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Francis Bacon |
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La utopía La nueva Atlántida, de Francis Bacon, contemporáneo de Galileo y pionero de la moderna filosofía de la ciencia, describe una sociedad perfecta que surge automáticamente de la práctica de la ciencia, a la que los habitantes de la isla de Bensalem han convertido en la base de su sociedad y de su gobierno. Como muchos de sus seguidores enciclopedistas, que un siglo después crearon el mito del progreso indefinido (véase mi artículo El mito del progreso en la evolución de la ciencia), Bacon creía que la ciencia del futuro llegará a salvar al hombre, que algún día conseguirá resolver todos los problemas humanos, abriendo paso al paraíso en la Tierra.
La utopía La nueva Atlántida, de Francis Bacon, contemporáneo de Galileo y pionero de la moderna filosofía de la ciencia, describe una sociedad perfecta que surge automáticamente de la práctica de la ciencia, a la que los habitantes de la isla de Bensalem han convertido en la base de su sociedad y de su gobierno. Como muchos de sus seguidores enciclopedistas, que un siglo después crearon el mito del progreso indefinido (véase mi artículo El mito del progreso en la evolución de la ciencia), Bacon creía que la ciencia del futuro llegará a salvar al hombre, que algún día conseguirá resolver todos los problemas humanos, abriendo paso al paraíso en la Tierra.
Este error es muy frecuente. A menudo se
confunden las herramientas con el bien que se puede hacer con ellas, olvidando
que las mismas herramientas también pueden emplearse mal. Veamos algunos
ejemplos, entre otros miles que podrían aducirse:
·
Un martillo se puede utilizar para
colocar una obra de arte donde todo el mundo pueda verla, pero también puede
servir para destruirla, como intentó hacer un loco con la Piedad de Miguel
Ángel.
·
Un escalpelo puede salvar una
vida, ayudando a un cirujano a extirpar un tumor maligno, pero también puede
servirle a un asesino para matar a su víctima.
·
Una bomba atómica podría desviar
un asteroide que amenaza provocar una catástrofe al estrellarse contra la
Tierra, pero también puede obliterar una ciudad, matando a cientos de miles de
personas.
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Isaac Asimov |
·
En un artículo publicado en 1970
(The sin of the scientist, incluido en la colección The stars in their courses) Isaac Asimov se pregunta si
la ciencia puede utilizarse para hacer el mal. Su respuesta es inequívoca: ¡Sí!. Y señala, como el peor pecado de
los científicos en toda la historia, la invención de los gases venenosos durante
la primera guerra mundial (hoy se llaman armas químicas).
La ciencia es una herramienta y las herramientas
no son ni buenas, ni malas. Lo que es bueno o malo es el uso que se haga de
ellas. La ciencia puede contribuir, y lo ha hecho, a la mejora del mundo y de
la humanidad, pero no puede salvar al hombre de su propia maldad, porque
también le proporciona mayores medios para ejercerla.
¿Hay, por tanto, algo por encima de la
ciencia? ¡Por supuesto! La ciencia estudia los fenómenos y formula teorías para
explicarlos. Funciona exclusivamente en el modo indicativo: esto es así (descripción); esto lo causa aquello (explicación). Desde
que Aristóteles formalizó la lógica, se sabe que no se puede deducir, de dos
premisas en indicativo, una premisa en imperativo. La ciencia no puede llevar a
una conclusión del tipo: debes hacer esto
y no lo otro.
Como cualquier otra herramienta, la ciencia
debe estar bajo el control de la ética. No vale decir: puede hacerse, luego debe hacerse. Gracias a la ciencia, hoy
podemos destruirnos a nosotros mismos. ¿Debemos hacerlo?
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Manuel Alfonseca