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Corrida de toros en Benavente en honor de Felipe el Hermoso. Cuadro atribuido al pintor flamenco Jacob van Laethem |
En este blog he
escrito dos artículos (este
y este)
en los que ataco el animalismo en su forma exacerbada, que de vez en cuando se
abre paso en los medios de comunicación. Estos dos artículos han dado pie a
numerosos comentarios, pues algunos de mis lectores se identifican más con la
postura animalista que con la mía. En este artículo trato de explicar algunas
de las razones que tengo para pensar como pienso.
En primer lugar,
como saben mis lectores (pues es el tema del artículo
más leído de este blog, unas 35.000 visitas), no creo que el hombre sea un
animal más, como sí piensan algunos (no todos) los animalistas, que utilizan
este argumento para negar que el hombre tenga más derechos que los animales, si
es que tiene alguno, o para afirmar que los animales deben tener los mismos
derechos que nosotros.
Yo pienso que el hombre, por el hecho de serlo, tiene unos derechos intrínsecos que nadie debe negarle,
como el derecho a la vida, y otros que aparecen en la Declaración Universal de
Derechos Humanos de la ONU de 1948. Estos derechos no los tiene porque esta o
ninguna otra declaración se los conceda, sino (como he dicho) por el hecho de
ser hombre. En cambio, pienso que los animales no
tienen derechos intrínsecos, sino que sólo tienen aquellos
derechos que el hombre quiera concederles.
Dicho esto,
añadiré que me parece mal causar daño a cualquier ser vivo sin causa
justificada. Por esa razón, procuro evitar pisar a las hormigas que
corren delante de mis pies, aunque no me siento obsesionado por ello, como los
monjes jainistas (seguidores de Mahavira) que cuando se desplazan van barriendo
el suelo para apartar posibles animalillos que pasen por allí. Por la misma
razón, no me gustan las corridas de toros y otros espectáculos cuyo objetivo es
causar daño a un animal.
La cuestión
fundamental, en la que suelo diferir de los animalistas más estrictos, es qué
se entiende por causa justificada. Veamos un par de casos:
La
alimentación carnívora. Contra el hecho incontrovertible de que todos los
Primates somos omnívoros (o sea, comemos carne y vegetales), un animalista
estricto sostiene que todos debemos hacernos vegetarianos y abstenernos de la carne,
porque supone la muerte de animales. Los argumentos para afirmar esto son muy
variados. En las religiones de la India y en algunos filósofos griegos, como
Pitágoras, la razón fundamental es la creencia en la reencarnación: las almas
de los animales serían, en realidad, almas de seres humanos reencarnados, que
compartirían nuestros derechos. Para quienes no creemos en la reencarnación,
este argumento, evidentemente, no tiene peso.
John Maxwell Coetzee |
Algunos de los
argumentos que utilizan los animalistas son más sentimentales que racionales.
Veamos uno de los que utiliza Elizabeth Costello, el personaje de la obra de
Coetzee (Las vidas de los animales)
a la que hice referencia en el artículo anterior sobre este tema:
¿Es posible, me pregunto, que todas
estas personas con las que trato estén participando en un crimen de
proporciones pasmosas? ¿Es acaso todo esto un mero producto de mi fantasía?
¡Debo de haberme vuelto loca! A pesar de todo, a diario veo las pruebas. Las
personas mismas de las que sospecho terminan por mostrarme las pruebas, por
exhibirlas, por ofrecérmelas. Cadáveres. Pedazos de cadáveres que han comprado
con su dinero.
Es como si fuese a visitar a unos
amigos y fuera a hacer un comentario de cortesía sobre la lámpara que tienen en
el cuarto de estar y ellos me contestaran: “Sí, ¿a que es bonita? Está hecha
con piel de judío polaco, y hemos tenido la suerte de encontrar incluso la
mejor, la piel de las jóvenes vírgenes judías de Polonia”. Y luego voy al
cuarto de baño y el envoltorio del jabón lleva una etiqueta que dice: “Made in
Treblinka. - Estearina humana 100%”. ¿Será que estoy soñando, me digo?
