El monstruo de Frankenstein |
En los dos artículos anteriores de esta serie hemos visto que la generación de vida sintética en el laboratorio es probablemente un proceso más difícil de lo que algunos optimistas imaginan.
Veamos uno de los últimos
experimentos en biología sintética: George Church y Nili Ostrov, biólogos de
Harvard, están intentando construir una estirpe de la bacteria Escherichia
coli que sea inmune a todos los virus que existen. ¿Cómo? Cambiando su código genético para que los virus
no lo entiendan y no sean capaces de utilizar su maquinaria celular para
reproducirse. Puesto que el código genético es redundante, es posible sustituir
uno de los codones que codifican el aminoácido arginina (AGA) por otro que
también codifica el mismo aminoácido (CGC), y todos los genes de la bacteria
seguirían generando las mismas proteínas que antes. Esto se haría con varios
codones poco frecuentes. Pero como los virus seguirían utilizando los codones sustituidos,
la maquinaria celular de la bacteria ya no sería capaz de entender el ADN del
virus. Esta parte del trabajo está casi terminada. Cuando lo esté, faltaría eliminar
los ARN de transferencia de los codones desaparecidos y asegurarse de que no
vuelven a fabricarse, para que la maquinaria celular deje de utilizarlos.
Obsérvese que el trabajo
realizado hasta el momento consiste en la manipulación de los datos grabados en
el ADN. Equivale a manipular la información contenida en el disco duro de un
ordenador para que deje de utilizar cierta instrucción del lenguaje de la
máquina, sustituyéndola por otra equivalente. Seguimos estando muy lejos de la
biología sintética en sentido estricto. ¿Es posible que lleguemos a fabricar vida en el futuro más o menos cercano?
Lo primero que tenemos que
constatar es que no sabemos cómo surgió la vida en la Tierra.
Probablemente no lo sabremos nunca, porque toda huella de aquel suceso ha
desaparecido. Jamás descubriremos el fósil del primer ser vivo, y si lo
descubriéramos, no sabríamos que lo era. Por lo tanto, no podemos aprovecharnos
de lo que ocurrió entonces para que nos sirva de orientación al tratar de
reproducirlo en el laboratorio. Una vez apareció la vida, hace unos 3500 a 4000 millones de años, ya no volvió a
repetirse ese proceso. Los primeros seres vivos lo hicieron
imposible, al consumir la materia orgánica generada espontáneamente antes de la
aparición de la vida. El origen espontáneo
de la vida en la Tierra es un suceso único e irrepetible.
Las posturas optimistas
respecto a la posibilidad de construir vida sintética en el laboratorio se
apoyan en el reduccionismo, una teoría filosófica que sostiene que todo lo
que existe puede explicarse en función de las propiedades de los elementos
fundamentales de la materia (o sea, de las partículas elementales). Nótese que
esta teoría es filosofía, no ciencia, porque lo que afirma no ha sido
demostrado; en el mejor caso ha sido postulado, con la esperanza de que todo el
mundo lo acepte.
El problema es que no todo
el mundo lo acepta. Existen otras teorías filosóficas que difieren del
reduccionismo. Veamos una crítica reciente:
El reduccionismo parece tener en su
riqueza su gran pobreza. Su atractivo es indiscutible... Da cuenta de una
realidad sencilla, coherente, analizable e intersubjetiva... El reduccionismo
deja a un lado las distinciones cualitativas... y pretende quedarse con lo
esencial, lo central, aquello que aparece como real después de un “esto no es
más que...” (Héctor Velázquez, “Monismo y
reduccionismo epistemológico: una revisión desde la unidad/pluralidad
aristotélica”. En Naturaleza y Libertad.
Revista de estudios interdisciplinares 2:251-265, 2013).
