The same post in English
En artículos
anteriores de este blog he mencionado diversos procedimientos que suelen emplear
los autores de novelas de ciencia-ficción para hacer que los viajes
interestelares sean casi tan sencillos y breves como los viajes actuales en
avión a distintos puntos de la Tierra. Uno de esos procedimientos consiste en
desintegrar la nave y reintegrarla en el universo de los taquiones, que son partículas hipotéticas,
compatibles con la teoría de la relatividad, que siempre viajarían a
velocidades mayores que la de la luz. Así sería posible (en principio) viajar muy
deprisa al punto que nos interesara, reintegrar la nave en el mundo de los tardiones (o sea, en el nuestro), y ¡presto! hemos
viajado a velocidad mayor que la de la luz.
Lo que pasa es que los autores de esas novelas (entre los que me incluyo) no solemos entrar en detalles sobre cómo sería el mundo de los taquiones. Simplemente damos por supuestas tres condiciones necesarias para que los viajes interestelares sean posibles:
- Que el mundo de los taquiones exista (cosa muy dudosa).
- Que sabremos desintegrarnos y reintegrarnos de un mundo al otro
tantas veces como queramos (lo cual es aun más dudoso).
- Y que el piloto de la nave interestelar sabrá orientarse en el
mundo de los taquiones y alcanzar sin problemas el punto al que
quiere llegar.
Pues bien: el punto 3, que a
primera vista parecería el más fácil de resolver, resulta ser imposible. Veamos
por qué:
En primer lugar, hay que constatar
que el mundo de los taquiones es compatible con la teoría especial de la
relatividad, pero en condiciones especiales, que lo hacen muy raro.
Sabemos que cuando un móvil viaja
a una velocidad relativista (por encima del 10% de la velocidad de la luz, o
sea, entre 30.000 y 300.000 km/segundo) se producen fenómenos curiosos:
- Su longitud, vista desde fuera, se acorta, porque se multiplica por este número, que cuando v<c (cuando la velocidad del móvil es menor que la de la luz) es siempre menor que 1:
- El tiempo que transcurre durante el viaje, medido desde fuera del móvil, se alarga, porque se divide
por ese mismo número.
- La masa del móvil, vista desde
fuera, se incrementa, porque se divide por el mismo número.
Cuando la velocidad del móvil se
aproxima a la velocidad de la luz, su longitud, medida desde fuera, tiende a
cero; el tiempo transcurrido tiende a infinito; y la masa tiende también a
infinito. Por eso se dice que, para un objeto con masa en reposo no nula, la
velocidad de la luz es inalcanzable.
¿Qué pasa en el mundo de los taquiones?
Pues que, si suponemos que se aplican las mismas leyes relativistas que en el
nuestro, como v>c, habría que extraer la raíz cuadrada de un número negativo,
lo que daría un resultado imaginario. O sea, la longitud pasaría a
ser imaginaria; el tiempo también; y la masa del móvil también.
Bueno, ¿y qué?, podríamos decir. Viajaremos
por un mundo cuyas dimensiones son imaginarias. Eso es todo. Ya aprenderemos a
hacerlo. Pero la cosa no es tan sencilla, porque debemos tener en cuenta el invariante de Minkowski, cuyo valor es
siempre el mismo, cualquiera que sea la velocidad a la que se desplaza un
objeto:
x2 + y2
+ z2 – c2.t2
Obsérvese que, en dicho invariante,
las coordenadas espaciales (x, y, z) aparecen en términos positivos, mientras
que el tiempo aparece en un término negativo. Pues bien: si las coordenadas
espaciales y temporales fuesen imaginarias (como lo serían en el mundo de los
taquiones) el invariante, que debería conservar siempre el mismo valor (por eso
es invariante), tomaría esta forma:
(ix)2 + (iy)2
+ (iz)2 – c2.(it)2 = - x2 - y2
- z2 + c2.t2
O sea, que los términos en x, y, z
tendrían signo negativo (o sea, serían dimensiones temporales), mientras el
término en t pasaría a ser positivo (es decir, sería una dimensión espacial). Dicho
de otro modo: el mundo de los taquiones no tendría una dimensión temporal y
tres dimensiones espaciales (como el nuestro), sino una dimensión espacial y
tres dimensiones temporales. ¿Es posible orientarse en un mundo así?
