El psicólogo canadiense Barry Beyerstein publicó un artículo con el mismo título que este y con un subtítulo adicional, que indica que se opone a las teorías que defienden la percepción extrasensorial (ESP), telequinesia (TK) y otros fenómenos supuestamente paranormales. Sin embargo, aprovecha para arremeter contra la existencia del alma humana y de Dios (aunque no le nombra), y para lanzar una confesión de fe en la identidad de la mente y del cerebro (Psychoneural Identity, PNI); o sea, en la teoría monista, aunque no deja claro si prefiere el monismo reduccionista o el emergentista. En apoyo de esta teoría, aduce los siguientes argumentos:
- Filogenéticos: existe
una relación filogenética entre la complejidad del cerebro y los atributos
cognitivos. A lo largo del tiempo, ambos crecieron paralelamente.
- Del desarrollo: Al
madurar el cerebro, su capacidad va aumentando.
- Clínicos: Un daño en el cerebro
provoca pérdidas de la función cerebral.
- Experimental: Es
posible estimular partes del cerebro y replicar fenómenos mentales.
- Experiencial: Algunas
sustancias (nicotina, alcohol, cafeína, LSD, cocaína y marihuana) afectan
el funcionamiento cerebral y provocan efectos mentales.
Beyerstein cita a Donald Hebb, a
quien considera el creador de la teoría PNI, que escribió esto en 1949 en apoyo
de su teoría:
No es lógico que seamos
deterministas en la física y la biología, y seamos místicos en psicología.
Como de costumbre, los partidarios
del monismo (especialmente el reduccionista) parece que han
estudiado en manuales del siglo XIX. ¿No se han enterado de que en el siglo XX
la física abandonó el determinismo tras el descubrimiento de la mecánica cuántica?
La referencia a la biología es aún más sangrante: la explicación de la teoría
de la evolución, basada en una mezcla de azar y necesidad, es cualquier cosa
menos determinista. Además, el uso de la palabra místico en plan
derogatorio, para referirse a quienes no acepten su teoría, es un caso claro de
la falacia del recurso a las emociones.
Veamos un ejemplo tecnológico, en
el que tenemos todos los datos, y comparémoslo con el problema mente-cerebro. Consideremos
un televisor.
- Es evidente que existe una relación
filogenética entre la complejidad de los circuitos y la
capacidad del aparato. Los televisores antiguos sólo eran capaces de
presentar imágenes en blanco y negro; luego aparecieron los de color; más
tarde los que podían reproducir vídeos; después se sustituyó el tubo de
rayos catódicos por una pantalla de plasma o LED; se introdujo el
teletexto; aumentó el número de canales que se podía captar, ampliando el
margen de frecuencias que el aparato es capaz de entender y añadiendo la
transmisión digital a la analógica; se introdujo la alta resolución; la
posibilidad de conectarse a Internet; y así sucesivamente.
- Antes de que un televisor funcione perfectamente, es preciso ajustar sus componentes para que cada una
funcione de forma óptima y para que ensamblen correctamente unas con
otras. El proceso de ajuste, a veces muy fino, es absolutamente necesario para
que el televisor funcione perfectamente. Este proceso es paralelo a la maduración del cerebro durante el
desarrollo del individuo.
- Si se produce un daño en los circuitos
del televisor, ese daño afecta negativamente a alguna de sus capacidades: puede
dejar de funcionar del todo, o perder una o varias de sus funciones.
- Es posible estimular directamente
algunas partes del televisor y replicar algunas de sus funciones. Por
ejemplo, si introducimos directamente la información contenida en un
pendrive en cierto punto del televisor, podemos ver en la pantalla una
película que esté grabada en el pendrive.
- No soy consciente de que nadie haya introducido sustancias químicas en un televisor para
ver qué pasa, pero no me extrañaría que, si se hiciera, algunas de sus
funciones fueran afectadas, y que sucedieran cosas raras en la pantalla.
Creo que el paralelo es lo suficientemente
fiel como para que podamos afirmar, siguiendo la teoría monista, que todo lo
que aparece en la pantalla se genera dentro del aparato; que no es preciso
recurrir a ningún fenómeno externo o independiente para explicar su
comportamiento; que las emisoras de televisión no existen.