El reduccionismo nos resulta
muy atractivo, porque estamos acostumbrados a enfrentarnos a las cosas que nos
rodean aplicando el método del análisis, al que a menudo suele suceder la
síntesis. Como un niño que recibe un juguete nuevo, nuestra tendencia al
enfrentarnos con un objeto nuevo es analizarlo
(o sea, descomponerlo en sus partes constituyentes), para después, si es
posible, sintetizarlo (o sea,
reconstruirlo, volviendo a juntar sus partes, con la esperanza de que el objeto
vuelva a funcionar).
Lo malo es que la
síntesis no siempre es posible. En el caso de los seres vivos, hasta
ahora no lo ha sido nunca. Podemos desmembrar un ser vivo en sus partes
constituyentes (analizarlo), pero si volvemos a reconstruirlo uniendo dichas
partes, el resultado no es un ser vivo, sino un ser muerto. Y hay una gran
diferencia (una diferencia esencial) entre un ser vivo y el mismo ser muerto.
El deseo de actuar así, de
sintetizar la vida, es muy potente. Está detrás de toda la investigación en
biología sintética. Está también detrás del mito de Frankenstein,
expresado por primera vez en la novela de Mary Shelley, que ha veces ha sido
señalada como la primera novela de ciencia-ficción de la historia, aunque en
realidad hay otras candidatas más antiguas.
Como es lógico, la filosofía
reduccionista parte de la base de que sintetizar vida tiene que ser, no sólo
posible, sino relativamente fácil. Pero otros filósofos no están de acuerdo con
ello y piensan que en realidad puede ser imposible. Veamos un ejemplo:
Frente al carácter analítico del
conocimiento que explica dividiendo, el viviente se manifiesta esencialmente
como un todo... El viviente se
comporta como un sistema en el que las múltiples interacciones causales... alcanzan un nivel de complejidad tal, que no es posible desmontarlas
mediante una reducción total a las formas más elementales de una explicación
mecanicista... [E]n el
viviente las propiedades que lo definen no están en su “adentro”, en sus
elementos constitutivos, como pretendería un [reduccionista] ingenuo, sino que
son “propiedades relacionales” que emergen y se configuran como una respuesta
al ambiente. (Mariano Asla, Valeria
Cantó-Soler, “¿Por qué el reduccionismo es un problema recurrente en biología?”
En ¿Determinismo o indeterminismo?
Grandes preguntas de las ciencias a la filosofía, ed. Claudia E. Vanney y
Juan F. Franck, UFV 2018).
Como se ve, en el estado
actual de la ciencia, la respuesta a las preguntas de los títulos de los tres
artículos de esta serie podría estar mucho más lejos de lo que pensamos, suponiendo que sea posible.
Hilo Vida Sintética y Vida Artificial: Anterior Siguiente
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Manuel Alfonseca
El punto de partida es reconocer que el viviente también tiene partes, como es obvio por la noción misma de "organismo" que implica órganos diferentes. Para entender lo anterior, hay que tener presente que la composición básica del ente corpóreo no es física, como piensa el mecanicismo (átomos, moléculas, etc.) sino metafísica: esencia y acto de ser, materia y forma, sustancia y accidentes.
ResponderEliminarLas facultades del ser humano, por ejemplo, son accidentes que inhieren en su sustancia, mediante las cuales se llevan a cabo funciones que son necesarias para la vida del hombre.
Las facultades espirituales, como la inteligencia y la voluntad, son facultades del alma espiritual y no tienen órgano propio; las facultades materiales son facultades del compuesto de alma y materia, éste es el caso de los sentidos, y también de las otras facultades que tienen que ver con las distintas funciones que se llevan a cabo mediante órganos.
El órgano es siempre material respecto de la facultad, que es formal respecto del órgano, como la vista lo es respecto del ojo.
Y las facultades pueden mover a la sustancia, no en el plano sustancial, sino en el accidental que les es propio, así la facultad locomotiva, que es propia de los animales, mueve a todo el animal, pero en el plano accidental del cambio de lugar. El viviente se mueve a sí mismo, pero no por medio de sí mismo, simplemente, sino por medio de una de sus partes que están en acto, que mueve a otras que están en potencia.
