jueves, 11 de septiembre de 2025

Traidores a la especie humana

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El problema de los tres cuerpos es una novela de ciencia-ficción escrita por Liu Cixin, que atrapa al lector y contiene muchos datos sobre la historia china, antigua y moderna. Pero me temo que tergiversa la ciencia. Y mi primera regla de oro de la buena ciencia-ficción es que no se tergiverse la ciencia. Pienso que las tergiversaciones son peligrosas, porque los lectores poco informados pueden llegar a creer que ciertas cosas falsas son verdad.

No me preocupa que se dé por supuesto que la teoría de cuerdas es cierta. Podría serlo, a pesar de que en los últimos años ha perdido bastante empuje. Pero la descripción que da la novela del sistema de tres estrellas de Alfa Centauro no tiene nada que ver con la realidad, a pesar de que esa descripción es crucial para su argumento.

Alfa Centauro A y B son dos estrellas parecidas al sol, cuya atracción mutua las empuja a recorrer órbitas elípticas que las separan entre 1670 y 5300 millones de kilómetros. Alfa Centauro C es una enana roja cuya distancia al centro de masas de Alfa Centauro A y B es de 0,2 años-luz, lo que equivale a 430 veces el radio de la órbita de Neptuno. Esa distancia es tan grande, que la órbita de un planeta que gire alrededor de Alfa Centauro C en su zona Ricitos de Oro no puede ser afectada por Alfa Centauro A y B; y viceversa, la órbita de un planeta hipotético que gire alrededor de Alfa Centauro A, Alfa Centauro B, o las dos estrellas a la vez, no puede ser afectada por la atracción de Alfa Centauro C. En ninguno de esos planetas habría un problema de los tres cuerpos, que es muy difícil de resolver, sino un problema de dos cuerpos, que es mucho más sencillo y tiene solución analítica. Pero si se describieran las cosas como son en realidad, el título y el contenido de la novela dejarían de tener sentido.

En un planeta como el que se describe la vida sería imposible, incluso la más elemental, mucho menos vida inteligente. También es imposible la sucesión de civilizaciones que se presenta. Por supuesto, esto es una novela, no un libro de astronomía, pero los lectores podrían creer que el sistema de Alfa Centauro es así, y para mí eso no es aceptable.

Un punto sorprendente e interesante de la novela es la descripción de una computadora cuyos transistores son personas. Eduardo César Garrido Merchán y Sara Lumbreras utilizaron esta idea en un artículo sobre los límites de la inteligencia artificial.

Arthur C. Clarke

Los extraterrestres de la novela de Liu Cixin son diametralmente opuestos a los de 2001, Una Odisea del Espacio, de Arthur C. Clarke. Estos vienen a salvarnos, a darnos la inmortalidad, pues Clarke los ve como sustitutos de Dios. En cambio, en El problema de los tres cuerpos domina el nihilismo y la carencia de sentido de la existencia. Los personajes terrestres de esta novela son amorales. Algunos llegan incluso al asesinato. Y se supone que esos son los “buenos”. Por supuesto, todos son ateos. En cambio, los extraterrestres son malísimos y sólo quieren destruirnos, pero creen en Dios. Ya se ve por dónde van los tiros.

En la novela aparece un grupo de ecologistas exacerbados que desean nuestra extinción, y desempeñan el papel de traidores a la especie humana, pues colaboran con los extraterrestres para que nos destruyan. Este punto no es tan absurdo como parece: actualmente hay ecologistas que sostienen que sería mejor para la Tierra que el hombre desapareciera. Incluso han constituido el Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria, que apoya nuestra extinción para evitar la degradación ambiental. No me cabe duda de que deberíamos considerarlos traidores a nuestra especie.

Pero no todos los ecologistas son tan perniciosos, aunque muchos lo son en mayor o menor grado. En otro artículo hablé de la ignorancia ecológica de los ecologistas, y lo expliqué con un caso concreto en el que su empeño en eliminar la acción humana y dejar que los ecosistemas naturales se desarrollen a su antojo tuvo consecuencias nefastas para el ecosistema considerado. También se acusa a los ecologistas de los destrozos crecientes que producen los incendios, de lo que hemos tenido ejemplos más que suficientes este verano. Muchos de los incendios que han surgido, a menudo como consecuencia de la malicia o la insensatez humana, habrían causado menos destrozos si se limpiara el bosque y se diseñaran estructuras antincendios como los cortafuegos, como se venía haciendo desde hace siglos, pero los políticos europeos actuales parecen obnubilados por los ecologistas y ser tan ignorantes como ellos sobre ecología, y en muchos sitios han dejado de adoptar medidas protectoras, por lo que los incendios son cada vez más dañinos. 

El cambio climático, que seguramente es uno de los factores coadyuvantes, se convierte en la práctica en el chivo expiatorio que permite a los responsables eludir su responsabilidad. También se oye echar la culpa de los efectos nocivos de los incendios a la meteorología adversa (o la climatología adversa). Pero la meteorología (y la climatología, que es su sinónimo) es la ciencia que estudia los fenómenos atmosféricos. Como ciencia (o sea, conocimientos), no puede ser culpable. ¿Serán entonces culpables los científicos que la practican? Parece que decir que la culpa la tiene el viento excesivo o la sequedad del ambiente, o simplemente el tiempo desfavorable, es demasiado vulgar, y hay que decir las cosas de un modo que parezca más científico.

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Manuel Alfonseca

2 comentarios:

  1. La idea de la computadora humana ya está implícita en los escritos de Alan Turing de los años 40 (una idea que, por cierto, he comentado con Eduardo y Sara). Turing escribe en 1948, posiblemente reflexionando sobre su trabajo en el cuartel general de desciframiento de los código alemanes, en Bletchley Park: "Un hombre provisto de papel, lápiz y goma de borrar, y sujeto a disciplina estricta, es en efecto una máquina universal."

    Es bastante notable que la organización interna de los grupos de trabajo en Bletchley Park se ajustaba exactamente a esta descripción: los analistas se distribuían en “unidades de procesamiento” que conocían solo una pequeña parte del programa global de desciframiento, y esas unidades estaban conectadas por canales de comunicación perfectamente definidos; cada unidad realizaba su tarea con disciplina estricta, sin saber qué hacían las demás. De hecho, por motivos de seguridad, eran muy pocos los que sabían a ciencia cierta el alcance de lo que estaban haciendo en aquel apartado conjunto de oficinas (es más, el secreto no se desveló completamente hasta los años 70 del siglo XX). Bletchley Park era una inmensa computadora humana, programada y manejada por Turing a su antojo.

    Turing y la inteligencia de lo no computable
    https://demaquinaseintenciones.wordpress.com/2019/08/27/turing-y-la-inteligencia-de-lo-no-computable/

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    1. Cierto, pero Bletchey Park no llegaba al nivel (bajo nivel) de esta novela, donde cada persona funciona como una puerta NAND y con esas puertas se construyen circuitos lógicos que al final forman una computadora.

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