Matriz de telescopios Allen en el proyecto SETI |
En su formulación inicial, el principio antrópico débil dice que, aunque la aparición de vida inteligente en un planeta pueda ser muy improbable, la Tierra tiene que cumplir todas las condiciones, puesto que nosotros existimos. Sabemos que la Vía Láctea contiene unas 1011 estrellas. Al menos una (el Sol) tiene un planeta poblado por vida inteligente. Parece que la probabilidad de que esto ocurra debería ser igual o mayor que 10-11. Nótese que el principio antrópico débil no dice cuál pueda ser el valor de esa probabilidad.
Frank Drake |
Uno de los
primeros cálculos de la probabilidad de aparición de seres inteligentes en una galaxia
fue realizado en 1961 por Frank Drake, que con su famosa
fórmula estimó que en nuestra galaxia debería haber unas 10 civilizaciones con
las que sea posible comunicarnos. Pero la incertidumbre de los parámetros de la
fórmula es tan grande, que otra estimación posterior calculó que ese número debe
estar comprendido entre 0 y 182 millones.
Los astrónomos,
los geólogos, y los biólogos han estudiado las propiedades que debería tener un
planeta para que sea posible la aparición de la vida.
- El planeta debería distar de su estrella una distancia en que la temperatura en su superficie no sea demasiado caliente ni demasiado fría. La zona compatible con la vida es muy estrecha y se
llama zona Ricitos
de Oro (Goldilocks,
en inglés), por el cuento de los tres osos. Marte,
por ejemplo, gira alrededor del Sol en una zona demasiado fría; Venus, en una demasiado caliente. La
composición de la atmósfera influye también en la temperatura, como pasa
con Venus y con la Tierra.
- Se cree que la vida sólo puede
aparecer si el agua es líquida, lo que limita el margen de
temperaturas entre 0ºC y 100ºC, aunque un margen más
práctico estaría comprendido entre -3ºC y 45ºC. Sin embargo, después de aparecer
la vida algunos organismos pueden adaptarse a regiones con temperaturas
más altas o más bajas: en la Tierra hay seres vivos entre 70ºC bajo cero y
112ºC (véase este artículo).
- La órbita del
planeta debe ser casi circular,
pues si fuese muy elíptica se saldría de la zona Ricitos de Oro durante
una parte del año.
- El planeta no
debe ser demasiado grande ni demasiado pequeño. Un protoplaneta con una masa diez veces mayor que
la de la Tierra se convertiría, por gravedad, en un gigante gaseoso. Y si fuese
demasiado pequeño, casi no tendría atmósfera.
- El planeta
debe tener cantidades apreciables de agua líquida en su superficie. Las propiedades asombrosas del agua la hacen muy
adecuada para servir de base a la vida, como expliqué en mi libro La vida en otros mundos. Es muy improbable que la
vida pueda surgir en metano o amoniaco líquidos, como se ha dicho a veces.
- El planeta debe estar
rodeado por una atmósfera
de densidad no muy distinta de la nuestra. Una atmósfera demasiado densa dará lugar a un
efecto invernadero desbocado, como en Venus. Una atmósfera poco densa, como
la de Marte, no protegerá a la vida contra las radiaciones que pueden
destruirla. En cambio, no es importante que haya oxígeno: en la Tierra, es
consecuencia de la vida, no una condición para que aparezca.
- El planeta tendrá un fuerte campo magnético (un núcleo de hierro) para que desvíe radiaciones
y no lleguen a la superficie, donde serían perniciosas para la vida.
Parece conveniente que el eje de rotación del planeta tenga cierta inclinación respecto a la perpendicular a su órbita, para que haya estaciones. Si no, grandes zonas del planeta podrían ser inasequibles para la vida, porque un verano o un invierno perpetuo las harían salir del margen de temperaturas adecuado.