Y tampoco se mueve a sí mismo en lo sustancial, porque sigue siendo el viviente que es, sino en lo accidental, de modo que en realidad se va moviendo mediante unas partes que actualizan a otras y al hacerlo las mueven y al moverlas mueven accidentalmente al viviente mismo.
Recordar que el accidente no es otra cosa al lado de la sustancia, sino algo que inhiere en la sustancia, y es como una modificación, por así decir, de la misma, de modo que es la sustancia misma la que actúa y padece en y por los accidentes.
"Movimiento" en Aristóteles quiere decir pasaje de potencia a acto, y en ese sentido lo uso aquí, y lo usa Santo Tomás. El movimiento local es una clase particular de movimiento.
En el caso de la voluntad, ésta, movida sin duda por el sujeto, actualiza la potencialidad que tiene el cerebro de enviar una orden a las piernas. En el caso del movimiento local, su causa actualiza la potencialidad que tiene el cuerpo que se mueve de llegar a determinado lugar pasando por los lugares intermedios.
Entonces el viviente, mediante de una de sus partes, que está en acto, actualiza a otra de sus partes, que está en potencia, y en ese sentido se actualiza a sí mismo, accidentalmente.
ResponderEliminarPero esa parte del viviente que ya está en acto, o no pasó nunca de potencia a acto, y entonces, es el primer motor inmóvil, cosa que como ya dijimos, no puede ser el caso en algo que es parte de algo que se mueve, o pasó de potencia a acto, es decir, se movió.
Y entonces, o también la movió el viviente en cuestión, pero resulta que no podemos retroceder al infinito tampoco en esa dirección, recurriendo a otra parte en acto mediante la cual el viviente movió a ésta, y a otra más, etc., o se debe recurrir en última instancia a una causa externa, que al final ha de ser el Primer Motor Inmóvil, Acto Puro.
El comienzo del movimiento del viviente, entonces, ha de deberse exclusivamente a esa causa externa, mientras que su continuación tiene al Primer Motor como Causa Primera, y al viviente mismo como causa segunda.
Por eso, el viviente es causa, sin duda, de su propio movimiento, pero no Causa Primera del mismo, sino causa segunda. Y con eso no se invalida el principio metafísico que dice que todo lo que se mueve, se mueve por otro.
Por el contrario, es el mecanicismo, surgido de Descartes, el que reduce todo movimiento al movimiento local y toda composición a composición física, no metafísica. el viviente es causa de su propio movimiento. O, en otras palabras, la actividad del viviente no se puede explicar exclusivamente en términos de reacción a estímulos externos (que sería la explicación mecanicista). El viviente tiene en sí mismo el principio de su movimiento, que es alcanzar la plenitud de su forma. Que no es otra cosa que decir, simplemente, que el viviente está vivo, que no es un mero amasijo de materia inerte que reacciona a fuerzas físicas.
Por otra parte, está claro que el viviente ha sido generado, por lo tanto no es causa de sí mismo en sentido absoluto.Cuando hablamos de la imposibilidad de retroceso al infinito en la serie de causas, nos referimos a las causas que son razones suficientes de algún hecho actual, y por tanto, no incluimos la serie de las causas pasadas, porque ésas no son razones suficientes del hecho actual.
ResponderEliminarEl padre no es razón suficiente de la existencia actual del hijo, porque si así fuese, el hijo debería necesariamente existir ahora, supuesto que ha sido engendrado por su padre, y es claro que el hijo puede morir a pesar de haber sido engendrado.
El padre, junto con la madre, ha sido razón suficiente solamente de la venida de su hijo a la existencia.
Y la serie que no puede ser infinita es la serie de razones suficientes de algo, porque en ese caso, como ya expliqué, no habría razón suficiente de ese algo, y eso va contra el principio que dice que todo tiene razón suficiente.
