En este artículo voy a recurrir a mi propia historia editorial, a través de tres anécdotas. Como tengo unos 50 libros publicados por 37 editoriales diferentes, he ido acumulando bastantes de estas anécdotas. Sin embargo, es curioso que estas tres se refieran a editoriales con las que nunca he publicado nada.
Naturalmente, me fui sin dejar el libro y no he vuelto a intentar publicar con esa editorial.
Para explicarlo, indicaré que en el penúltimo capítulo del libro me declaro contrario al aborto provocado y ofrezco algunas razones científicas que se pueden encontrar en otro artículo de este blog. Al parecer, la dirección de la editorial no se enteró de esto hasta el último momento. La tardanza, desde luego, no fue culpa mía, porque el texto completo del libro estaba en sus manos desde varios meses antes. Al consultar el contrato descubrí que esta posibilidad estaba prevista, porque una de las cláusulas especificaba que la editorial se reserva el derecho de no publicar el libro si no está de acuerdo con las ideas del autor. Su decisión, por lo tanto, era legal y yo no podía hacer otra cosa que aceptarla.
Pero la conversación no terminó ahí, porque el director de la editorial continuó hablando:
- En
mi opinión, la dirección de una editorial tiene
derecho a negarse a publicar un libro que no está de acuerdo con su
ideología. Del mismo modo, una editorial católica –por ejemplo– normalmente se
negará a publicar un libro que ataque al cristianismo. Sin embargo,
declarar que no quieren publicar nada mío, ni ahora ni en el futuro, es
algo muy diferente, porque no saben si esos libros contendrán o no algo
contrario a su ideología. Esta decisión huele a lista negra.
La cosa está clara: incluso algunas editoriales católicas han caído bajo el control
de la ideología dominante. El malo de una novela no puede ser jamás mujer, negro, judío ni homosexual. Bueno, sobre lo de judío no estoy tan seguro, porque la ideología dominante es
pro-árabe y anti-israelí. En
otro artículo expliqué que, para colmo, la acusación es inmerecida. Para
saber si mis novelas son sexistas, no basta con leer una; hay que realizar un
análisis de todos mis libros y contar cuántos de mis malos son
hombres y cuántos son mujeres. Cuando hice el cálculo descubrí que el 93% de
mis malos son hombres, sólo el 7% son mujeres. Se me podría acusar de sexismo,
pero contra los hombres. En cualquier caso, rechazar un libro sólo por este motivo es una clara
muestra de censura.
Muchas gracias por este artículo, amable (sin pizca de rencor) pero esclarecedor! En el mundo editorial, como en casi todos, estamos necesitados de practicar más lo justo que lo políticamente correcto, mucho más la sinceridad que la hipocresía.
ResponderEliminarMuchas gracias por las "anecdotas". Son esclarecedoras
ResponderEliminarMe permito añadir una variante. Que una vez publicado el libro no lo repongan o no lo reediten por razones semejante a las aducidas aquí.
Quizás el papel de inquisidor sea una de las posibles facetas de nuestra personalidad, como puede ser el de don juan o el de quijote
En mi caso concreto no he visto este tipo de motivo, mis libros no re-editados lo han sido usualmente porque las ventas habían descendido o porque la editorial estaba pasando por una crisis económica.
EliminarEs que algunos han pasado de "mear agua bendita" a "mear fuera de tiesto".
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