O sea, acusa a los
que no somos animalistas de comportarnos como los nazis con los judíos. La
respuesta de otro personaje (el poeta Abraham Stern) es esta:
Se ha apropiado usted, para su uso
personal, de la ya conocida equiparación entre el asesinato en masa de los
judíos en Europa y la matanza del ganado. Los judíos murieron como ganado, por
tanto el ganado muere como los judíos, dice usted. Eso es una trampa verbal que
no estoy dispuesto a aceptar. Usted malinterpreta la naturaleza de las
semejanzas... Si a los judíos se les trató como al ganado, no se sigue de ello
que el ganado sea tratado como los judíos. La reversión en que usted incurre es
un insulto para la memoria de los muertos. Además, comercia usted con los
horrores de los campos de concentración y exterminio de manera tosca y
despreciable.
Y esta es la
respuesta del decano Arendt, en un debate con Elizabeth:
Estoy dispuesto a asumir que [tras] los
tabúes dietéticos... subyacen genuinas preocupaciones de índole moral. Al mismo
tiempo, es preciso decir que la totalidad de nuestra superestructura de
inquietudes y creencias es un libro cerrado para los propios animales. Es
imposible explicarle a un novillo que su vida va a ser indultada, así como
tampoco se puede explicar a un escarabajo que no lo vamos a pisotear. En las
vidas de los animales, las cosas, sean buenas o malas, suceden sin más. Por
eso, si uno se para a pensarlo, el vegetarianismo es una transacción muy
extraña, cuyos beneficiarios no son conscientes de los beneficios que obtienen.
Y no existe ninguna esperanza de que lleguen a serlo, porque viven en un vacío
de la consciencia.
Otro argumento muy
utilizado es el de los abusos contra los animales. No comamos
–nos dicen– productos de origen animal (leche, huevos, etc.), porque en las
granjas modernas se trata a los animales de manera abusiva. Es el típico
argumento de que, para evitar el abuso,
prohibamos el uso, un procedimiento que demostró su ineficacia en
la prohibición de las bebidas alcohólicas en los Estados Unidos entre 1920 y
1933. Incluso los opiáceos, que son extremadamente peligrosos para la sociedad,
tienen usos médicos que no están prohibidos. Para evitar los abusos hay que
corregirlos, no prohibir los usos.
Podría seguir
escribiendo mucho sobre este tema. Podría hablar de los experimentos con
animales en la investigación médica, campo en el que se han impuesto muchos
controles para evitar los abusos. Pero lo dejo para otra ocasión.
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Manuel Alfonseca
Hola,
ResponderEliminarEstoy de acuerdo. Yo también considero que el ser humano no es un animal más. Quizá con esto sea más que suficiente para no ser animalista, aunque, claro está, cómo demostrar que no soy un animal más, basta con la complejidad: sociedades, culturas, consciencia, tecnología, etcétera, o eso solo es una particularidad de una especie como la humana? Insisto, yo considero que el hombre no es un animal más, otros pueden considerar lo contrario, así que cada cual allá con "su decisión". Lo que queda es respetar esa decisión que en "libertad" tome cada cual.
Por cierto el objetivo de una corrida de toros no es "causar daño a un animal". Es evidente que se le causa daño al animal, incluso la muerte la mayoría de las veces, pero en ningún caso es ese el objetivo.
Gracias.
En vez de "cuyo objetivo es causar daño a un animal" debería decir "cuya realización supone causar daño a un animal". No lo cambio en el artículo para no dejar sin sentido el comentario.
EliminarPerfecto Manuel, gracias por recoger la sugerencia. Así da gusto.
ResponderEliminarEs curioso, en la versión inglesa del artículo no se produce este equívoco.
EliminarJeje, en inglés está perfectamente: For the same reason, I do not like bullfights and other public shows that cause harm to an animal. Al final acabaremos hablando de semántica, gramática, lenguas y hermenéutica!!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que los animales no pueden tener derechos, y la razón es muy simple: no saben lo que es eso, por lo que no pueden ejercerlos ni reivindicarlos. Creo que el tema se plantea de forma incorrecta, ya que lo que si se puede reivindicar es, por ejemplo, el derecho a vivir en una sociedad libre de crueldad con los animales, que sería un derecho nuestro, no de los animales.