La Creación la podemos considerar según el mismo acto divino de crear, y ése es eterno, como Dios mismo, está fuera del tiempo, y por tanto, no se puede decir que sea pasado, o según el término de ese acto, que es la creatura, y en ese sentido podemos decir que Dios creó a Adán, hablando en tiempo pasado.
El viviente creado es causa de su propio movimiento, pero no Causa Primera del mismo, porque todos los motores que a su vez se mueven son movidos en última instancia por el Primer Motor Inmóvil.
Se dice entonces que en el viviente, es una parte la que mueve a las otras, como cuando caminamos, la voluntad mueve al cerebro, éste mueve las piernas, y éstas al resto del cuerpo.
Ahora bien, la parte que mueve a las otras, o se mueve a su vez, o no. Si no se mueve, hemos llegado al motor inmóvil, pero eso es imposible, porque si es parte de algo que se mueve, también se mueve.
Entonces, hay que salirse fuera del ente que se mueve para hallar la causa del movimiento de la primera parte que se mueve en un movimiento dado, o bien, decir que dentro del ente que se mueve hay un retroceso al infinito en la serie de motores, lo cual es absurdo.
Por tanto, finalmente hay que encontrar una causa externa del movimiento del viviente, también. Ésta se mueve o no, al final, como es imposible el retroceso al infinito, hay que llegar a un Primer Motor Inmóvil.
Estimado Frank,
ResponderEliminarMe considero bastante aristotélico, en el sentido de que pienso que sus categorías metafísicas fundamentales son muy adecuadas para entender la realidad. Desde luego, soy más aristotélico que platónico, y decididamente anti-cartesiano y anti-mecanicista. De modo que valoro positivamente su exposición de la doctrina tomista acerca de la estructura de los vivientes.
No obstante, si Vd quiere que los lectores actuales entiendan lo que se quiere decir, le recomiendo que evite o reformule algunas formas de expresión clásica, precisamente para conservar lo que los clásicos querían decir.
El viviente tiene partes, conforme (es un ser material, extenso, tiene partes). Pero decir que "la composición básica del ente corpóreo ... es metafísica" es una frase incomprensible, porque en el lenguaje actual "composición" significa unión de partes componentes. Es ingenuo pretender que la filosofía y la ciencia modernas no han modificado el significado de nuestras palabras. La esencia y el acto de ser no son "partes", ni tampoco la materia y la forma, ni tampoco la sustancia y los accidentes. En este sentido, es incorrecto también decir que el hombre es un "compuesto de alma y cuerpo"; es incorrecto en el sentido de que sus interlocutores le entenderán al modo cartesiano, que seguramente no es lo que Vd quiere.
También creo que es incorrecto decir que una facultad mueve al viviente, porque una facultad no es un sujeto. Es correcto decir que el cerebro mueve la pierna, porque son partes corporales, y pueden interactuar; pero es incorrecto decir que la voluntad mueve al cerebro, porque la voluntad no es ningún sujeto de acciones, no es una "cosa" (ni tampoco puede ser a su vez movida por el sujeto, como si la voluntad y el sujeto fueran entes distintos: entia non sunt multiplicanda sine necessitate). ¿Cómo puede esperar que un cartesiano -o sea, el occidental medio- entienda correctamente lo que Vd quiere decir?
En definitiva, estando sustancialmente de acuerdo con todo este planteamiento aristotélico-tomista, me parece que el lenguaje que utilizamos require una importante actualización para transmitirlo adecuadamente. Si quiere, puede leer mi propio planteamiento aquí: La materia y el espíritu no son cosas, sino aspectos.
Un cordial saludo,
Gonzalo
Para intentar aclarar un punto de lo que he dicho acerca de las facultades y los actos. Decir que "el ojo ve" es correcto, decir que "la vista ve" es incorrecto; la vista es la capacidad del viviente gracias a la cual ve con su ojo, pero la vista no es el sujeto del ver. Igualmente, la voluntad es la capacidad de querer, pero es incorrecto decir que "la voluntad quiere".