¿Por qué no lo creemos? Porque
tenemos información adicional, sabemos que las emisoras de televisión
existen, podemos visitarlas. Pero entonces tampoco se puede aducir, como hace Beyerstein,
que las cinco propiedades mencionadas demuestran o dan indicios en favor de la
teoría monista PNI. Porque hay al menos un caso paralelo en el que sabemos
fehacientemente que esa deducción es falsa.
Uno de los trucos que usan algunos
ateos para desacreditar la existencia de Dios y la religión consiste en mezclar
en sus disquisiciones cuestiones que no tienen relación entre sí. Beyerstein también
lo hace. En su artículo mezcla la percepción extrasensorial y otros fenómenos
paranormales dudosos con la aparición de Cristo a San Pablo, las voces de Juana
de Arco, o lo que dijeron Platón, Newton y Mozart sobre haber recibido
inspiración para componer sus obras. Así, si se consigue desacreditar lo
paranormal, se tiene la esperanza de que las otras cuestiones queden también
desacreditadas. Y es posible que ese ardid surta efecto, porque algunos de los lectores
del artículo quizá no tengan criterio suficiente para distinguir lo que debe
ser distinguido.
Esa analogía de la TV es muy interesante. Me recuerda la visión que propone CS Lewis en su libro "los milagros" acerca de la relación entre la razón y el cerebro.
ResponderEliminarAunque es un poco "off topic", al leer lo de "azar y necesidad" no he podido evitar pensar en que la ciencia, al carecer de una categoría intermedia entre azar y necesidad, no puede dar cuenta del libre albedrío. Esta cita de Pinker es muy clara:
La ciencia con seguridad va a devorar el libre albedrío, con independencia de lo que descubra, porque el modo científico de explicación no puede acomodar la misteriosa noción de una causación incausada que subyace a la voluntad. Si los científicos quisieran demostrar que las personas tienen voluntad, ¿qué buscarían? ¿Algún suceso neural aleatorio que el resto del cerebro amplifica como una señal que lleva a desencadenar el comportamiento? Pero un suceso aleatorio como el supuesto no se ajusta al concepto de libre voluntad más de lo que se ajustaría uno que fuera perfectamente acotable por leyes, y no podría servir para cumplir las funciones que debería satisfacer el tan largamente buscado locus de la responsabilidad moral. No declararíamos a alguien culpable si su dedo apretara el gatillo porque estaba unido mecánicamente a la rueda de una ruleta que había empezado a girar, ¿por qué debería ser distinto en el caso de que la ruleta se hallara en el interior del cráneo? El mismo problema se plantea en otra impredecible causa que ha sido sugerida como fuente originaria de la libre voluntad, la teoría del caos, en la cual, según su versión más estereotipada, un mero revoloteo en el cerebro puede causar un huracán en el comportamiento. Pero, aunque alguna vez se diera este caso, sería aún una causa de comportamiento y no se ajustaría al concepto de una libre voluntad incausada, que subyace a la noción de responsabilidad moral.
Por cierto, esa cita la he leído en este blog, muy recomendable (aunque ya no escriba nunca, ay):
https://pseudopodo.wordpress.com/2014/02/25/neurociencia-iii-libre-albedrio/
Gracias por la referencia. Estoy de acuerdo con lo que dice ese artículo.
EliminarLa teoría del caos no tiene nada que ver con el libre albedrío, porque el caos puede ser determinista, aunque sea impredecible. La voluntad humana no es que sea impredecible, es que es libre, lo que es muy diferente.
En la ciencia actual hay dos conceptos que no se sabe cómo abordar: el tiempo y la libertad humana. En ambos casos, lo que hace falta es una ciencia, no negar la evidencia.
Efectivamente, la ciencia carece de una categoría intermedia entre azar y necesidad, que también se pueden llamar indeterminación y hetero-determinación. Esa categoría se puede denominar autodeterminación, y como bien dice Pinker su estudio cae fuera del ámbito de la ciencia experimental. Pero solo podrá devorarlo si concedemos a la ciencia experimental el monopolio del saber, cosa que en realidad no le corresponde.
Eliminar¡Yo también leía a Pseodópodo!
Podria hacer un articulo sobre el libre albedrío en un futuro?
ResponderEliminarSaludos!! (Aviso por si acaso, este comentario lo resubi por que no me aparece aqui, digo por si te encuentras con el comentario original, no se muy bien como funciona blogspot
Ya escribí alguno:
EliminarLa física y el libre albedrío
Neuronas y libre albedrío