Pues parece ser que no. En un artículo publicado en 1997, titulado
On the dimensionality of spacetime,
Max Tegmark, de quien hemos hablado aquí en relación con una de las teorías de
los multiversos, demuestra matemáticamente que [en
el mundo de los] taquiones, con masa en reposo imaginaria… un observador sería
incapaz de hacer predicciones. O sea, que no podría orientarse.
En artículos anteriores de este
blog he mencionado mi novela de ciencia-ficción La
Historia de la Colonia Tierra-9, que escribí en 2008 y trata sobre viajes
interestelares, colonización de otros planetas y encuentros con inteligencias
extraterrestres. El argumento tiene un doble sentido que al lector le resulta fácil
descubrir.
Catorce años después, acabo de
escribir la segunda parte de este libro, porque un lector de la primera parte
me pidió una continuación. En cuanto empecé a hacerlo, comprendí que, en
efecto, el primer libro exigía una segunda parte. Su título es semejante al de
la primera: Retorno
a la Colonia Tierra-9, y empieza donde terminó el libro anterior. De nuevo
este libro tiene un doble sentido, que como en el primer caso no es difícil de descubrir.
Pues bien: en ambas novelas, los viajes interestelares se realizan pasando al mundo de los taquiones, en el que según Tegmark sería imposible orientarse. Por lo tanto, no se podría viajar así. Es una lástima: mis novelas probablemente jamás llegarán a hacerse realidad. Pero esa constatación no elimina lo que yo me he divertido escribiéndolas, ni lo que puedan divertirse mis lectores al leerlas.
AVISO: Este artículo sirve de base teórica para los dos próximos artículos, en los que contaré mi enfrentamiento con ChatGPT.
Hilo Temático sobre Exploración Espacial: Anterior Siguiente
Manuel Alfonseca
Escribir ciencia-ficción siempre es divertido, además podemos trasmitir las ideas más profundas en unas situaciones verosímiles.
ResponderEliminarExcelente post, gracias por compartir esta información. Te invito a visitar Infogripho.com
ResponderEliminarBuen artículo. Atreviéndose a divulgar detalles técnicos, muy didácticamente, como siempre.
ResponderEliminarProbablemente me compre el libro de La Historia de la Colonia Tierra-9, que no conocía. Me intriga el tema de Adán y Eva en una novela de ciencia ficción; y además es corto, como a mí me suelen gustar.
Ay, comentar una cosa más solo. No me está dejando hacer comentarios a través de Google Chrome, ni en el ordenador ni en el móvil. Los he tenido que hacer en Microsoft Edge (ha resultado ser ese el problema). Con nombre, en la opción Nombre/URL, que es la que uso. Por si le pudiera pasar a alguien más.
ResponderEliminarUn saludo.
Quizá se arregle quitando todas las "cookies".
EliminarEl 30 de diciembre pasado se publicó este artículo sobre este tema:
ResponderEliminarRelativity of superluminal observers in 1 + 3 spacetime
Mi opinión personal es que se trata de otro ejercicio de ciencia-ficción. Obsérvese que no citan el artículo de Tegmark, que demostró hace 25 años que sería imposible orientarse en el mundo de los taquiones. La única conclusión práctica del artículo parece ser que los autores piensan que el mundo de los taquiones podría existir. O sea, ciencia-ficción.
Este es un comentario de Luis de Pedro que, por error, no ha llegado a salir:
ResponderEliminarMuy interesante, como siempre. El tema de los taquiones lleva tiempo estudiándose y hay varias teorías que intentan extender la Relatividad a partículas que se mueven a mayor velocidad que la luz. Aparte de la que menciona Manuel, hay desarrollos que plantean que para los taquiones hay una dirección real, y otras dos, más el tiempo, imaginarias, dependiendo del sistema de referencia (buena pregunta: ¿esto qué significa?). Además, deducen que es imposible que un taquión frene y se transforme en un tardión o viceversa, aunque pueden seguir interaccionando entre sí (https://www.publish.csiro.au/ph/pdf/PH920591). Si es cierta esta teoría, me temo que no habría manera de "visitar" el mundo de los taquiones, Así que, de momento, habría que buscar otras soluciones como los agujeros de gusano o el motor de Alcubierre para viajar a mayor velocidad que la luz.
Luis