- Las órbitas
de los planetas más grandes del sistema tienen que ser poco elípticas. En muchos sistemas planetarios extrasolares hay
al menos un planeta gigante con una órbita muy elíptica, lo que impediría que
apareciesen planetas estables en la zona Ricitos de Oro, o
los empujaría lejos de esa zona. Nuestro sistema planetario es muy estable
gracias a Júpiter, cuya gran masa (mil veces menos que el Sol, pero más de
300 veces mayor que la de la Tierra) y su órbita casi circular le convierten
en guardián
del sistema solar, impidiendo que lleguen
hasta nosotros muchos cometas y asteroides, que provocarían impactos
catastróficos.
- El sistema planetario tiene
que haber sido estable
desde su formación, para que las órbitas
de los planetas no entren y salgan de la zona Ricitos de Oro. Esto restringe
la vida a los brazos espirales de la galaxia, pues en el centro las
interacciones de unas estrellas con otras pueden provocar alteraciones en
las órbitas planetarias.
- La presencia
de la luna puede haber facilitado
la evolución de la vida. Véase el artículo de Isaac Asimov El triunfo de la luna en la colección The tragedy
of the moon. En proporción a su
planeta, la luna es el satélite más grande del sistema solar: su masa, que
es sólo 81 veces menor que la de la Tierra, estabiliza nuestra velocidad
de rotación; las mareas que produce facilitaron el paso de la vida desde
el mar hasta tierra firme; también nos sirve de pantalla contra impactos catastróficos
de meteoritos.
Recientemente se
han añadido otras dos propiedades con posible importancia antrópica:
- De la composición de las
estrellas enanas blancas parece deducirse que muchos de los planetas rocosos
que las circundaban antes de que se convirtieran en gigantes rojas eran muy
diferentes de la Tierra. Véase este
artículo reciente. Quizá la composición de nuestro sistema solar no sea
típica.
- Simulaciones de la composición
de exoplanetas parecen indicar que las condiciones geológicas para la
aparición de la vida podrían ser menos frecuentes de lo que se pensaba. Véase
este
otro artículo.
Cada una de
estas propiedades puede tener distinto impacto sobre la aparición y evolución de
la vida. Sabemos que la Tierra las combina todas, porque aquí hay vida inteligente.
¿Quiere esto decir que no habrá vida en un planeta que no cumpla todas? Quizá no,
pero a la velocidad de la evolución, es probable que sólo haya en él vida
microscópica, o que la vida no haya salido del agua.
Recuérdese que,
en la Tierra, ha habido vida durante un 75% de su historia; vida pluricelular
durante un 16%; vida pluricelular terrestre durante menos de un 10%; y vida
inteligente durante menos de un 0,02%.
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Manuel Alfonseca
Publicado en La Nueva Razón el 1 de diciembre de 2021
Gracias por el resumen. La fórmula de Drake tiene tantas variables de las que no se sabe prácticamente nada que en realidad no sirve para nada.
ResponderEliminarSi ya es difícil estimar la probabilidad de surgimiento de la vida en un entorno adecuado, estimar la probabilidad de que evolucione en vida inteligente es imposible, porque desconocemos absolutamente cuáles son las leyes que gobiernan esta evolución en particular.
>> Al menos una (el Sol) tiene un planeta poblado por vida inteligente. Parece que la probabilidad de que esto ocurra debería ser igual o mayor que 10^-11.
En realidad creo que esta inferencia es incorrecta. De un único suceso conocido no se pueden inferir probabilidades. La probabilidad a priori puede ser muchísimo menor, y sin embargo haber ocurrido así.
Lo sé. La probabilidad podría ser incluso nula, como expliqué en otro artículo de este blog: Probabilidad cero
EliminarFue por eso por lo que puse la palabra "parece".
Además, aunque hubiese vida inteligente en otro sitio del Universo, las probabilidades de comunicación son remotas primero por la distancia y luego porque sería muy complicado encontrar un código o algo parecido común.
ResponderEliminarParece que la cuestión del ajuste fino vuelve a estar de moda en la interfaz entre física, filosofía y teología.
ResponderEliminarhttp://eepurl.com/hTLe_5