ResponderEliminarEstá de moda hablar mal de Descartes. Se le acusa de haber reaccionado contra el escolasticismo, de haber defendido el dualismo estricto, y de haber dado lugar a la filosofía mecanicista. Pero ¿es todo esto cierto?
ResponderEliminarEn relación con la discusión geocéntrica-heliocéntrica, que estaba en plena actividad en su época, hay que notar que Descartes, siendo partidario del heliocentrismo, criticó a Galileo por su "falta de método", lo que le llevó a utilizar precisamente ese título, "Discurso sobre el método", en su obra magna. Se podría sostener que su interés por el método, lejos de ser una reacción contra la filosofía escolástica, es precisamente la aplicación o la prolongación de las reglas del pensamiento escolástico al pensamiento de la época. Así, Rodney Stark dice lo siguiente al respecto:
Perhaps the most utterly revealing aspect of this nonsense is the claim that it was René Descartes who led the way into and epitomized the Age of Reason. In fact, Descartes very explicitly modeled himself on his Scholastic predecessors as he attempted to reason his way from the most basic of axioms (“I think, therefore I am”) to the essentials of Christian faith. Various philosophers have subsequently attacked the validity of steps in his deductive chains, but what is important is that Descartes was not revolting against an Age of Faith, but instead was entirely comfortable extending the long tradition of Christian commitment to reason. (Bearing false witness, capítulo 4, 2016).
Es cierto que Descartes sostiene que el alma es algo distinto del cuerpo: En sorte que ce moi, c'est-à-dire l'âme par laquelle je suis ce que je suis, est entièrement distincte du corps, et même qu'elle est plus aisée à connaître que lui, et qu'encore qu'il ne fût point, elle ne laisserait pas d'être tout ce qu'elle est. Es cierto que al decir esto Descartes no sigue a Aristóteles, para quien el alma y el cuerpo son la forma y la materia del hombre, y por tanto inseparables. Entiendo que tú, Gonzalo, como aristotelista, rechaces lo que dice Descartes. Pero de ahí no se sigue que Descartes no siga a los escolásticos. Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, dice esto en la cuestión 7 de la Summa Theologica: El hecho de que el poder del intelecto se extienda de una manera infinita, se debe a que el intelecto es una forma que no está en la materia, sino que está totalmente separada de la materia, como lo es la sustancia angelical, o al menos un poder intelectual, que no es acto de ningún órgano, en el alma intelectual unida a un cuerpo. No me parece que esta visión del alma se aparte tanto de la de Descartes.
Escribe Francisco Rubia: "El gran problema del dualismo es que no ha habido posibilidad de explicar cómo es posible que un ente inmaterial, el alma, interaccione con la materia. La razón es que para interaccionar con la materia se requiere energía y un ente inmaterial, por definición, no tiene energía." He criticado muchísimo a Rubia, desde hace años, por sus posturas reduccionistas, y utilizo el artículo referido con mis alumnos para que ellos mismos detecten las muchas inconsistencias y falacias en las que incurre. Pero la frase que copio, esa frase en particular, dice una gran verdad.
ResponderEliminarRubia es materialista, reduccionista, cientificista, y todos los -istas que le queramos poner. En particular, es dualista, en el sentido de que la única forma en la que es capaz de concebir "esa cosa que llamamos alma" es la forma dualista. Y argumenta, correctamente, que el dualismo no tiene consistencia filosófica ni científica.
Si el alma es algo real -y yo afirmo que lo es- no es "un ente inmaterial que interacciona con la materia". Es otra cosa: es la "forma" del viviente, o sea, su organización, su estructura, la relación entre sus partes, su "arquitectura".
