cuando conviene (C.S.Lewis, The abolition of man, 1943).

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Manuel Alfonseca

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