ResponderEliminarPero, por la misma razón, no considero que se pueda hablar de derechos intrínsecos del ser humano, a menos que separemos el derecho natural del derecho legal. El problema es que el derecho natural corre por cuenta de la persona que considera que lo posee, mientras que el derecho legal corre por cuenta de la sociedad a la que pertenece el individuo. Nosotros podemos ejercer derechos legales para impedir dañar a los animales, pero no existe un ser superior que pueda hacer lo mismo con respecto a nosotros. Por lo tanto, a menos que la sociedad a la que pertenece considere que tengas un derecho, nuestros derechos son todos adquiridos. Nadie tiene la fuerza suficiente para ejercer un derecho natural sin que nadie se lo pueda impedir, incluso de forma legítima, si así viola el derecho legal de alguien o de algún estado.
Veo que partimos de axiomas opuestos. Yo sí creo que existe un ser superior que establece derechos naturales con respecto a nosotros. También creo que la ley civil debe supeditarse a la ley natural.
EliminarEn cualquier caso, exista o no exista ese ser, no basta con que establezca los derechos, los debe hacer efectivos, y eso no parece que esté sucediendo.
EliminarLa ley civil no se puede supeditar a la ley natural, a menos que estemos hablando de las leyes de la Naturaleza, a las que no hace falta que nos supeditemos porque no podemos incumplirlas. Lo que yo entiendo por ley natural (aunque supongo que tú no) es la ley que te dicta tu propia conciencia, y eso es arbitrario y subjetivo; la ley civil, por el contrario, debe ser objetiva, en la medida de lo posible.
Para ver que la ley natural no es arbitraria y subjetiva, como dices, basta comparar lo que dicen las normas morales de numerosas civilizaciones y culturas a lo largo de la historia. Todas coinciden en lo esencial (sólo la moral sexual es muy variable). Te recomiendo que leas el apéndice al libro "The abolition of man" de C.S.Lewis, que realiza una comparación muy completa.
EliminarEn nuestra época, la ley natural está especificada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, esos derechos que ahora se incumplen abiertamente en las legislaciones de muchos países supuestamente "avanzados".
Para que un derecho, o una ley, esté realmente vigente, o no se puede incumplir, como la ley de la gravedad, o, si se incumple, existe un ente superior (no necesariamente sobrehumano) que devuelve las cosas al estado que llamamos de justicia (es decir, de cumplimiento de la ley / derecho). En caso de que esto no suceda, la ley o el derecho es como un cheque sin fondos, papel mojado, y tú dices, con toda la razón, que los derechos inalienables no son un mero formalismo.
EliminarTenemos un punto de desacuerdo insalvable, creo yo, porque consideramos de forma diferente el concepto de autoridad, y creo que este punto es algo que entra en el terreno de los axiomas, del dogma, así que creo que solo cabe el intercambio civilizado de impresiones desde marcos diferentes, lo cual, hoy en día, creo que es bastante más que mucho.
Dices: "Tenemos un punto de desacuerdo insalvable... y creo que este punto es algo que entra en el terreno de los axiomas"
EliminarEso es justo lo que yo dije hace dos comentarios: "Veo que partimos de axiomas opuestos". Me alegro de que estemos de acuerdo en esto.
Cierto, siempre es posible estar de acuerdo al menos en que se está en desacuerdo. Por cierto, gracias por la sugerencia de lectura, me la apunto.
EliminarSolo un 4 % de la alimentación primate se basa en la carne (primates superiores) y este 4% suele componerse mayoritariamente por insectos.
ResponderEliminarLos humanos solo podemos asimilar 24g de proteína por digestion. Por lo que el consumo de carne, en la manera occidental es, nutricionalmente, muy poco óptimo.
El 80% de la superficie cultivable del planeta se destina a cultivo de pienso animal. Y estos cultivos son los causantes, en su práctica totalidad, de la deforestación de los grandes pulmones verdes del planeta (sobre todo los cultivos de soja y maíz para ganado)
En los últimos 10 años la población humana ha aumentado un 20% y un 8% de las especies animales conocidas han desaparecido.
La industrialización del sector cárnico conlleva de manera intrínseca unas condiciones de vida indudablemente horribles. Dado que los animales dejan de ser seres sintientes no conscientes a meros productos de consumo.
No creo que con este panorama, seguir siendo carroñero (que no carnívoro) sigua siendo una opción.