Que el viviente racional -o sea, el ser humano- realiza operaciones que no se pueden explicar por causas materiales, es totalmente cierto. Que la manera correcta de expresar esto sea diciendo que "el intelecto es una forma que no está en la materia, sino que está totalmente separada de la materia", discrepo, por mucho que sean palabras de Aquino. Y es más, dudo que esto encaje bien con otras doctrinas tomistas, como la más básica de que alma y cuerpo se relacionan como forma y materia; o que las almas separadas de los difuntos no son personas, porque no son seres humanos completos.
Por lo demás, estoy de acuerdo contigo en que Descartes fue sobre todo continuador de sus predecesores. Él, al igual que Galileo, al luchar contra el aristotelismo decadente que se limitaba a repetir fórmulas aprendidas, no rechaza toda la tradición anterior, sino que más bien quiere recuperar lo mejor de la misma, "the long tradition of Christian commitment to reason", como dice Stark.
Distingo, Gonzalo, Aquino no dice que "el intelecto es una forma que no está en la materia, sino que está totalmente separada de la materia" en el hombre, sino en los ángeles. Para el hombre vale la otra parte de la frase: "o al menos un poder intelectual, que no es acto de ningún órgano, en el alma intelectual unida a un cuerpo".
EliminarYo sospecho que el alma nunca estará separada del cuerpo, sino que pasaremos directamente de la muerte a la resurrección (en otro universo), todos a la vez, como expliqué aquí: El multiverso teológico. Pero eso son sólo elucubraciones mías.
Es verdad, gracias, había leído mal la frase, y efectivamente la primera parte se refiere a los ángeles y la segunda a los humanos.
ResponderEliminarCoincido contigo en tu sospecha. Por otra parte, si no hay cuerpo no hay tiempo, luego no puede pasar tiempo desde la muerte hasta la resurrección... sea lo que sea la vida de un resucitado.
Y por cierto, no veo tanto parecido entre Aquino ("un poder intelectual, que no es acto de ningún órgano"), y Descartes ("l'âme par laquelle je suis ce que je suis, est entièrement distincte du corps").
EliminarSegún mis elucubraciones, si pasamos en la muerte a otro universo, por supuesto que no transcurre el tiempo. Porque el tiempo es una propiedad de este universo y fuera de él no transcurre. Ya lo dijo San Agustín: "El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo." (La ciudad de Dios, L.XI C.VI)
EliminarYo creo que en el Purgatorio si existe cierta temporalidad. Donde no existe tiempo es en el Cielo. En el caso de los ángeles parece que no estaban en el Cielo cuando fueron creados, porque tuvieron tiempo para rebelarse u obedecer.
ResponderEliminarQue en el Cielo no existe tiempo es una idea que no está en la Biblia. De hecho, la idea de la eternidad, como algo distinto de la perpetuidad, y por tanto fuera del tiempo, no aparece en la filosofía hasta Boecio (siglo VI). Si después de la muerte vamos a otro universo, ese universo podría tener su propio tiempo, distinto del nuestro. O no. Yo no me atrevo a afirmar nada al respecto.
EliminarNo estoy muy familiarizado con estas argumentaciones y sus correcciones ni tampoco dispongo del conocimiento ni de la erudicion para ello. Dentro de mi sentido común se me ocurren las siguientes reflexiones:
ResponderEliminar- EL hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Creador. EL hombre participa de la naturaleza de su Creador aunque no es su totalidad.
- Lo creado por el hombre será una criatura del hombre que no participará totalmente de la naturaleza del hombre.
- Por tanto, los replicantes de Blade Runner, los futuros robots, la futura vida artificial habilitada por el hombre deberían serán más limitados que éste como lo es el hombre en relación con su Creador.
- Con ello, ¿las criaturas del hombre podrán rebelarse a su creador como hace el hombre en el ejercicio de su libertad?, ¿Tendrán limitada su capacidad de estar al servicio del hombre como su creador?
Sobre estas cuestiones he hablado en otros artículos de este blog, especialmente en el hilo sobre "Inteligencia Natural y Artificial". Por ejemplo: Qué es la inteligencia artificial y especialmente en uno reciente: Las tres leyes de la robótica.
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